lunes, 13 de febrero de 2017

Artículo

¿Cuentos de extraordinarios de Bolivia?



Homero Carvalho coautor junto con Adolfo Cáceres Romero, adelanta las características, los porqués de su compilación de cuento boliviano.


Homero Carvalho Oliva

Seleccionar cuentos y poemas para antologías no es una tarea grata, porque el antólogo corre el riesgo de que su compilación y su persona misma sean objeto de escarnio de parte de quienes no están incluidos; incluso los amigos y los cónyuges de los ausentes se toman la revancha por tamaña afrenta. En mi caso debo decir que ya estoy vacunado contra estas reacciones e incluso insultos, así que cuando hace un año Adolfo Cáceres Romero me pidió que lo colaborase con la recopilación y edición de la Antología de cuentos extraordinarios de Bolivia, acepté sabiendo los peligros a los que nos exponíamos.
Una antología es arbitraria por definición y en esta, en particular, los criterios de selección están a cargo de dos narradores -no críticos de literatura- que leen a sus colegas. Adolfo ya tenía una lista, a la que agregamos otros nombres y cuentos, llegando a 49 autores y 52 cuentos; considerando que dos autores escribieron uno de ellos y que cuatro son de la tradición oral.
Es probable que muchos críticos, académicos y escritores no estén de acuerdo con algunos cuentos de esta selección, porque no les bastará que sean de nuestra preferencia para aceptar el calificativo de “extraordinarios”; algunos se rasgarán las vestiduras y se preguntarán por qué no incluimos a tal autor o tal cuento. ¿Qué podemos decirles? Simplemente que los cuentos que elegimos nos gustaron por la emoción de ser auténticos, únicos, sin pretender deslumbrar con artificios, sino simplemente expresar lo que su creador sentía al escribirlos.
Llamamos extraordinarios a estos cuentos no solamente por su forma, su diseño estético o su contenido, cercanos a la perfección -ninguna obra humana podría lograr tal empeño-, los consideramos así porque desde que los leímos siempre estuvieron con nosotros; en algunos casos marcaron nuestro gusto por el cuento y nuestro hábito como lectores y en otros consolidaron nuestra fe en la narrativa nacional. Muchos de estos cuentos fueron reconocidos fuera del país, incluidos en antologías nacionales e internacionales y ganaron premios. A la mayoría los hemos tenido como modelos de tesonero trabajo literario, y por eso mismo este libro es más una colección de cuentos, de textos sorprendentes, que de autores.
Son cuentos que hemos leído y releído en diversas circunstancias, ya sea por placer o como ejemplos en talleres literarios o en ensayos acerca de la literatura boliviana. Esta es una selección de dos escritores para lectores que gustan del cuento. La hemos trabajado con Adolfo, sin que nadie nos presione o nos pague por el trabajo, con nuestro propio esfuerzo y sacrificio; hemos sido honestos con las inclusiones, evitando caer en subjetividades dañinas basadas en rencillas personales, inevitables en la literatura como en cualquier otro oficio. 
El libro está dividido en cuatro épocas: Periodo nativista o precolonial, Periodo colonial, Siglo XX y Siglo XXI. Periodo nativista o precolonial incluye cuentos de la tradición oral de algunos pueblos originarios de lo que ahora es Bolivia, como los aymaras, quechuas y guaraníes. Periodo colonial contiene un cuento: El monje de Potosí, de Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela. Abrimos Siglo XX con el cuento Vértigo, de Adela Zamudio; en este siglo la narrativa cobra un carácter multilingüe, pues la escritura en español se mezcla con las lenguas nativas, lo que le da una extraordinaria riqueza lingüística y expande las posibilidades del texto, siendo pródigo en cuentistas, entre quienes podemos destacar a Josermo Murillo Vacarreza, autor de El hombre en el abismo; asimismo, de Adolfo Costa du Rels, entre La Miskki Simi y Dos jinetes, elegimos este último por su hondo dramatismo; dos cuentos de la Guerra del Chaco: Qhaya kutirimuy, de Alberto Ostria y El pozo, de Augusto Céspedes; de Óscar Cerruto elegimos Los buitres; El almuerzo, de Oscar Soria; Oscarito Errázuris, de María Virginia Estenssoro, que creemos son imprescindibles para toda antología.
En Swett and Sexi, un cuento de Néstor Taboada Terán, se hace evidente el uso de palabras en otros idiomas, ya sea el inglés o el portugués, recurso que será muy utilizado por los narradores jóvenes del siglo XXI. En el cuento En luna nueva, de Antonio Carvalho Urey, cobra fuerza el lenguaje de la llanura moxeña. Cruel Martina, de Augusto Guzmán, ya es un clásico nacional, como Sonata aymara, de Jorge Suárez; además hemos incluido a decenas de otros cuentistas que empezaron a escribir en este siglo y siguen escribiendo, destacándose dentro y fuera de Bolivia.
En Siglo XXI, están los brillantes narradores jóvenes del momento, nombres que ya forman parte del imaginario literario nacional y otros que hemos creído oportuno rescatar.
Desde principios del tercer milenio, en Bolivia se ha hecho frecuente la publicación de antologías temáticas: cuentos de ciencia ficción, eróticos, de terror, de la Guerra del Chaco, en fin. Desde la segunda mitad del siglo XX se han publicado muchas antologías del cuento boliviano en general, entre las que puedo nombrar la Antología del cuento boliviano moderno (1995), de Manuel Vargas; Antología de antologías (2004) y Los mejores cuentos de Bolivia (2014), de César Verduguez y Profundidad de la memoria, cuentos bolivianos contemporáneos (2009), de Gaby Vallejo.

Las obras mencionadas fueron trabajadas por cuentistas y en todas ellas se incluyen, merecidamente, los autores que son reconocidos narradores. Algunos de los nombres de autores y cuentos de estas antologías se repiten en la nuestra, especialmente los ya canónicos, de esa manera consolidamos el prestigio ganado por algunos cuentos y escritores e incluimos a otros que ya forman parte de la transformación literaria que se ha venido dando en nuestro país, configurando las lecturas del presente y proyectando nombres hacia el futuro. Los escritores jóvenes, herederos de los cuentistas del siglo XX (aunque alguno no quiera reconocerlo) nos demuestran que el cuento boliviano está pasando por muy buen momento; los que están escribiendo hoy serán quienes reordenen los cánones de mañana. 

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