Premio “Franz Tamayo”. Dos
comentarios, varios apuntes
Elucubraciones sobre el cuento en Bolivia, a partir del premio más importante del género.
Martín Zelaya Sánchez
¿Hasta qué punto es onanista escribir sobre escribir? ¿Cuán
soberbio y estéril es crear protagonistas de relatos o novelas que sean escritores
y tramas que giren alrededor de las peripecias frente a una hoja en blanco o
las tribulaciones del mercado editorial?
Enrique Vila Matas, uno de los autores hispanohablantes más
en boga y multipremiado tiene ésta recurrente muletilla que agrada y genera
rechazo casi por igual. Maximiliano Barrientos, uno de los mejores narradores
bolivianos rechazó varias veces abiertamente esta tendencia temática, y la
prolífica obra del español, en particular.
Yendo al grano… vamos a ahondar en estas líneas en la
literatura sobre literatura, sí, a propósito del cuento ganador y del segundo
lugar (El otro muro, de Pedro
Albornoz, y Todo lo que soy será tuyo,
de Guillermo Ruiz, respectivamente) del reciente Premio Nacional de Cuento
“Franz Tamayo”, uno de los certámenes literarios más importantes del país, y el
más tradicional y antiguo, con certeza; pero sobre todo, reflexionaremos -so
pretexto de comentar los principales relatos del volumen con ocho piezas que
acaba de publicar la editorial paceña 3600- sobre el cuento en Bolivia, desde
las voces: la promoción y difusión del “Tamayo” y otras iniciativas, y desde
los silencios: lo que no se ve, pero se siente; los no premiados, los no
participantes, etc..
El otro muro
Una escritora exitosa y obsesiva que se mete tanto en su
papel que termina a merced de su personaje, de su engendro, creado a su imagen
y semejanza: un prometedor narrador que espera lograr su obra maestra para lo
cual solo le hace falta un giro preciso e inesperado que está en manos, claro,
de su marionetista.
No es difícil adivinar el desenlace, y esa es una de las
debilidades del relato de Albornoz quien, pese a que demuestra un buen dominio
de recursos -“maneja varios niveles, construye un mundo ficticio sólido y tiene
un manejo de lenguaje coherente”, según determinó el jurado- no logra redondear
el texto, ni siquiera con la técnica, interesante aunque ya nada original, de
supeditar el tono y administración de la trama a un formato epistolar -la
autora le narra en una carta todas sus tribulaciones a su confidente y albacea-
perfectamente prescindible.
Todo lo que soy será tuyo
Tiene como figura central a un estudiante de letras
aspirante a escritor, pero está mejor resuelto y resulta más natural y fluido,
y por lo tanto, se deja leer con mayor gusto.
Un latino alumno en una universidad francesa, logra
conquistar a una de las femme fatale de
su clase y, para el colmo de su suerte, casi se instala en la casa en la que
ella vive con su madre, una experta en literatura latinoamericana con una
biblioteca de envidia, pero más de un oscuro misterio.
La habilidad y oficio de Ruiz se evidencian en los diálogos,
las situaciones secundarias y, claro en que en este caso el personaje escritor
y la temática literaria cuajan bien como gatilladores de una trama central que
es otra.
Que esta escueta aproximación a los dos cuentos premiados en
la XLI edición del “Franz Tamayo”, valgan para un par de reflexiones más.
Divagando
¿Cuántos clásicos de la literatura boliviana recurren a este
lugar común? ¿Es un lugar común? ¿Está bien o está mal de entrada, o depende de
cómo se lo plasme?
Por lo pronto, como ya dijimos, Maxi Barrientos, reniega de
este tipo de narrativa. Hace algunas semanas, expresó una dura opinión sobre
Vila Matas desde su cuenta de Twitter: “escribamos más novelas protagonizadas
por escritores en las que la cultura letrada se celebre de forma narcisista y
sigamos ganando premios”, y días después agregó: “Escribe novelas que tratan
sobre novelas (lo que es vergonzosamente endógeno) con la peor prosa del
idioma”.
Desde 1999 cuando el tradicional concurso del Municipio
paceño resurgió –premiando a Ana María Grisi por su cuento China Supay- ha tenido 18 convocatorias consecutivas (la última se
cerró hace pocos días), ha pasado de editarse por Alfaguara a 3600 –tras
recalar también en Gente Común- ha incrementado aceptablemente su premio (de
siete a 20 mil bolivianos) y aparte de algunos retrasos que hicieron que un par
de veces se editen dos libros en un año, solo hubo una interrupción no exenta
de polémica: una gestión se declaró desierta y despertó una fuerte polémica
recordada como “los Destamayados”.
No ahondaremos en ello ahora. Sí, no obstante, en la
incidencia del “Tamayo” en la cuentística boliviana. ¿Cuán importante es para
los autores ganarlo, y es correcto su formato?
Haciendo una somera revisión a las ediciones de estos tres
últimos lustros, se pueden ver entre los ganadores a un par de nombres luego
consolidados: Giovanna Rivero y Willy Camacho, por citar a dos. Se puede
también encontrar muchos nombres hoy relevantes entre los finalistas: Edmundo
Paz Soldán y Rodrigo Hasbún, por citar a dos; pero sobre todo, se puede ver que
muchos ganadores no publicaron nunca más, salvo antologías y otras colecciones
de premios: Mabel Vargas, Francisco
Cajías y Virginia Ruiz, por mencionar solo a tres.
¿Querrá decir que pese a su prestigio e innegable vigencia,
el “Tamayo” no es la gran plataforma que se esperaría? ¿Será que solo es un
escaparte de mediano nivel y por ello ya no participan -al menos, no ganan ni
logran menciones- los Paz Soldán, Rivero, Hasbún, etc., y sí en cambio hay
algunos noveles y no tan noveles autores que repiten dos, tres o hasta cuatro
menciones y siguen porfiando?
¿Será que nada de esto, y por eso rematados y consolidados
cuentistas como Manuel Vargas o Adolfo Cáceres Romero nunca mandaron sus
cuentos (o si lo hicieron nunca ganaron ni siquiera una mención)? ¿Queda alguna
edición de este premio, al menos desde su resurgir a fines de los 90 en la
“memoria” literaria nacional, como sí ocurre al menos con un par de las novelas
ganadoras del Premio Nacional de Novela? (Me arriesgo a nombrar a Potosí 1600 de Ramón Rocha Monroy, que
estuvo cerca de ingresar a las 15 novelas fundamentales y a la Biblioteca del
Bicentenario).
Por otro lado, todo el que lee año tras año las antologías
del “Tamayo” coincidirá en que el nivel es muy disparejo entre las piezas
ganadoras y las menciones. ¿No será por ello necesario, que el premio se dé a
un libro de cuentos y no solo a un relato? ¿Es esto factible? Hay centenares de
premios para novelas y poemarios en el mundo, ¿cuántos concursos relativamente
prestigiosos premian a libros de cuentos?
Para no arriesgar preguntas y respuestas en solitario, vamos
con un par de breves citas. ¿De qué hablan los cuentos? En el ensayo “Lo
nacional ficcional en Bolivia”, prólogo de la Antología del Concurso Municipal de Literatura Franz Tamayo (editorial
3600, 2013) en la que Sebastián Antezana reúne a 12 de los mejores cuentos
premiados o con mención en el “Tamayo” entre 2006 y 2012, escribe: “En esta
docena de textos podrían encontrarse algunas claves que permitan configurar un
correlato de la coyuntura nacional. Pero más importante aún, en ellos puede
encontrarse todo lo que en otros textos oficiales y no oficiales se deja de
decir sobre Bolivia hoy, su desarrollo cultural, sus preocupaciones artísticas,
sus tensiones lingüísticas, sus desafíos estéticos, sus pulsiones
ideológicas…”.
¿Nuevas tendencias o corrientes? En el texto introductorio
de Memoria emboscada (Alfaguara,
2013) una compilación que reúne 12 relatos de 12 destacados autores
contemporáneos, Willy Camacho señala: “Considerando los relatos que conforman
este libro, es posible considerar que la narrativa boliviana contemporánea está
explorando nuevas vetas, alejadas de las que alimentaron la ficción de gran
parte del siglo XX (…) es un proceso que a lo largo de cinco lustros ha ido
configurando un panorama amplio y diverso, donde los estilos, recursos,
técnicas y discursos son variados y las temáticas tienden hacia la
universalidad…”. Divagando sobre el “Tamayo” y el cuento en Bolivia. Nada más.
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