Algunas rarezas de las Alasitas y su prensa
El más que probable origen de los periodiquitos
alasiteros, una de las grandes tradiciones no solo de la prensa, sino de los
escritores paceños.
Virginia Ayllón
Dado
que la feria de las Alasitas se alarga, aprovechemos para exponer algunas ideas
sobre esta linda fiesta paceña. Por ejemplo que no hay todavía un enlace entre
los dos relatos sobre las Alasitas: el rural de las illas e ispallas, y el
urbano del diosecillo eqeqo.
Lo
“raro”, sin embargo es que se haya consolidado un sentido proveniente de la
literatura.
Me
refiero a Leyendas de mi tierra (1929)
de Antonio Díaz Villamil, conocido por su novela La niña de sus ojos. Como se sabe, el también historiador Díaz
Villamil instauró con esta leyenda una forma de entender la historia de esta
fiesta que en tiempos de “lo indígena” suena, al menos contradictoria.
Ciertamente, la versión de Díaz Villamil se asienta en la Ordenanza de 1783 de
Sebastián Segurola, mediante la cual trasladó la celebración tradicional del eqeqo, de diciembre, al 24 de enero,
fiesta de la Virgen Nuestra Señora de La Paz, para festejar la victoria
española contra la rebelión indígena liderada por Túpac Katari.
Así
puestas las cosas, el eqeqo sería un
dios al servicio de los españoles y Segurola quien instauró una fiesta en honor
del famoso diosecillo. Si bien todo indica que este dios es parte del panteón
andino prehispánico, la imagen que celebramos sería la de Francisco Rojas,
suegro de Segurola, esculpida por su encargo. Aún en su versión de eqeqa, no celebramos, por ejemplo a
Curaj Mama, madre de los eqeqos, de
la tradición kallawaya.
Parece
pues que tal como indican algunos en referencia a la Proclama de la Junta
Tuitiva o a las Heroínas de la Coronilla, en este caso también la literatura ha
prestado lo suyo en la fundación de esta muy paceña fiesta.
Con
la prensa miniatura de Alasitas también hay algunas cosas que decir. Por la
monumental Biblioteca Boliviana de
Gabriel René Moreno sabemos que el 24 de enero de 1846 sería la fecha de
publicación del primer periodiquito, del diario paceño La Época, que continuó haciéndolo hasta 1858. Esto quiere decir que
los periodiquitos nacieron en la primera depresión de la nueva república de
Bolivia, que la asoló entre 1840 y 1880. Este período, considerado por los
historiadores como uno de los más caóticos en los ámbitos económico y político
tuvo como signo la aparición de tan bolivianos personajes como los dictadorzuelos
y caudillos quienes produjeron una retórica y escritura política demagógica y
populachera. Entonces, los políticos de la época se decían y se escribían dimes
y diretes, en el formato de folleto que
tuvo en ese período un desarrollo sustancial. El debate y la diatriba política
devinieron en pasquín, en libelo.
Pero
hay que detenerse un poco en La Época,
que inicia su publicación el 1 de mayo de 1845, durante la presidencia de
Ballivián. El caso es que este diario se imprimía en la Empresa Editora
“Imprenta de Vapor El Carmen”, de propiedad del militar argentino Wenceslao
Paunero. Juan Ramón Muñoz Cabrera, escritor nacido en Argentina y afincado en
Bolivia, con importantes actuaciones políticas durante los gobiernos de
Ballivián y Belzu fue su primer director. Entre los redactores resalta la
figura del también argentino Bartolomé
Mitre, además de Donato Muñoz, Casimiro
Corral, Domingo Oro, Mariano Ramallo,
Manuel José Cortés, Agustín Aspiazu y Félix Reyes Ortíz.
Además
de las razones políticas para la fuerte presencia de argentinos en la escena
política de ese tiempo, también habría que incluir el regionalismo paceño
antichuquisaqueño de la época, incluso el anticochabambinismo a raíz de la toma
del poder por el cochabambino José María de Achá, para tratar de explicar el
origen de La Epoquita, que da lugar a
la prensa miniatura alasitera.
Con
estos curiosos datos, las Alasitas (la urbana) pudieron haber sido un “invento”
de Segurola y los periodiquitos de escritores y periodistas argentinos. Parece
un dislate tal conclusión, pero no dejan de llamar la atención tales hechos
“anecdóticos” que la historia nos habrá de dilucidar.
En
cualquier caso, si el primer periodiquito respondió a una casa editorial, luego
se fue consolidando el anonimato en el trascurso del tiempo. Las casas
editoriales de los diarios nunca han dejado de estar presentes en la Feria de
Alasitas con su periodiquito. Es sintomático, sin embargo, que la mayor
cantidad de historias de esta miniatura recurran, sobretodo, al periodiquito
anónimo. Por eso se sabe, o mejor “se intuye” que Alcira Cardona, Jaime Saenz,
Rosendo Villalobos, Humberto Quino o Ernesto Cavour cayeran ante la exquisita tentación de
publicar un periodiquito. A mi gusto, lo mejorcito de los periodiquitos es el
anonimato porque, en verdad, atenta contra la institución denominada “autor”.
Junto a la ironía, el anonimato sería una clave de esta prensa. Pero por su
origen, apegado al libelo, bien puede decirse que evidentemente en algunas
épocas, la prensa miniatura encarnó la libertad de prensa. No es extraño pues
que los amantes de la palabra hayan sumado la publicación miniatura entre sus
amores idólatras. Porque casi se puede afirmar que para que alguien se precie
de ser paceño habrá de publicar un periodiquito de Alasitas.
“Valerosos Chitis de La Paz, de toda América y del
mundo, revelad vuestros proyectos, aprovechad de las circunstancias de nuestra
estatura favorables para el espionaje y no miréis con desdén la felicidad de la
grandeza de nuestro volumen primorosamente pequeño, ni perdáis jamás de vista
la unión que debe reinar en todos para ser en adelante tan felices como
desgraciados hasta el presente” (El
Torinito. 1997: 10).
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