Paul Tellería: “La escritura
es un acto
perverso”
Fragmento de una entrevista al escritor boliviano publicada hace algunas semanas en el diario ecuatoriano La República.
Cristian López
Gabriela Mistral, en uno de sus poemas, decía de
su Chile “País de la ausencia, / extraño país” y como no retomar estos versos para hablar de los otros
países hispanoamericanos, tan lacerados por la historia. Por eso, retornar a
pensarnos por medio de la escritura se vuelve imprescindible.
En el fondo, cuando crecemos, nos sentimos
extranjeros de nuestras propias patrias al ver cómo nuestra infancia se va
corrompiendo y es en el acto literario en donde (re)pensamos nuestra identidad,
desde la diversidad. Ante esto, en Ecuador salió la Antología de cuento Una espuma de música que flota, que reúne a ocho autores
de dos países hermanos: Ecuador y Bolivia.
Para eso, conversamos con uno de
los autores bolivianos, Paúl Tellería,
quien participa en esta Antología de cuento y nos da sus impresiones sobre el
acto de escritura.
- Pienso en la frase de Enrique
Vila-Matas: “Escribir es dejar de ser escritor”, cuál crees debe ser la función
del escritor al momento de enfrentarse con la creación.
- La pregunta en sí entraña la trampa de la dicotomía “o leo o escribo”
o lo que en su momento debatía con amigos literatos que sentenciaban sin
temblarle la voz: “no estudies literatura, el momento que lo hagas dejarás de
escribir”. Probablemente, Vila-Matas se refiera al hecho de que escribir es
dejar de lado el ideal imaginado de “el escritor” y enfrentarte con el oficio
de la escritura y eso, además de doler, requiere trabajo, por eso la tentación
de tirar la toalla siempre está presente.
La escritura, cuando decides asumirla con los riesgos que entraña, es
un acto en esencia perverso, un juego de látigo empapado en miel, la broma
radica en que amo y esclavo habitan en ti. El primero es implacable, te demanda
escribir sin descanso, sin respiro y de tiempo en tiempo cede a los llantos o
placeres del esclavo y lo aleja del látigo para permitirle dedicarse a cosas
más banales, como caminar, ir al cine, respirar la vida en las redes sociales o
fuera de ellas.
Creo que para enfrentarse a la creación hay que tener coraje y aceptar
que antes de producir un párrafo relativamente decente tendrás varias jornadas
que, por más látigo que te impongas frente a una página en blanco, es necesario
mantener la paciencia. El proceso creativo, implica también el “saber hacer”
con los largos periodos de sequía, esos en los que te quedas días mirando el
papel (la pantalla en estos tiempos) y con los febriles episodios de “diarrea
verbal” donde uno escribe sin parar páginas y páginas.
En esa medida creo que el proceso creativo es un espejismo, una está
convencido de que está creando algo, cuando en realidad es un vehículo, un
canal para que otro hable. Porque hay una soberbia absurda en esto de la
escritura, uno se cree dios, un miserable dios menor de los personajes que
nacen de su pluma, cuando es completamente al revés, ellos ya estaban antes de
ser “creados” solo esperaban el momento de salir. Al hablar sobre el otro en la
escritura debo reconocer que me traiciona el psicoanalista frustrado que habita
en mí y no puedo evitar citar a Lacan cuando afirmaba que el artista le lleva
la delantera al psicoanalista, se le anticipa. En el caso de la literatura,
creo que las manos son el puente que encuentra lo no dicho para ser hablado,
desde un registro distinto al cotidiano. A Borges le interesaba menos como la
realidad afecta a la ficción que como la ficción afecta a la realidad, creo que
esta idea abrocha bien lo que decía hace un momento uno “cree que crea” cuando
no tiene ni idea y es la ficción la que se filtra por la forma de percibir la
realidad en el que escribe, aquella de todo lo leído, todo lo absorbido y
otorga la ilusión de la creación.
Todo lo anterior puede resultar muy abstracto y tal vez no sirve de
nada para el novel escritor que anhela el recetario de la buena escritura. En
esa medida habría que decir algo más mundano, por llamarlo de alguna manera, y
eso es tal vez el hecho de que uno aprende a escribir escribiendo ¿De dónde se
obtiene la tinta? Pues de leer sin clemencia. Al respecto podría añadir que es
útil tener siempre en el bolsillo una libreta que te acompañe en el proceso
creativo, en esto que un amigo poeta llamaba perseguir el tema y anotar todo lo
que tiene relación con él.
Para hacerlo simple, si uno decide crear una historia sobre la mesa en
la que escribe, deberá destripar la mesa, meterse en la madera de la que está
hecha, en el barniz que se usa, en la historia detrás del carpintero, en suma
convertirse en la mesa y en su creador. La fórmula suena fácil pero requiere
mucha rigurosidad y sacrificio.
- ¿En tu proceso individual
¿existe alguna fórmula al momento de crear literatura?
- A mí me funciona escribir rápido y corregir lento, no soy de los que
medita cada párrafo, soy de los que escupo palabras de una sin filtro previo,
dejando que la voz del otro diga lo que quiere decir, que la historia decida
por donde seguir y luego hago la pausa, leo, re leo, reviso, edito, corto,
quito la maleza y pongo el punto final, eso sí, hay que saber cuándo poner el
punto.
Podría acotar también que escribir es aquel saber hacer con lo que uno
absorbe en periodos de sequía, lo que recoge de la lectura, de la música, del
cine, de las charlas de café, de las complicidades en un bar a la madrugada.
Todo eso llena, el balde mental, hasta que un rato algo se desborda, algo te
pide ser escrito. Entonces surge el látigo inclemente y escribes con
desesperación y deseo, escribes hasta que te sangren las yemas, rápido como una
metralla verbal.
Por último, no sé si hay formula en esto de crear historias, en el
género de hacer cuento que en esencia es el más complicado y ante la falta de
respuestas siempre es útil volver a la vieja y lúcida definición de Julio
Cortázar que afirmaba que la novela gana siempre por puntos, mientras que el
cuento debe ganar por knock-out. Lo que no significa que uno se debe lanzar a
la pelea sin preparación, por eso tal vez usando una analogía futbolera el
proceso creativo es el entrenamiento para la pelea que uno la juega con el
lector y es de este lance que el escritor noqueará o saldrá noqueado.
- La originalidad es un tema
importante en el quehacer literario, cuéntame, cuál es tu aporte en la
literatura.
- No sé si en este tiempo se pueda hablar de originalidad, habría que
preguntarse qué hay detrás de aquella palabra. Quien diga que ha hecho algo
nuevo es un impostor, la literatura es una copia de la copia de otro y uno
mientras más se adentra en ella se da cuenta que poco queda por decir de la
forma en la que lo dijeron antes los grandes, por eso creo que es
imprescindible de tiempo en tiempo volver a los clásicos, re visitarlos con
ojos de presente siempre refresca y entender que más que originalidad el tema
no se trata de narrar lo mismo de antes, sino de cómo lo narras.
No creo en la originalidad y en decir que lo que hago es un aporte
único al mundo de la narrativa, me parece hasta arrogante. Tal vez podría
afirmar, con riesgo a equivocarme que he tenido el valor de poner mi escritura
ante los ojos del otro, en la medida que al publicar tu obra ya no te
pertenece. Si algo de lo dicho mueve algo, genera algo no solo desde lo
estético, sino desde el encuentro íntimo con la palabra habré generado algún
efecto. En esa medida mi aporte será aquello que el lector quiera recoger de mi
escritura y nada más, una especie de disparador de preguntas al lector para su
historia.
Lo anterior no significa un consuelo de tontos en absoluto, sino más
bien una forma de aceptar con humildad que nadie inventará la historia jamás
contada, sino más bien pasa por el hecho de aceptar que el oficio de escribir
es anterior a nosotros y seguirá existiendo luego.
- En Ecuador participas en la
antología de cuento Una espuma de música que flota, con el relato Alex, qué
significa para ti esta inclusión.
- Pues una alegría, ignoro la génesis del mismo pero asumo que nació
como se gestan las cosas más locas y lindas de la vida, entre copas, en una
enriquecedora charla de madrugada entre dos tocayos uno narrador e inclemente
cuentista Paceño (Christian Kanahuaty) y otro poeta futbolero ecuatoriano)
(Cristian López Talavera). En todo caso, el haber sido invitado es un orgullo y
me otorga la oportunidad de que mi narrativa sea conocida en un país hermano
como Ecuador. Estoy feliz por eso y espero que permita que nuevos puentes se
tiendan y la espuma de la palabra trascienda la cordillera de vuelta y se
instale en Bolivia.
Al final, la literatura tiene la capacidad de romper las fronteras, no
necesita pasaporte, es del que lea y donde lo lea. En esa medida la antología
es un encuentro interesante en escritores y escritoras de dos países con mucho
en común y espero sinceramente que permita un encuentro de voces que perdure en
el tiempo.
- Alex es un tributo a la obra
de Roberto Bolaño. Cuéntame el proceso de creación de tu cuento.
- Evidentemente, en Alex hay una clara
referencia a Roberto Bolaño, a Putas Asesinas y tangencialmente a Los detectives salvajes, al referirme a la
historia de Alicia Escaffo. Sin embargo, es también un homenaje a las mujeres
combativas, indignadas y valientes y una parodia al personaje femenino de Putas asesinas, en el buen sentido del término.
En la construcción me apropié de algunos elementos del cuento de Roberto Bolaño
y los torcí un poco, matizándolos con aspectos actuales, con referentes
inevitables de la música y el cine que influyen mucho en mi obra.
Por otro lado, es también una forma de reivindicar a las mujeres que
toman revancha desde un acto de violencia y en esa medida se inspiró en mujeres
reales que conocí, atrapadas, encadenadas, dependientes, como Alex. Inmersas en historias perversas
de las que buscan la salida y a la vez no quieren irse, algunas lo logran,
otras acaban muertas.
Alex como parte del Acto de agua es también una historia de
violencia de género, de esa asumida como parte del amor, de esa que te atrapa y
se resuelve con más violencia, de ahí a que sea la mejor vía o no, no es tema
de esta historia al final como me dijo una amiga ¿Quién no quisiera hacer lo
que hizo Alex?
- ¿Qué le interesa narrar a
Paul Tellería?
- El resultado de aquella disputa intensa entre la vida y la muerte, lo
cotidiano, lo que dispara en mi palabra una historia de carne y hueso, una
buena película, un encuentro, un viaje, un buen libro. Me considero parte de
una generación de escritores bisagra entre la generación Mac Ondo que surgió en
los años noventa como forma de separarse de la escuela del realismo mágico y que incluye
escritores como Edmundo Paz Soldán, Sergio Gómez y Alberto Fuguet y aquella
post generación X que defiende una literatura en la que se rechazan elementos
locales y que busca la construcción de historias globales vaciadas de cualquier
referencia local, a tono con un mundo cada vez más pequeño e interconectado y
que en Bolivia trae voces de una fuerza impresionante y arrolladora como
Liliana Colanzi, Sebastián Antezana, Rodrigo Hasbún, Wilmer Urrelo, por nombrar
a algunos.
En esa medida creo que como narrador soy de los que insiste que uno al
escribir no puede abstraerse de su realidad social e histórica, en eso coincido
con Daniel Link cuando dice que la literatura no puede pensarse separadamente
de las tensiones de su tiempo. Uno no puede escribir como un acto solitario y
onanista, no es posible pretender escribir sin que lo escrito lleve a
formularnos preguntas sobre el presente, la relación de uno mismo con el tiempo
actual, con el lugar geográfico y social que ocupamos.
Tu pregunta me lleva también a recordar las palabras de la escritora
cruceña Giovanna Rivero, en relación a los textos del Acto de agua “El enorme encargo que esta
escritura asume consiste, precisamente, en suturar sus existencias nuevamente mutiladas,
esta vez por el olvido, la impunidad, la naturalización sistemática de una
cultura enferma, las estúpidas expectativas sobre los géneros o, simplemente,
la indiferencia” En esa medida creo que algo de eso hay en mi narrativa, una
forma de escritura por encargo, auto impuesta desde la voz de otro que me lleva
a escribir como acto de incomodar, no de distraer o divertir. En pocas, tengo
una recurrente necesidad de escribir sobre la muerte, sobre la violencia, sobre
aquello que nos muestra los peores lados del ser humano y a la vez nos permite
creer en que puede haber algo más, en ese sentido pienso que cuando escribo
aporto un poco a recoger la basura y la miseria humana, la mía y la ajena, para
encerrarla entre paredes de ficción.
Por eso puedo decirte que me interesa narrar sin sustraerme de mi
tiempo, de la realidad que me convoca, mirando de frente a lo que nos incomoda,
la mayor de las veces desde sus lados más oscuros y frente a la pregunta ¿Si es
posible o válida en este tiempo una narrativa comprometida con la realidad que
te convoca como escritor? No lo sé, en todo caso habría que preguntarle a
Michel Houellebecq que en su última novela Sumisión toma elementos de
la Francia de este tiempo para construir una realidad en el año 2022 que hoy
por hoy luego del 13 N incomoda y lleva a preguntarnos sobre el papel de la
literatura en la sociedad actual y esto de que la realidad copia a la ficción,
pero bueno ese sería tema de otra charla.
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