La delgada línea de la cordura
En este texto, se analiza la “imaginería fantástica” en Para comerte mejor, libro de cuentos de Giovanna Rivero, elegido la semana pasada por especialistas consultados por LetraSiete, como uno de los mejores libros bolivianos de 2015.
Magdalena
González Almada
Giovanna
Rivero ha publicado este año con la editorial Sudaquia de Nueva York un
conjunto de cuentos que la revela en la plenitud de su trayectoria literaria.
La carrera de esta autora se caracteriza por el riesgo y por el impulso de
abordar nuevos y complejos territorios textuales.
Así,
aparecen críticas sociales desde su primera novela Las camaleonas (La Hoguera, 2001) y desde las transformaciones
camaleónicas, habla de lo que es y no es a la vez. Sin embargo, aunque aborda
el tema desde diversos puntos de vista, cada vez se ha acentuado más su
preocupación en torno al tópico que atraviesa toda su obra: las
transformaciones, sí, pero instaladas en el finísimo borde que se ubica entre
la cordura y la locura. Estos parámetros, locura y cordura, límites impuestos y
palabras que engloban lo conocido y lo desconocido, vocablos que marcan el
(los) sentido(s) común(es) de la cultura occidental, no son más que las excusas
utilizadas para indagar acerca de las profundidades de la vida humana, en las
emociones y en las inexplicables razones para reflexionar acerca de lo que –justamente-
nos convierte en humanos.
Fiel
a esta pulsión exploratoria, Rivero avanza con los cuentos de Para comerte mejor hacia el terreno de
lo fantástico. Pero no debemos dejarnos engañar por cuestiones genéricas. La
imaginería que pone en funcionamiento la autora es mucho más compleja de lo que
puede parecer.
No
se trata, solamente, de crear personajes zombies, vampiros, hombres-lobo,
brujas de ojos amarillos, todos ellos -además- personajes configurados desde el
intersticio que atenta y reúne tanto a lo humano como a lo inhumano. Se trata
de auscultar en detalle lo que esas creaciones metafóricas emanan y el modo en
el que atraviesan a los lectores. Y también en observar lo que se desprende de
esas personificaciones. Si personificar es otorgar cualidades humanas a objetos
inanimados o a animales, Rivero explota el recurso literario para confundir
animado con inanimado y viceversa, en una torsión que enreda lo humano y lo coloca al mismo nivel de lo que podría ser
considerado como inhumano.
En
parte de estos giros y torsiones hablan los cuentos de Para comerte mejor. Quitan la seguridad, no solo el aliento, a los
lectores que leen desde una cómoda intimidad y desde la invulnerabilidad de
pensar cierta “vida normal”.
Rivero,
con astucia, parece plantear el increíble juego del desasosiego. Justo allí
cuando se piensa la caída como un imposible, en un enredo de palabras e
imágenes poderosas, la autora instala el vértigo del conocimiento. Un
conocimiento que desde la antigüedad clásica ha sido el eje conductor de varias
obras literarias, el objetivo del saber versus el no saber, que, en el caso de
los personajes de Rivero, aparece como una oportunidad para comprobar de qué
materia están hechos los seres humanos.
La
lectura en clave de la imaginería fantástica, en el desborde de las acciones
humanas se completa con una lectura política, apelando a una política de la
literatura, en términos de Rancière.
La
configuración de estos personajes que representan aspectos de la vida moderna
en las ciudades, en los bajos fondos sociales y urbanos complejiza un estudio
sobre el quehacer social. Así, en Para
comerte mejor, lo social y lo político -como acciones puntuales dentro de
la vida social- se despliegan más allá de algunas reglas sociales. El velo de
lo social esconde el tumultuoso mundo interno, personal. Allí es donde se dan
las grandes batallas.
Incluso
la estructura del libro contribuye a dar cuenta de los ascensos y caídas. Para comerte mejor consta de 12 cuentos;
el primero de ellos, De tu misma especie,
juega con la línea entre la vida y la muerte. A partir de allí la obra continúa
con una serie de cuentos que pasan por lo zombi, las alcantarillas, la locura,
el desequilibrio entre lo racional y lo irracional, llegando a su punto máximo
justo en la mitad.
Yucu es
el cuento del vampiro y casi una reescritura que fusiona a Drácula con Caperucita Roja.
La materia de lo fantástico se va atenuando hasta llegar a los límites de la
locura ya no de carácter sobrenatural sino completamente humano: Adentro y Contraluna, los dos últimos cuentos del volumen, hablan de los
trastornos, de los desbordes de la locura, pero desde los aspectos más humanos.
Ya no hay figuras del otro mundo y sobrenaturales. Lo que pasa, pasa por las
acciones humanas. Errores, tropiezos fatales, decisiones mal tomadas. O la
propia irracionalidad en clave de desatinos consecutivos.
No
es posible dejar de resaltar que todos los cuentos del libro están atravesados
por otro tópico que puede rastrearse en la obra de Rivero. Se trata de las
relaciones humanas fundadas y entrecruzadas por el amor. Amor entre familiares,
amigos, amor romántico, amor comprometido, amor obligatorio. Y todos los
aspectos conflictivos de este amor: celos, angustia, insatisfacción.
El
desenfreno en el plano amoroso conduce al cuerpo: el sexo, la genitalidad, los
fluidos. Así, la autora nos enlaza y conecta con algo -también- eminentemente
humano: el cuerpo y la percepción que los sujetos tienen del mismo.
Para comerte
mejor
trata, entonces, sobre lo humano, la sensibilidad y sobre los cuerpos como
materialidad en la que se inscribe esa sensibilidad. El título mismo ya es una
clave en ese sentido. Para comerte mejor como referencia a la literatura
clásica infantil que inaugura para los niños el plano de lo
fantástico-maravilloso, como desplazamiento de la niñez -y la inocencia aparejada
con ella- hacia la madurez -atravesada por las inestabilidades de la adultez- y
también como expresión de la materialidad corporal. Comer implica introducir
algo en el cuerpo. Alimentarse en un sentido amplio y complejo. Los personajes
de Rivero, sin duda, propician la inestabilidad que conlleva poner en juego la
condición humana al extremo: como cuerpo y como sensibilidad.
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