Sumisión: el islam como tema inaugura 2015
El autor reflexiona acerca de la polémica que abrió Charlie Hebdo y la reciente novela del francés Houllebecq.
Carlos
Decker-Molina
Teresa
Cremisi, editora de Sumisión
(Editorial Frammarion), explicó que el acto público del lanzamiento de la
novela de Michel Houellebecq, que estaba previsto para el 7 de enero, se
suspendía por la masacre de los periodistas de Charlie Hebdo que, a propósito,
en la primera plana de su hasta entonces última edición, publicaba la
caricatura del escritor hecha por el dibujante Luz, titulada “Las predicciones
del mago Houellebecq”, al que le hacía decir: “en 2015 pierdo mis dientes y en
2022 hago el ramadán”.
Los
periodistas especializados que recibieron el ejemplar para reseñas que toda
editorial suele enviar semanas antes del lanzamiento público, tienen opiniones
diferentes sobre el contenido de la controvertida novela.
¿Se
trata acaso de una una distopía o ficción política, o es simple y llanamente
una sátira?, personalmente no lo sé porque aún no la he leído, pero es
inevitable contar esta historia a propósito del Islam y Europa, que resulta ser
el gran tema en el inicio de este año.
Houellebecq
es para muchos un provocador ateo, antifeminista, islamófobo, antisemita,
racista y un largo etc. “Houellebecq no es solo un escritor que dice cosas
asquerosas sino que además las dice asquerosamente”, sostiene más de uno.
He
leído algunos puntos de vista sobre Sumisión
y una larga entrevista con el autor publicada por The Paris Review para
pergeñar este texto.
Conocí
a Houellebecq a través de Las partículas
elementales (Anagrama), una novela que
provocó polémica y opiniones divididas entre quienes lo acusaban solo de
provocador sin darse cuenta que hacía tiempo no había un escritor francés que podía
remover conciencias, obligando a pensar.
En
Las partículas…, la crítica se centra
en el emblemático Mayo francés (1968) y en una de sus consecuencias: la
liberación sexual. Para el autor, la liberación sexual desnaturalizó al hombre,
todavía inmaduro, lo que originó posteriormente una profunda desesperación en
la psicología del “liberado”. El mismo autor dijo alguna vez: “no hay que
temerle a la felicidad, pues no existe”.
Uno
de los que ha leído Sumisión es
Thomas Steinfeld, jefe de la sección cultural del matutino alemán Süddeutsche Zeitung:
“la utopía de Michel Houellebecq es una burla contra los populistas de derecha
y los partidos xenófobos que pretenden salvar al continente de la invasión
islamita”, sostiene.
Hagamos
el esfuerzo intelectual de pensar que el islamismo (como fue el comunismo) no
es un movimiento demoníaco sino un movimiento bastante más humano y con un alto
grado de efectividad para solucionar los grandes problemas de la sociedad.
El
mismo Houellebecq en la entrevista del The Paris Review reconoce: “si nos
fijamos cómo actúan los Hermanos Musulmanes, vemos redes regionales, obras de
caridad, centros culturales, centros de oración, centros de vacaciones,
servicios sanitarios, algo que se asemeja a lo que hizo el Partido Comunista”.
Para
Steinfeld “habría sido un acierto presentar el libro como una sátira”. El autor
niega que sea una sátira, “tal vez una pequeña parte –dice- satiricé a
periodistas y a políticos, pero a mis personajes principales no”.
Houellebecq
está más conforme con el calificativo: “ficción política”. Y, “ese es el error”,
según el comentarista alemán, porque “hay un desliz en la construcción
literaria, pues, al mismo tiempo es una sátira y una distopía. Hace recuerdo al
novato que se deja llevar por el impulso de la fantasía”.
Jenny
Högström, crítica literaria y traductora sueca, considera que al autor describe
un islamismo secularizado y deja clara su preferencia ante el peligro de que el
racista Frente Nacional asuma el poder, por lo menos en términos literarios.
Según
la sueca el autor capta, con originalidad, el drama actual de la nueva sociedad
francesa. El problema según Högström es cómo puede entenderse la obra, y ella
misma responde, “depende de quién la lee”.
Coincide
con ella Guillaume Erner, periodista del Huffington Post, un periódico online,
que dice que Sumisión es como la
estatua de Paul MacCarthy en Place Vendôme que a pesar de que unos lo ven como
a un árbol de navidad o como un “tampón”, nadie puede negar su existencia.
Los
críticos consideran que el libro tendrá éxito global, pero, como aún no hay
traducciones (en español sale en el otoño de este año), ya comienzan a surgir
los estereotipos y las teorías conspirativas, por eso quizá es bueno tener una
idea sobre la trama de la novela.
Sumisión es
la sexta novela de Michel Houellebecq y está ambientada en 2022. Ese año
Francia esta atemorizada por las graves contradicciones en el seno de su
sociedad. Religión, política, Estado, feminismo, todo está cuestionado. Además
hay otros problemas más reservados y recónditos que los medios ocultan
deliberadamente.
El
sistema tapa todo y deja a oscuras a su población. En ese contexto surge un
líder de un partido musulmán llamado Mohammed Ben Abbes que, en una segunda
vuelta, se enfrenta a la candidata de la extrema derecha Marine Le Pen y la
vence con los votos de socialistas y conservadores.
Al
otro día, las francesas abandonan la vestimenta occidental y empieza la moda de
las túnicas largas sobre sus pantalones. Es más, animadas por las subvenciones
del Gobierno dejan sus empleos lo que
produce que la desocupación masculina desaparezca, el crimen se esfuma de
aquellos suburbios peligrosos. Es decir la sociedad francesa se islamiza.
En la entrevista de The Paris Review, Houellbecq
admite que su novela tiene un lado temible. “Utilizo las tácticas del miedo”,
dice. “Como imaginar que el país queda en manos del islam”, le sugiere Sylvain
Bourmeau, a lo que el escritor responde: “en realidad no está claro de quienes
tener miedo, si de los “nativistas” (ultra derecha) o de los musulmanes. Eso lo
dejo sin resolver”.
Una sociedad democrática regida por principios
liberales necesita tener sus provocadores, sean estos caricaturistas o
novelistas, porque son los que tensan los límites de las libertades y hacen
recuerdo que esas libertades no son obvias si no se someten de cuando a cuando
a ser el epicentro del debate.
Nos hacen recuerdo de nuestras responsabilidades
ciudadanas lo que no quiere decir que todos estemos de acuerdo con el contenido
ideológico de las provocaciones. Porque una cosa es la libertad de expresión y
otra el método y el contenido. Probablemente no me guste el contenido
ideológico del texto de Houellebecq, no lo sé, o las caricaturas de Charlie Hebdo,
pero, ambos actores tienen derecho a expresarse libremente.
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