Hola, muñeca satánica
Entre crónica y ficción, una inquietante descripción, premonición del chicuelo.
Wilmer Urrelo
Hola, muñeca satánica.
Al fin ya todos duermen en este momento y por eso te pido
que me escuches, te ruego que respondas a algunas preguntas. ¿Estás lista? Ahora
viene el horror, muñeca satánica: deseo saber dónde te confeccionaron, en qué
lugar de este extraño mundo te construyeron. De dónde vienes, quién eres y
cuáles son tus poderes.
Descúbrete, grita, aúlla tu origen.
Hola, muñeca satánica.
Para ser sincero me encantaría tener el dato, poder
abordar el verdadero significado de tu mirada. La mirada de la muñeca satánica,
fíjense en ella. ¿A cuántos niños espantaste a lo largo de tu existencia? ¿Cuántas
telas, cuántos paños o qué cosas le habrán puesto en la cabeza para evitar esos
ojos? ¿Cómo haremos para que no nos mire así? Hola, muñeca satánica, dime cómo
es tu voz, a qué suenan tus vocales, qué misteriosas profundidades tienen tus
frases, qué enigmas de la carne de los muertos estás en la capacidad de
contarme.
Hola, muñeca satánica.
Sepa, don Chicuelo, que a mí esa muñeca me hablaba por
las noches, justo cuando se hacía silencio en mi casa. Mientras que a mí me susurraba
a los oídos cosas como las siguientes: sé qué es el mal, conozco cómo es la
desgracia de la humanidad.
Hola, muñeca satánica.
Cuéntame quién te peinó por primera vez, qué mano fue la
autora de esos bucles (y del rostro mancillado también). La garra de quién, las
uñas de quién, el cerebro de quién definió que el cabello sea una de las partes
más maléficas y oscuras de tu ser. ¿Quién eres, muñeca satánica, a cuántos
arruinaste la vida? Enumérame (te lo ruego) la cantidad de existencias que
echaste a perder. ¿O serás tú, muñeca satánica, la causante de estos versos de
Pablo de Rokha?: “…llorando estoy, botado, con el badajo de la campana del
corazón hecho pedazos”.
Hola, muñeca satánica.
Confiesa, con la voz de tormenta demencial con la que
seguro les hablabas a los niños que pasaron por tu existencia, descríbeme cómo
es la vida más allá de este mundo, cómo es aquel infierno al que tanto le teme
la gente y que a lo mejor es más divertido que el cielo. Háblame también de los
seres que confeccionaron ese vestido, cuánto tardaron, cómo lo hicieron, qué dificultades
tuvieron. Dime a qué siglo pertenece, de qué parte del mundo salió.
Hola, muñeca satánica.
Te ruego que me hables del espeso mal que habita en esa
misteriosa cartera. ¿Qué pasa si la abro, muñeca satánica? ¿Cuántos siglos la
cargas contigo? Ah, muñeca satánica, qué lugares habrás recorrido, en cuántas
cajas habrás habitado por siglos y siglos sin que una mano humana se posara
sobre vos. Dime a qué sabe la soledad, muñeca satánica, cómo son sus formas
cuando estás encerrada por tanto tiempo. Cuenta, muñeca satánica, qué calidad tenía
la luz de tus ojos cuando observaron el día en que te volvieron a descubrir. Mirá,
una muñeca, ¿tendrá algún valor?, no creo, a lo mejor no, aunque a lo mejor le
gusta a tu primita. Y esa niña, muñeca satánica, ¿qué habrá sido de ella?,
¿cuánto tiempo habrá sido tu dueña?
Hola, muñeca satánica.
Cuéntame cuáles fueron las primeras palabras que le
dijiste. Habla de una buena vez, dinos qué pasó luego, ¿fuiste a parar a una
nueva caja? ¿O la niña aterrada te habrá dejado abandonada en el algún tacho de
basura? Y ahí la muñeca satánica habrá sufrido sol, tormentas, ventarrones y como
ocurría en el guión de El exorcista y
quizá solo en esa oportunidad se produjo un cambio en tu rostro. “Las facciones
diabólicas revelan ahora una rabia temblorosa y salvaje…”.
Hola, muñeca satánica.
Dime algunos secretos de este mundo, de este país. Dime,
por ejemplo, quién será el primer boliviano que morirá ahogado en el mar
recuperado. Y al fin me respondes, al fin escucho tu voz de muerta, de nicho
aún fresco: si la justicia poética existe será el de Chaparina, el actual embajador
de las cintas adhesivas, Chicuelo. Será él.
Entonces, en algún momento del pasado, esas facciones se
habrán serenado porque te encontraste con alguien de mi familia. Al fin un
hogar. Esa persona te habrá levantado, te habrá llevado hasta tu nueva casa y habrás
vivido ahí al interior de una vitrina. ¿Quiénes te acompañaron por esa época,
muñeca satánica? Vasos de vidrio, un niño Dios, platos, platillos y otros
adornos igual de insignificantes. Y desde ahí observé el paso de la gente, el
paso de los días y de los meses y de los años y vi nacer a tus familiares y fui
cómplice, Chicuelo, de la desgraciada muerte de muchos de ellos. También habrás
sido el telón de fondo y la consecuencia de innumerables desgracias. De
muchísimas malas noticias, muñeca satánica. Y también de robos y traiciones,
Chicuelo, sobre todo de robos y traiciones. Tú, muñeca satánica, con la mirada
fija y con el mal inconmovible. ¿Cuántos años pasaste metida ahí adentro?,
¿cuántos años hasta que otra mano anónima te habrá sacado de ahí para que
llegues hasta mí?
Hola, muñeca satánica.
Ignoro, muñeca satánica, por qué solo recién ahora,
después de casi diez años, te presto atención. No sé por qué un día cualquiera levanto
la cabeza y al fin sé cuán perturbadora es tu presencia a un costado de mi
escritorio. Estaré ahí para siempre, Chicuelo, ya te fregaste, ¿para qué me hablaste,
entonces?
Hola, muñeca satánica.
O dime por qué, de la nada, me duele tanto el estómago
cuando termino de escribir sobre vos.
Estremecido, destrozado, con un profundo horror ya: como
si algo estallase dentro de mí.
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