Ausencias en la Biblioteca del Bicentenario
El autor, miembro del Comité Editorial de la BBB, hace un recuento sobre las obras que, pese a sus sugerencias, no quedaron en la colección final al no haber gozado de consenso.
Adolfo
Cáceres Romero
Como
un homenaje a los 200 años de la fundación de la República se creó la
Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (BBB), propiciada por la Vicepresidencia
del Estado, a través de su Centro de Investigaciones Sociales (CIS), que tiene la misión de publicar
200 obras seleccionadas por un grupo de 35 asesores (Comité Editorial).
Al
margen de esta labor central, hay que decir que lamentablemente se cerró un
ciclo de la cultura boliviana del siglo XX, no siempre con lo mejor, como era
de desear, pues predominó una mentalidad mestiza y conservadora a la hora de
hacer la selección.
Con
todo, tal intento es un logro que no debe quedar ahí, sobre todo en procura de
rescatar las obras ignoradas para que, con las incluidas y las que vendrán, se
pueda hablar de una verdadera biblioteca boliviana.
Si
como afirman los coordinadores, la intención del proyecto es: “aportar a la
investigación y reflexión de la realidad nacional, bajo la premisa de que tener
al alcance lo mejor de la producción intelectual boliviana y sobre Bolivia,
permite a las actuales y futuras generaciones encarar con mejores perspectivas
su formación educativa y profesional”, primero, debieron haber pensado en un editor
general comprometido con la situación actual del país.
El
que nombraron carece de cultura literaria, pues pertenece a una élite
hispanófila que desde hace varios años maneja los destinos de la Academia
Boliviana de la Lengua; de ahí que, no obstante contar entre sus asesores a dos
notables indigenistas, como Jürgen Riester y Xavier Albó, no se pensó que el
cambio viene con la reivindicación de nuestras culturas originarias.
La
voz de los Andes, de los valles y de los llanos está más allá de lo que dicen
los antropólogos o estudiosos que escudriñan su alma; entonces, no nos resta
sino lamentar la ausencia de obras como Apu
Ollantay, Tragedia del fin de Atahuallpa,
o Ritos y fábulas de los incas; los jayllis y demás poemas quechuas que nos
muestra Jesús Lara, al igual que Leyendas
de Bolivia que publicó Antonio Paredes Candia; Manchay Puito y los poemas de Juan Wallparrimachi; El pez de oro, de Gamaliel Churata, que
fabula con una serie de mitos andinos.
Lejos
de incluirse estos libros, se consignan otros como la obra escogida de José
Antonio Arze (tío del editor general), un político sin trayectoria literaria. Afortunadamente, en mi calidad de miembro del
Comité, fui escuchado en mis sugerencias de no tomar en cuenta algunas obras
colonialistas, como las Coplas a la
muerte de Diego de Almagro, escritas en 1540, por un guerrero conquistador
sin genio ni arte poético.
Les
dije que era una aberración inaceptable, al igual que la Historia de la literatura boliviana de Enrique Finot, para quien no
existía tal literatura, porque sostenía que la raza boliviana: “aún no está formada
o más bien carece de unidad”; es más, justificaba las palabras de Pio Baroja,
al afirmar “que la América de habla española solo ha producido hasta ahora
imitadores más o menos serviles y más o menos felices de los escritores y
artistas de Europa”.
Entre
las 71 obras de “literatura y arte” deberían estar muchas producidas en el
exilio. No sé por qué se empeñaron en no incluir Los fundadores del alba, de Renato Prada, obra que en 1969 ganó el
Premio Casa de las Américas de Cuba,
Lamentablemente
también eliminaron la obra de Diomedes de Pereyra, que les sugerí teniendo en
cuenta que todas las novelas de este escritor se publicaron fuera del país,
siendo uno de los autores bolivianos más traducidos.
Por
otra parte, parece que los expertos no saben que Edmundo Paz Soldán es el mejor
cuentista de Bolivia, y no lo digo solo porque ganó el Premio Juan Rulfo con Dochera, sino porque es autor de varios cuentos
magistrales; igualmente desconocen la trayectoria internacional de Giovanna
Rivero, Claudio Ferrufino, Rodrigo Hasbún, Germán de la Reza, Wilson Rocha,
Norah Zapata…
También
eliminaron mis obras de la lista final, como Nueva historia de la literatura boliviana; en esta área se quedaron
conformes con los dos volúmenes de Hacia
una historia crítica de la literatura en Bolivia, obra de título engañoso
por cuanto no es historia, menos cronológica, sino un conjunto de artículos y
ensayos en el que predomina el gusto y criterio del grupo liderado por Blanca
Wiethüchter.
Mi
reclamo también abogaba por la mejor novela minera de Bolivia: Socavones de angustia, de Fernando
Ramírez Velarde; o por Páginas bárbaras,
de Jaime Mendoza; o Sequía, de
Luciano Durán Boger.
También
se echa de menos a autores como Homero Carvalho, sobre todo su notable
antología Bolivia, en la que reúne
poemas y escritos en prosa de autores bolivianos y extranjeros sobre el país; o
María Virginia Estenssoro, H. C. F. Mansilla y Gonzalo Lema.
En
las tres áreas de la BBB se advierten grandes lagunas. En ciencias sociales,
Saúl Escalera observa que ignoraron una obra universal como El arte de los metales, de Álvaro Alonso
Barba; también Historia de la minería en
Bolivia, de Hermosa Virreira; Historia
de la ciencia en Bolivia, de Condarco Morales; Ciencia en Tihuanaco y el incario, de Ibarra Grasso. Asimismo, Fernando Molina hace notar
la ausencia de las obras de Vicente Pazos Kanki.
Desde
luego que hay mucho más para tomar en cuenta en esta área, pero veamos qué
ocurre en historia y geografía. En vista de nuestro empeño por lograr un puerto
soberano en las costas del Pacífico, hay obras claves para el esclarecimiento
de las circunstancias del despojo del litoral, en tal sentido propuse reeditar
el Diario de campaña del coronel
Apodaca; asimismo El derecho de conquista,
de Santiago Vaca Guzmán; Historia secreta
de la Guerra del Pacífico, de Edgar Oblitas Fernández; Gran traición en la Guerra del Pacífico, de Hugo Roberts Barragán; La Quinta División, de Raúl Murillo y
Aliaga; Memorándum sobre el mar, de
Valentín Abecia Baldivieso y Valentín Abecia López; luego también quedó fuera La dramática insurgencia de Bolivia, de
Charles Arnade.
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