sábado, 10 de octubre de 2015

Comentario

Premio “Franz Tamayo”. Dos
comentarios, varios apuntes

Elucubraciones sobre el cuento en Bolivia, a partir del premio más importante del género.



Martín Zelaya Sánchez

¿Hasta qué punto es onanista escribir sobre escribir? ¿Cuán soberbio y estéril es crear protagonistas de relatos o novelas que sean escritores y tramas que giren alrededor de las peripecias frente a una hoja en blanco o las tribulaciones del mercado editorial?
Enrique Vila Matas, uno de los autores hispanohablantes más en boga y multipremiado tiene ésta recurrente muletilla que agrada y genera rechazo casi por igual. Maximiliano Barrientos, uno de los mejores narradores bolivianos rechazó varias veces abiertamente esta tendencia temática, y la prolífica obra del español, en particular.
Yendo al grano… vamos a ahondar en estas líneas en la literatura sobre literatura, sí, a propósito del cuento ganador y del segundo lugar (El otro muro, de Pedro Albornoz, y Todo lo que soy será tuyo, de Guillermo Ruiz, respectivamente) del reciente Premio Nacional de Cuento “Franz Tamayo”, uno de los certámenes literarios más importantes del país, y el más tradicional y antiguo, con certeza; pero sobre todo, reflexionaremos -so pretexto de comentar los principales relatos del volumen con ocho piezas que acaba de publicar la editorial paceña 3600- sobre el cuento en Bolivia, desde las voces: la promoción y difusión del “Tamayo” y otras iniciativas, y desde los silencios: lo que no se ve, pero se siente; los no premiados, los no participantes, etc..

El otro muro
Una escritora exitosa y obsesiva que se mete tanto en su papel que termina a merced de su personaje, de su engendro, creado a su imagen y semejanza: un prometedor narrador que espera lograr su obra maestra para lo cual solo le hace falta un giro preciso e inesperado que está en manos, claro, de su marionetista.  
No es difícil adivinar el desenlace, y esa es una de las debilidades del relato de Albornoz quien, pese a que demuestra un buen dominio de recursos -“maneja varios niveles, construye un mundo ficticio sólido y tiene un manejo de lenguaje coherente”, según determinó el jurado- no logra redondear el texto, ni siquiera con la técnica, interesante aunque ya nada original, de supeditar el tono y administración de la trama a un formato epistolar -la autora le narra en una carta todas sus tribulaciones a su confidente y albacea- perfectamente prescindible.

Todo lo que soy será tuyo
Tiene como figura central a un estudiante de letras aspirante a escritor, pero está mejor resuelto y resulta más natural y fluido, y por lo tanto, se deja leer con mayor gusto.
Un latino alumno en una universidad francesa, logra conquistar a una de las femme fatale de su clase y, para el colmo de su suerte, casi se instala en la casa en la que ella vive con su madre, una experta en literatura latinoamericana con una biblioteca de envidia, pero más de un oscuro misterio.
La habilidad y oficio de Ruiz se evidencian en los diálogos, las situaciones secundarias y, claro en que en este caso el personaje escritor y la temática literaria cuajan bien como gatilladores de una trama central que es otra.
Que esta escueta aproximación a los dos cuentos premiados en la XLI edición del “Franz Tamayo”, valgan para un par de reflexiones más.

Divagando
¿Cuántos clásicos de la literatura boliviana recurren a este lugar común? ¿Es un lugar común? ¿Está bien o está mal de entrada, o depende de cómo se lo plasme?
Por lo pronto, como ya dijimos, Maxi Barrientos, reniega de este tipo de narrativa. Hace algunas semanas, expresó una dura opinión sobre Vila Matas desde su cuenta de Twitter: “escribamos más novelas protagonizadas por escritores en las que la cultura letrada se celebre de forma narcisista y sigamos ganando premios”, y días después agregó: “Escribe novelas que tratan sobre novelas (lo que es vergonzosamente endógeno) con la peor prosa del idioma”.
Desde 1999 cuando el tradicional concurso del Municipio paceño resurgió –premiando a Ana María Grisi por su cuento China Supay- ha tenido 18 convocatorias consecutivas (la última se cerró hace pocos días), ha pasado de editarse por Alfaguara a 3600 –tras recalar también en Gente Común- ha incrementado aceptablemente su premio (de siete a 20 mil bolivianos) y aparte de algunos retrasos que hicieron que un par de veces se editen dos libros en un año, solo hubo una interrupción no exenta de polémica: una gestión se declaró desierta y despertó una fuerte polémica recordada como “los Destamayados”.
No ahondaremos en ello ahora. Sí, no obstante, en la incidencia del “Tamayo” en la cuentística boliviana. ¿Cuán importante es para los autores ganarlo, y es correcto su formato?
Haciendo una somera revisión a las ediciones de estos tres últimos lustros, se pueden ver entre los ganadores a un par de nombres luego consolidados: Giovanna Rivero y Willy Camacho, por citar a dos. Se puede también encontrar muchos nombres hoy relevantes entre los finalistas: Edmundo Paz Soldán y Rodrigo Hasbún, por citar a dos; pero sobre todo, se puede ver que muchos ganadores no publicaron nunca más, salvo antologías y otras colecciones de premios: Mabel Vargas, Francisco  Cajías y Virginia Ruiz, por mencionar solo a tres.
¿Querrá decir que pese a su prestigio e innegable vigencia, el “Tamayo” no es la gran plataforma que se esperaría? ¿Será que solo es un escaparte de mediano nivel y por ello ya no participan -al menos, no ganan ni logran menciones- los Paz Soldán, Rivero, Hasbún, etc., y sí en cambio hay algunos noveles y no tan noveles autores que repiten dos, tres o hasta cuatro menciones y siguen porfiando?
¿Será que nada de esto, y por eso rematados y consolidados cuentistas como Manuel Vargas o Adolfo Cáceres Romero nunca mandaron sus cuentos (o si lo hicieron nunca ganaron ni siquiera una mención)? ¿Queda alguna edición de este premio, al menos desde su resurgir a fines de los 90 en la “memoria” literaria nacional, como sí ocurre al menos con un par de las novelas ganadoras del Premio Nacional de Novela? (Me arriesgo a nombrar a Potosí 1600 de Ramón Rocha Monroy, que estuvo cerca de ingresar a las 15 novelas fundamentales y a la Biblioteca del Bicentenario).
Por otro lado, todo el que lee año tras año las antologías del “Tamayo” coincidirá en que el nivel es muy disparejo entre las piezas ganadoras y las menciones. ¿No será por ello necesario, que el premio se dé a un libro de cuentos y no solo a un relato? ¿Es esto factible? Hay centenares de premios para novelas y poemarios en el mundo, ¿cuántos concursos relativamente prestigiosos premian a libros de cuentos?
Para no arriesgar preguntas y respuestas en solitario, vamos con un par de breves citas. ¿De qué hablan los cuentos? En el ensayo “Lo nacional ficcional en Bolivia”, prólogo de la Antología del Concurso Municipal de Literatura Franz Tamayo (editorial 3600, 2013) en la que Sebastián Antezana reúne a 12 de los mejores cuentos premiados o con mención en el “Tamayo” entre 2006 y 2012, escribe: “En esta docena de textos podrían encontrarse algunas claves que permitan configurar un correlato de la coyuntura nacional. Pero más importante aún, en ellos puede encontrarse todo lo que en otros textos oficiales y no oficiales se deja de decir sobre Bolivia hoy, su desarrollo cultural, sus preocupaciones artísticas, sus tensiones lingüísticas, sus desafíos estéticos, sus pulsiones ideológicas…”.
¿Nuevas tendencias o corrientes? En el texto introductorio de Memoria emboscada (Alfaguara, 2013) una compilación que reúne 12 relatos de 12 destacados autores contemporáneos, Willy Camacho señala: “Considerando los relatos que conforman este libro, es posible considerar que la narrativa boliviana contemporánea está explorando nuevas vetas, alejadas de las que alimentaron la ficción de gran parte del siglo XX (…) es un proceso que a lo largo de cinco lustros ha ido configurando un panorama amplio y diverso, donde los estilos, recursos, técnicas y discursos son variados y las temáticas tienden hacia la universalidad…”. Divagando sobre el “Tamayo” y el cuento en Bolivia. Nada más.



No hay comentarios:

Publicar un comentario