lunes, 13 de febrero de 2017

Entrevista

Patricia Requiz, literatura para
construir y destruir todo



El autor, editor de suplemento literario Puño y Letra, nos cedió esta conversación con la joven autora galardonada hace algunas semanas con el Premio de Cuento Adela Zamudio.



Alex Aillón Valverde 

La escritora cochabambina Patricia Requiz Castro es la ganadora del X Concurso Plurinacional de Cuento Adela Zamudio 2016, uno de los más prestigiosos a nivel nacional.
La obra Edén #1631, que narra la experiencia de una adolescente que enfrenta una mudanza y una serie de transformaciones en su vida íntima y familiar, se impuso sobre los finalistas del concurso: Huaquero, de Tatiana Suárez Patiño; Luz de luna, de Daniel Averanga Montiel; Lugar común, de Luis Carlos Sanabria Ledezma; La máquina, de Paola Andrea Mejía Viaña; Dies Dominus, de Boris Dante Paredes González; y La Qullqui-chucho, de María del Pilar Pedraza Pérez del Castillo.
La joven autora cochabambina, que es integrante del colectivo editorial Yerba Mala Cartonera, y cuyo primer libro de cuentos, Los lunares de Crawford (2014), la dio a conocer en el campo literario nacional, habla de su postulación al premio, su relación con la literatura y sus deudas con la Pizarnik.

- Hace tiempo que eres miembro de Yerba Mala Cartonera y publicaste en 2014, Los lunares de Crawford. Eres una escritora joven, pero ya eres parte del campo literario boliviano y cochabambino, en particular, pero ¿cómo se inicia el viaje de la escritura? ¿Cómo va ganando terreno la literatura en tu vida?
- Después de todo lo que he venido leyendo era importante manifestar mi forma de entender el mundo. Lo creí necesario y solo pude conseguirlo a través de la escritura: esa necesidad de crear, de mentir, de ficcionar, ese rol de todo poderoso en el que puedes construir y destruirlo todo, dar vida a varios personajes y desaparecerlos cuando el momento así lo amerite. Creo que el mundo real nunca ha sido ni será suficiente para mí, no me basta con lo que leo, necesito escribir para escapar y si es necesario mentirme a mí misma.

- ¿Cómo recibes esta distinción en qué momento te encuentra?
- Cuando envié mi texto no pensé que llegaría a tener cierta relevancia entre el jurado, era algo que me había obligado a realizar: “Patricia este año postulas al Adela Zamudio, porque postulas”, me dije… Honestamente, soy mi peor crítica, no le doy valor o importancia a mi propio trabajo, soy una eterna insatisfecha.

- Sabemos que tu cuento tiene una veta autobiográfica. ¿Cómo se entrelazan la historia real y la ficción? ¿Cómo se sobrevive de la iglesia evangélica, cómo te libera, cómo te afecta una experiencia de este tipo?

- Cuando escribo, inevitablemente hablo desde la experiencia propia, ¿De qué se puede hablar con mayor fluidez, sino de lo que uno conoce? El tema del cristianismo es algo de lo que puedo hablar con total libertad y naturalidad. No lo hago desde afuera, nadie me lo contó, no lo leí en ningún lugar. Quería contarlo a mi manera, y solo pude hacerlo a través de una adolescente a la que los padres le arrebatan bruscamente todo, partiendo desde la fe. Desde luego no fue fácil escribir sobre aquello, seguía siendo un tema delicado para mí, si tenía que hacerlo debía estar completamente segura y no arrepentirme a medio camino, es por eso que el texto ha sufrido muchos cambios a lo largo del proceso de escritura, ha pasado por muchos recesos hasta llegar a su forma actual.

- ¿Influyen la poesía u otras ramas en tu obra?
- No leo mucha poesía, y da la casualidad de que cuando escribía este cuento, un libro de prosa de Pizarnik pasó por mis manos. No solo la literatura en sí ha sido parte influyente para la elaboración del texto, el cine ha contribuido de gran manera en su concepción. Lo dije anteriormente, cuando vi por primera vez Caterina se muda a Roma, de Paolo Virzi, fue el plus que me empujó a pensar el relato.
Por otro lado, revisar la pila de diarios que escribí en mi adolescencia me sirvió muchísimo para darle una voz propia al personaje, una voz verosímil, porque no olvidemos que una chica de 27 años no piensa igual que una niña de 13. Estoy convencida de que la literatura puede y debe nutrirse de otros discursos que incluso se alejen de lo estrictamente literario, pues es bien sabido por todos que en la escritura todo vale.


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