Rubén Vargas y la revista Vuelta
El siguiente texto es un fragmento del artículo “Rubén Vargas y las revistas literarias”, que se publicará en la revista Zorro Antonio N° 12 de la carrera de literatura de la UMSA.
Omar Rocha Velasco
El primer texto de Rubén Vargas que aparece en la
revista Vuelta está fechado en julio
de 1989[1],
corresponde al número 152 y es una reseña de El árbol y la piedra, poetas contemporáneos de Bolivia, de Eduardo
Mitre.
Este es un gesto importante porque el inicio de una
serie de textos reseñados en esa revista tan importante, tiene que ver con la
poesía boliviana, otra de sus pasiones. La primera idea es contundente y
aparece sin vacilaciones: “la más fecunda de las tramas de la literatura
boliviana es la poesía”. Luego el texto muestra que a pesar de la circulación
limitada (ediciones reducidas) y el desconocimiento de la poesía boliviana
fuera de sus fronteras, “ésta no ha dejado de prodigarse en la invención de
singulares universos”.
Por otro lado, Rubén hace una afirmación realmente
iluminadora, me atrevería a decir que es un método de aproximación crítica a la
poesía boliviana: “Antes que en vetas o filones, temáticos o estilísticos,
seguidos y trabajados consecuentemente por autores distintos, la poesía
boliviana ha dado en manifestarse, por decirlo de alguna manera, en nudos de
intensidad cifrados, frecuentemente, en el nombre de un poeta”.
En esta reseña Rubén Vargas valora los estudios y la
antología hecha por Eduardo Mitre, cree que “el instrumental analítico” es
preciso y que se pone en juego un doble movimiento: dar cuenta de las tramas
internas y establecer relaciones. Finalmente, cuestiona, a su juicio, el único
error de la antología, no haber incluido a Eduardo Mitre (el propio
antologador) dando realce a la frase que cuestiona toda antología, pues éstas
valen más por las ausencias que por las presencias.
En este mismo número 152 de la revista Vuelta, aparece una reseña de Eduardo Milán sobre el libro de Rubén
Vargas Señal del cuerpo (1987). En
poesía todo mapa es un mapa de la lengua, dice Milán al emprender la lectura de
esos breves poemas de Rubén, uno de los méritos que el escritor mexicano ve en
este libro, es que se trata de una resistencia, una insistencia en la
“tradición de la ruptura” que algunos poetas han abandonado, en efecto, ante el
retroceso de poéticas vuelven a espacios anteriores a la vanguardia, el libro Señal del cuerpo no pretende esos
tiempos formales más tranquilos, al contrario, sigue la exploración la búsqueda
de esos medios expresivos preocupados por la materialidad del poema, la textura,
la página en blanco, etc.
Milán emparenta la poesía de Rubén a la de Mitre en la
preocupación por la forma y encuentra la presencia de Octavio Paz en su zona
más crítica de la poesía.
Rubén como colaborador de Vuelta se dedicó sobre todo a reseñar libros de poesía, su
participación, entonces, estuvo centrada en la sección “Libros”, acercamiento e
invitación a la lectura, convite hecho por finos paladares.
Además del texto sobre la antología de Mitre, Rubén
publicó los siguientes textos en Vuelta:
Summa de Maqroll El Gaviero, de Álvaro Mutis, julio 1990; Poesía completa, de Efraín Huerta, agosto 1990; Historia, de David Huerta,
septiembre 1990; Ciudad de la
memoria, de José Emilio Pacheco, octubre 1990; Emblemas / Emblems y El monumento, de Mark Strand, noviembre de 1990; Veinte poemas para ser leídos en el
tranvía, Calcomanías y otros poemas, de Oliverio Girondo, diciembre 1990 ; El ala de la gaviota, de Enrique Molina, enero 1991; Antología, de Martín Adán, febrero
1991; Semáforos, semáforos, de Jaime Siles ; Fórmulas Para Cratilo, de Bernardo Schiavetta marzo 1991; La otra voz.
Poesía y fin de siglo, de Octavio
Paz, abril 1991; Origami para un día de lluvia, de
Manuel Ulacia; El libro de los Fracta, de Horacio Costa, mayo 1991; Todo lo que
sé, de Luis Miguel Aguilar junio 1991; Antología
poética, de Vicente Gerbasi, julio 1991; República de viento, de Aurelio Asiain agosto 1991; Chistes para desorientar a la poesía, de Nicanor Parra, octubre 1991; El ocre de los lodos, de Sergio Mondragón, enero 1992.
Estos textos son una verdadera revisión de la poesía
continental, cada uno de ellos puede ser leído como una de las piezas que dio
lugar a una poética que Rubén fue construyendo de a poco, con cuidado, con
minucia, con ese afán de leer/escribir.
¿Cómo leer este libro?, se pregunta ante la poesía
completa de Efraín Huerta y responde a través de una lectura “implícita” que
sitúa a Huerta en el horizonte de la poesía mexicana. La otra lectura es una
lectura en perspectiva, es decir, es un pequeño corte en todo el conjunto, el
coloquialismo, la intimidad-confesión, la ironía, son esas lecturas en
perspectiva que “recortan el perfil de un recorrido”.
Del libro de Octavio Paz La otra voz…, Rubén Vargas recoge dos actos que fusionan la labor
del intelectual de fin de siglo: defensa de la poesía y defensa de la libertad,
se trata de la conciencia de quien reflexiona sobre el arte y la política de su
tiempo, una conlleva a la otra inevitablemente -esta “doble” acción convertida
en una, fue claramente asumida por Rubén Vargas en su labor periodística,
docente y literaria.
[1] Hace
poco Benjamín Chávez me contó que trabajando en una antología de poetas
orureños, encontró errores repetitivos en las fechas de publicación de varios
libros que aparecen en reseñas y obituarios, son errores que se originan en
alguna enciclopedia o reseña matriz e insisten hasta que alguien se ocupa de ir
a la fuente. Algo así pasó con los años en los que Rubén Vargas Portugal
participó la revista Vuelta, alguien
escribió “Rubén fue colaborador de la revista Vuelta (1990 – 1992)” y el error cundió como viruela.
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