lunes, 11 de enero de 2016

Las escenas

El efecto de la pastilla roja


Libros & películas. Una mirada. Una lectura de los pasajes que cambiaron nuestra forma de ver el mundo.



Aldo Medinaceli 

¿Vivir despierto, vivir soñando? El poder de la ficción es mayor al hecho de imaginar historias o despegarse por un momento de lo que llamamos realidad. Los libros, las obras de arte o una buena pieza teatral pueden ocasionar milagros en nuestras mentes que la ciencia no siempre puede explicar. Estas expresiones logran rediseñar nuestras redes internas con mayor eficacia que muchos hechos denominados reales.
La realidad no tendría por qué encasillarse en lo perceptible, sino en sus causas ocultas, en sus devenires. En sus sincronías secretas, en aquello que sucede y deja de suceder. En una interminable serie de genealogías previas a la materia, en las posibilidades de una acción, en lo oculto pero existente, en lo que no comprendemos. En la vida y en el inmenso lado oculto de la misma.
El teatro clásico ponía en escena estas problemáticas en los versos de Calderón de la Barca: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”, así como en las tragedias de Shakespeare o en las infinitas máscaras del teatro griego.
Tal como sucedía en el milenario relato del príncipe y la mariposa: “Chuang Tzu soñó que era una mariposa, y al despertar no sabía si había soñado que era una mariposa o si era una mariposa que estaba soñando que era Chuang Tzu”, el protagonista de la película Matrix (1999), Neo, vive en un onírico limbo de realidad, entre la vigilia y el ensueño. Su guía y maestro, Morfeo -dios del sueño y sus posibilidades- lo lleva por caminos binarios, puertas secretas, oráculos y pruebas (casi como si estuviéramos en videojuego), o como un Virgilio informático.
Aunque en un inicio muchos interpretaron el filme de los hermanos Wachowski como un anticipo de lo que ocurriría en el siglo XXI, con una irrefrenable red internet que lo abarcaría todo, lo cierto es que tal vez su problemática más interesante sea el asunto de qué es lo real, cuáles son sus límites y cómo escenificarlos desde una estética contemporánea, tratando así un conflicto humano clásico.
En una de las escenas principales de la película, Neo y Morfeo se sientan frente a frente, reconociéndose por primera vez como rostros opuestos. Entonces Morfeo pronuncia el breve monólogo que convertiría a Matrix en una de las primeras películas de culto acerca de hackers y códigos binarios, brindando además un velado homenaje a Alicia en al país de las maravillas de Lewis Carroll.
Morfeo acerca sus dos manos cerradas a Neo, llevando una pastilla en cada una de ellas, una de color rojo, la otra de color azul, pronunciando las siguientes palabras:
“Supongo que ahora te sentirás como Alicia cayendo en la madriguera del conejo… Tienes la mirada de un hombre que acepta lo que ve porque espera despertarse… Matrix nos rodea, está por todas partes, incluso ahora en esta misma habitación, puedes verla si te asomas por la ventana, o al encender la televisión. Puedes sentirla cuando vas a trabajar, cuando vas a la iglesia, cuando pagas tus impuestos. Matrix es el mundo que ha sido impuesto ante tus ojos para ocultarte la verdad: que eres un esclavo. Ésta es tu última oportunidad, después no podrás echarte para atrás. Si tomas la pastilla azul: fin de la historia, despertarás en tu cama y creerás lo que quieras creer. Si tomas la pastilla roja: despertarás en el país de las maravillas, y yo te enseñaré hasta dónde llega la madriguera de los conejos”.
Pese a que la película simulaba un mundo informático lleno de máquinas anhelando control, Matrix también estaba hablando de las instituciones. La Matriz principal también tenía que ver con la iglesia, la economía, las empresas, lo mediático, etc. Y el personaje principal debía elegir si internarse en esa realidad, develarla, acceder a sus secretos, o seguir creyendo en la mera superficie de los hechos.
Mucho después conocerá a un extraño oráculo, logrará esquivar veloces balas en otro pasaje clásico, deberá elegir entre salvar su vida o la vida de su maestro, porque los dos no pueden existir, entenderá que para las maquinas dominantes los seres humanos son el virus, porque arrasan con los recursos naturales y solamente dejan desiertos y desolación.
Paradójicamente, las maquinas son la única salvación en aquel especulativo mundo futuro. El oráculo tiene escrito en la puerta de su casa: “Conócete a ti mismo”.
La duda de Neo es filosófica en el más amplio sentido; tiene que ver tanto con la caverna de Platón como con el sueño de la mariposa, preguntándose si vive en un sueño eterno del que espera despertar, o si elige internarse cada vez con mayor profundidad en eso que llaman la Matriz, que bien podría interpretarse como el mundo mismo que observamos a diario, con sus instituciones, apariencias y secretos.
Este escenario apocalíptico, repetido en otras películas como Terminator o Blade Runner, solamente brindaba un acertado ropaje a una duda más profunda:
“¿Qué es lo real? ¿De qué modo definir lo real? Si te refieres a lo que puedes sentir, ver, saborear, oler, lo real podrían ser tan solo señales eléctricas interpretadas por tu cerebro”, dice Morfeo en otro pasaje, en medio de la pantalla amplia y blanca como una enorme sala vacía.
Hoy hay una tecnología capaz de crear ese tipo de ambigüedad mediante la creación de software que simule percepciones en el cerebro como si fueran  los mismos oídos, boca y ojos.
La película de los hermanos Wachowski proponía la visión de un mundo no simplemente conectado y sincrónico en donde los chips, procesadores y acumuladores de datos tienen cada vez más presencia, sino la reflexión del efecto final de esta realidad desbordada, llevándonos a cuestionarnos los límites de la virtualidad, con chips guardando datos o vidas enteras. Así como también inaugurando ante nuestros ojos la era virtual con una de sus mejores representaciones, en donde cada día es más necesario elegir siempre la pastilla roja.

“Sólo te ofrezco la verdad”, dice Morfeo sosteniendo aquella diminuta pastilla color fuego, sabiendo que ofrecérsela condenaba al personaje a una búsqueda infinita, hacia el final de aquella breve pero enigmática escena.

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