jueves, 22 de mayo de 2014

Etc.

El momento anterior a los misiles



Tiempos de guerra, son todos; y por ello es inevitable que la literatura nazca de ella, se refiera a ella, luche contra ella, muera con ella.


Carlos Decker-Molina

La crisis de Ucrania, los ensoberbecimientos de Rusia y de occidente, las guerras larvadas en África y el matadero de Siria, nos dan la libertad de preguntarnos si hay una “literatura de guerra”.
Antonio Machado escribió: “no hay guerra sin retórica”. Una retórica que, según el poeta, es la misma para los dos beligerantes.
En la revolución pasa algo similar. Hay dos diarios, el del Che y el de general Barrientos. Uno de ellos es recordado, estudiado y criticado por la historia, del otro solo hay olvido. Pero, si los diarios no son sino trozos literarios, hay poemas, novelas, cuentos y relatos impregnados de pólvora, que perduran por su buena literatura. Es decir no hay literatura de guerra, lo que hay es una literatura que surge de la guerra.
El título de este texto es el de un poema de Ghayath Almadhoun, un palestino que vivía en Damasco (Siria) y que ahora radica en calidad de refugiado en una ciudad sueca.

“Segundos antes, cuando todavía el misil está en el aire, terminan los muertos su danza. La casa termina su búsqueda de apoyo en el cemento de la casa vecina”….
“mientras, tú duermes en  mitad del día como si los misiles no habrían escuchado las noticias de último momento”.

Almadhoun es un joven nacido a fines de los 70 y como él hay muchos que no tienen otra forma de “relatar” su tragedia que escribir literatura. Por eso, tal vez, es importante definir “el más alto grado de conflicto de la sociedad”.
Hay para todos los gustos, desde la clásica de von Clausewitz pasando por la de Sun Tzu, pero hay una, post moderna, que pertenece a Jean Braudrillart que habla del simulacro y de la disolución de la realidad, que encaja en lo que se lleva a cabo en Siria.
El simulacro de combatir contra el terrorismo y una realidad disuelta por el impacto de bombas y misiles. Una guerra ratificada por los medios y por la teoría de la conspiración.
La periodista y escritora Samar Yazbek, siria, confirma lo escrito por Braudrillard sobre la “disolución”:

“Uno de los jóvenes que me acompaña me advierte que debo henchirme de coraje. Estamos en el dintel, no sé si es coraje o miedo, pongo mi pie en el otro cuarto y veo a dos niñas: Diana de cuatro años y Shaima de 11. Diana tiene una bala en plena médula espinal, parece un conejito blanco y asustado. Está inmóvil ahora y para siempre”.
“¿Cómo ha sido posible que esa bala no haya destrozado su cuerpecito de niña? En medio de este infierno y a pesar de la bala en su columna, no deja de ser lo más próximo a un  milagro el que ella esté viva, ¿viva?”.
“¿Qué habrá pensado el francotirador, cuando apretó el gatillo, luego de apuntar con precisión contra un cuerpecito menudo de una niña que atravesaba la calle en busca de dulces, a la puesta del sol, con la que termina el ayuno del Ramadán? ¿Qué habrá pensado el francotirador?”

A pesar o quizá como efecto de la guerra la poesía siria deja de ser la “confección formal” para devenir en un conocer o un sentir (shi’r en árabe), o en una percepción afectiva, “algo que se agita en nuestro pecho y que nuestros labios solo pronuncian”.
Dima Wannous, escritora y periodista, presentadora del programa cultural Adwa al-Madina (Ciudad luz) en la televisión de Damasco, escribe desde su exilio en Beirut sobre la disolución de la familia como metáfora de la disolución de la sociedad:

“Dentro de poco, inevitablemente, tendré que escribir sobre mi familia paterna, la que vive en la costa siria; allí pasé años felices de mi niñez y mi  juventud. Esos tíos y tías, primos y sobrinos se han transformado en animales salvajes que me amenazan, diariamente, a  muerte”.
“‘Luciremos tu cadáver como escarmiento’, escriben en mi página de Facebook. Un día voy a escribir cómo el pueblo sirio sobrevivió su muerte sin morir. Cómo esas amenazas, que viven debajo de la piel, hicieron posible que dejaran sus cuerpos desnudos, masacrados, solitarios a la vera de los caminos y siguieran caminando hacia la victoria”.

Zakariya Tamir en su cuento Hotel tiene un diálogo que suena conocido en mis oídos de ex preso político:

Te vamos a golpear. Te vamos a golpear sin piedad. Te vamos a golpear tanto, que nos pedirás la muerte. Reconoce … reconoce tu delito
- ¿Qué delito?

La poesía de Maram Al Masri tiende de forma inequívoca hacia la imagen. Ya en su título se adivina una intención, es casi visual, un fogonazo directo y comprensible: “Te amenazo con una paloma blanca”, un título muy significativo en el contexto actual de su Siria ensangrentada. Maram dice:

“Me gusta pensar que soy como un espejo que refleja el pensamiento y la inspiración… Dejo que la poesía me use, que use mis ojos, mis sentidos, mi memoria, mi experiencia, mi historia y que con mi ayuda ocupe el puesto que ella misma desea”.

El gran poeta sirio Nizar Qabbani (fallecido en 1998) escribió un verso hermoso sobre la  mujer que podría ser una buena metáfora para terminar esta crónica de versos, cuentos y novelas de guerra:

Lo que más me atormenta del lenguaje… Es que no sea suficiente
y lo que más me angustia de la escritura es que no te describa.
Eres una mujer (guerra) difícil…
Una (guerra) mujer que no ha sido escrita…

(Nota: Las traducciones del árabe al sueco han sido hechas por Jonathan Morén y María Anell. Las del sueco al español por el autor de la crónica.)


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