Patricia Requiz, literatura para
construir y destruir todo
El autor, editor de suplemento literario Puño y Letra, nos cedió esta conversación con la joven autora galardonada hace algunas semanas con el Premio de Cuento Adela Zamudio.
Alex Aillón Valverde
La escritora cochabambina Patricia Requiz Castro es la
ganadora del X Concurso Plurinacional de Cuento Adela Zamudio 2016, uno de los
más prestigiosos a nivel nacional.
La obra Edén #1631,
que narra la experiencia de una adolescente que enfrenta una mudanza y una
serie de transformaciones en su vida íntima y familiar, se impuso sobre los
finalistas del concurso: Huaquero, de
Tatiana Suárez Patiño; Luz de luna,
de Daniel Averanga Montiel; Lugar común,
de Luis Carlos Sanabria Ledezma; La
máquina, de Paola Andrea Mejía Viaña; Dies
Dominus, de Boris Dante Paredes González; y La Qullqui-chucho, de María del Pilar Pedraza Pérez del Castillo.
La joven autora cochabambina, que es integrante del
colectivo editorial Yerba Mala Cartonera, y cuyo primer libro de cuentos, Los lunares de Crawford (2014), la dio a
conocer en el campo literario nacional, habla de su postulación al premio, su
relación con la literatura y sus deudas con la Pizarnik.
- Hace tiempo que
eres miembro de Yerba Mala Cartonera y publicaste en 2014, Los lunares de Crawford. Eres una escritora joven, pero ya eres
parte del campo literario boliviano y cochabambino, en particular, pero ¿cómo
se inicia el viaje de la escritura? ¿Cómo va ganando terreno la literatura en
tu vida?
- Después de todo lo que he venido leyendo era importante
manifestar mi forma de entender el mundo. Lo creí necesario y solo pude conseguirlo
a través de la escritura: esa necesidad de crear, de mentir, de ficcionar, ese
rol de todo poderoso en el que puedes construir y destruirlo todo, dar vida a
varios personajes y desaparecerlos cuando el momento así lo amerite. Creo que
el mundo real nunca ha sido ni será suficiente para mí, no me basta con lo que
leo, necesito escribir para escapar y si es necesario mentirme a mí misma.
- ¿Cómo recibes esta
distinción en qué momento te encuentra?
- Cuando envié mi texto no pensé que llegaría a tener cierta
relevancia entre el jurado, era algo que me había obligado a realizar:
“Patricia este año postulas al Adela Zamudio, porque postulas”, me dije…
Honestamente, soy mi peor crítica, no le doy valor o importancia a mi propio
trabajo, soy una eterna insatisfecha.
- Sabemos que tu
cuento tiene una veta autobiográfica. ¿Cómo se entrelazan la historia real y la
ficción? ¿Cómo se sobrevive de la iglesia evangélica, cómo te libera, cómo te
afecta una experiencia de este tipo?
- Cuando escribo, inevitablemente hablo desde la experiencia
propia, ¿De qué se puede hablar con mayor fluidez, sino de lo que uno conoce?
El tema del cristianismo es algo de lo que puedo hablar con total libertad y
naturalidad. No lo hago desde afuera, nadie me lo contó, no lo leí en ningún
lugar. Quería contarlo a mi manera, y solo pude hacerlo a través de una
adolescente a la que los padres le arrebatan bruscamente todo, partiendo desde
la fe. Desde luego no fue fácil escribir sobre aquello, seguía siendo un tema
delicado para mí, si tenía que hacerlo debía estar completamente segura y no
arrepentirme a medio camino, es por eso que el texto ha sufrido muchos cambios
a lo largo del proceso de escritura, ha pasado por muchos recesos hasta llegar
a su forma actual.
- ¿Influyen la poesía
u otras ramas en tu obra?
- No leo mucha poesía, y da la casualidad de que cuando
escribía este cuento, un libro de prosa de Pizarnik pasó por mis manos. No solo
la literatura en sí ha sido parte influyente para la elaboración del texto, el
cine ha contribuido de gran manera en su concepción. Lo dije anteriormente,
cuando vi por primera vez Caterina se
muda a Roma, de Paolo Virzi, fue el plus que me empujó a pensar el relato.
Por otro lado, revisar la pila de diarios que escribí en mi
adolescencia me sirvió muchísimo para darle una voz propia al personaje, una
voz verosímil, porque no olvidemos que una chica de 27 años no piensa igual que
una niña de 13. Estoy convencida de que la literatura puede y debe nutrirse de
otros discursos que incluso se alejen de lo estrictamente literario, pues es
bien sabido por todos que en la escritura todo vale.
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