sábado, 3 de octubre de 2015

Comentario

La maquinaria de los secretos, o la nueva moral


Reseña de la novela del beniano Homero Carvalho, recién reeditada por editorial Kipus.



Pablo Vera 

En la novela La maquinaria de los secretos, de Homero Carvalho, hay dos particularidades que merecen ser consideradas: el miedo y la destrucción premeditada o la nueva moral.
El miedo es la flaqueza del hombre, la dura batalla de la condición humana, la actitud natural del alma que necesita protección a causa de su debilidad. Si revisamos la Biblia o la historia vemos que Moisés tremoló de miedo en su primer encuentro con Dios, o que los existencialistas se desesperaban ante el tiempo y la muerte; y nosotros, los contemporáneos, ¿a qué le tememos?
El miedo tiene poder, da poder y puede abatir como ser abatido. Esta sensación es la que  plantea Carvalho, no solo como escudo de los servicios secretos de Estado, sino también como la “heurística del terror” y como su “principal arma de persuasión”.
El miedo, dice, ha determinado nuestra humanidad, nuestra visión y nuestra perspectiva a través de religiones, dogmas y filosofías, moldeando nuestra conciencia que nos lleva a buscar espontáneamente protección, y que además ocasiona en nosotros el temor a infringir las “normas” determinadas por nosotros mismos.
Bajo esta premisa, las sociedades avanzan a través del tiempo, y en este trance nace una nueva moral, una ética destructora y premeditada, tentadora y fatal en la que los justos caen, los valientes flaquean y los firmes trastabillan.
Esta moral, en la novela, nace a raíz de los planes y estrategias premeditadas por las agencias secretas para destruir a los sediciosos e insurrectos, y se consolida con el nuevo orden mercantil, político y social, impulsado desde la capital del mundo, New York.
Estos agentes, ávidos de poder, traman meticulosamente estrategias secretas para apoderarse de sociedades enteras y, una vez logrado, rumian su ventaja desaforada (con las nuevas tecnologías de comunicación a su favor), poniendo en blanco a aquellos que estorban sus macabros planes.
De esta manera, este nuevo orden se apropia de la privacidad, reputación y libertad de las personas. Su política es intervenir los correos electrónicos de sus rivales, incorporar dispositivos electrónicos de clonación de computadoras de escritores o intelectuales que no van por su corriente, sobornar, conspirar, vigilar, usurpar, falsear, etc. Y si alguien se resiste o evade sus fechorías, o responde perspicazmente dando indicios de que en el futuro podría convertirse en una grave amenaza, no duda, el poder, en emplear las “técnicas de persuasión” que consisten en degradar hasta lo más bajo a las víctimas, sin el más mínimo sentimiento de compasión.
En esta novela hay tres personajes que son víctimas de los agentes secretos solo por haber buscado alienar su entorno: el candidato político, el joven poeta y el intelectual que escribía para muchos diarios. ¡Qué terrible forma de aplastarlos! Veamos un fragmento en donde el poeta es manipulado con la técnica de persuasión:
“Así que, poco a poco, le fueron atrayendo con el canto de la droga y le fueron llevando a las casas clandestinas que mantiene Inteligencia en barrios de la ciudad; reductos protegidos por ellos y previamente arreglados con toda la tecnología para grabar y filmar todo lo que sucedía adentro. Cuando los visitantes se iban el poeta se quedaba a seguir consumiendo cocaína de alta pureza proporcionada por Inteligencia [a] través de pushers callejeros, hasta que el muchacho yo no tenía dinero y entonces era obligado a hacer cosas inmundas para obtener más droga y seguir consumiendo”. (Pág. 139).
Carvalho, que al comienzo se había adentrado intrépido y osado a ese mundo desvariado, de entes y cibernética para desentrañar los secretos files de Inteligencia, cae también preso en las telarañas del nuevo orden. Por tanto, pierde la esperanza y alimenta cada vez más la idea de que nadie puede hacer frente a estas organizaciones secretas y cree que es imposible hacer algo al respecto a menos que apartemos el miedo de nuestras vidas.
De esta manera, el autor desenlaza e epiloga su embestida fatalmente. En esta actitud, creemos, se ve reflejada la condición del hombre moderno que ha perdido la esperanza de vivir bajo la vieja y tradicional moral.
Observemos cómo nos presenta a Zacarías, su personaje principal, que después de haber trabajado durante toda su vida para Inteligencia queda bagazo, seco, sin identidad, casi sin vida ni amor: “...continuó mirando sus piernas, las notó flacas y huesudas [...] tenía que quererse o seguir solo por el resto del mundo” (92).
Zacarías es, pues, el prototipo ideal de la situación del hombre moderno, sin fe ni esperanza, consumido por la angustia del instante, solo, con un vacío interior y con una gran necesidad de amor y aceptación.
Por otro lado, Carvalho nos presenta la realidad actual del hombre en relación con la ciencia. Frente a las manipulaciones secretas de las sociedades por los agentes secretos, casi siempre sustentadas en las tecnologías cibernéticas, la particularidad del ser humano es crítica. Nosotros somos personas -el resultado del polvo de la vida más el aliento de vida-, y como tales debemos conservarnos ante cualquier intromisión dañina. Ante la relación hombre-ciencia debe haber un límite. No podemos alterar nuestra naturaleza al acondicionarnos a la cibernética, pues implicaría la alteración de nuestra condición y, en consecuencia, de nuestra naturaleza.
Carvalho parece advertirnos ante la maquinización del hombre y su ambición por controlar el mundo como su único y absoluto propósito. Parece recordarnos una y otra vez que nuestras vidas carecen de privacidad bajo el nuevo código social que nos seduce y manipula con tentaciones, mercadeos, pestes, etc.

Finalmente, desde la perspectiva puramente literaria, aventuro que La maquinaria de los secretos es más una obra documental que de ficción; claro está que Carvalho obró osada y valientemente, pero no lo suficiente como para dejar de lado la literatura y recurrir directamente al ensayo. 

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