Desciframientos monumentales
Esta es una versión reducida del texto que el autor leyó el
pasado martes en el conversatorio “Arquitectura y literatura: entre patios,
puntos y comas”.
Alan Castro Riveros
No tiene sentido erigir monumentos en homenaje al hombre; el hombre no
necesita homenajes. El hombre necesita aprender. Y tal el monumento.
Jaime Saenz
Temple
La poesía es una obra continuada por generaciones, un
lenguaje que se descubre a sí mismo en su transcurso. En la arquitectura este
flujo que recorre las edades salta a la vista más claramente, pues comprobamos
que los monumentos arquitectónicos de la humanidad han tardado años e incluso
siglos en edificarse. El Temple Expiatori de La Sagrada Familia de Barcelona,
por ejemplo, comenzó a construirse hace 135 años por el arquitecto Antoni Gaudí
(1852-1926) y aún no ha sido terminado. Los arquitectos encargados actualmente
de aquella basílica vaticinan su finalización para 2026.
Además de la dificultad técnica para realizar La Sagrada
Familia después de la inesperada muerte de Gaudí, los arquitectos que lo
siguieron tuvieron que completar con su propio cacumen los planos y maquetas
que se quemaron en el incendio de 1936. Los arquitectos de la segunda
generación recordaron que Gaudí hablaba de su obra como una “biblia esculpida
en piedra”. Esta referencia literaria estructural se unió a cierta arqueología
que obligó a los implicados a reunir más de mil pedazos de maqueta y a apuntar
coincidencias sistemáticamente. Gracias a tal labor, la tercera generación de
arquitectos -surtida con cinco programas informáticos distintos al unísono y
una impresora 3D- va recomponiendo el diseño de Gaudí.
Pasajes
Habitar
significa dejar huellas.
Walter Benjamin
Los pasajes de París, escrutados por el escritor alemán
Walter Benjamin (1892-1940), se revelaron como la concreción del sueño
colectivo del siglo XIX. “Toda arquitectura colectiva del siglo XIX representa
la casa del colectivo onírico”, dice Benjamin. Cabe agregar que el Libro de los pasajes -como se ha dado en
llamar al proyecto monumental e inconcluso de Benjamin- era la continuación de un libro breve y
fascinante que el autor sí publicó: Calle
de dirección única. En este libro dedicado a la actriz radical Asja Lacis,
aparecen opúsculos reveladores de lo urbano y lo burgués: Terreno en construcción, Salita para desayunar, Arquitectura interior,
Oficina de objetos perdidos o Gasolinera
-texto este último que abre el libro con una constatación desafiante: «Nadie se
coloca frente a una turbina y la inunda de lubricante. Se echan unas cuantas
gotas en roblones y junturas ocultas que es preciso conocer». Estos roblones y
junturas aparecerían luego, poco a poco y con insospechados alcances frente a
los ojos de Benjamin, en la arquitectura de los pasajes.
El 30 de enero de 1928, Benjamin le escribe a su amigo
Gershom Scholem: «Cuando haya acabado de una u otra forma el trabajo del que en
este momento me ocupo con toda clase de precauciones, un ensayo sumamente
curioso y arriesgado, "Pasajes de París. Un cuento de hadas
dialéctico" (pues nunca he escrito con tanto riesgo de fracasar), se habrá
cerrado para mí un horizonte de trabajo -el de Calle de dirección única- (...) Los motivos profanos de Calle de dirección única se
multiplicaron en él de un modo infernal (...) Con todo, es un trabajo de pocas
semanas».
Las semanas para articular los empalmes del Libro de los pasajes se convirtieron en
años. El autor murió en 1940 sin terminar aquel curioso y arriesgado ensayo.
Los editores de Benjamin trabajaron con pedazos, apuntes, cartas, huellas.
Por otro lado, el riesgo que Benjamin hallaba en este
proyecto radicaba en la dificultad de hacer legible su visión alegórica de los
pasajes: cómo hacer leer en esas galerías de hierro y cristal la concreción del
sueño colectivo de la humanidad del siglo XIX recientemente terminado.
Orbis Tertius
El cuento Tlön, Uqbar,
Orbis Tertius de Jorge Luis Borges se me apareció un par de veces mientras
trataba de visualizar los lazos entre la literatura y la arquitectura. La
primera fue cuando leía algo sobre Urn
Burial de Sir Thomas Browne, justo después de pensar en los monumentos
funerarios y en la novela La tumba
infecunda de René Bascopé. Resulta que Urn
Burial es el texto que está siendo revisado por el protagonista de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius al final del
relato -en una «indecisa traducción quevediana».
Este relato de Borges incluido en Ficciones (1944) cuenta sobre un país inventado que poco a poco
(como si nada hiciera al proponer su extraño ordenamiento) se va a apoderando
de este mundo.
El narrador, después de varias pesquisas, descubre algunas
verdades sobre el origen de este país ficcional: «Una sociedad secreta y
benévola (que entre sus afiliados tuvo a Dalgarno y después a George Berkeley)
surgió para inventar un país [...] Al cabo de unos años de conciliábulos y de
síntesis prematuras comprendieron que una generación no bastaba para articular
un país. Resolvieron que cada uno de los maestros que la integraban eligiera un
discípulo para la continuación de la obra. Esa disposición hereditaria
prevaleció; después de un hiato de dos siglos la perseguida fraternidad resurge
en América [...] [El ascético millonario Ezra Buckley] le dice que en América
es absurdo inventar un país y le propone la invención de un planeta».
Tal planeta será año tras año este planeta.
Codex
Volví a Tlön, Uqbar,
Orbis Tertius después de recordar el Codex
Seraphinianus -la enciclopedia fabulosa de Luigi Serafini. En la
introducción a una entrevista de 2015 al autor, Katerina Babkina menciona el
relato de Borges como una influencia del Codex.
Luigi Serafini es un poeta, diseñador industrial y
arquitecto que ha creado un mundo imaginario con un lenguaje igualmente
imaginario. La Sociedad de Bibliófilos de la Universidad de Oxford hizo un
tremendo esfuerzo para descifrar el Codex
Seraphinianus; hasta que Serafini en persona tuvo que ir a confirmarles que
su libro no tenía sentido. El autor les dijo que si querían traducir el libro
debían hacerlo con un lenguaje también imaginario.
Italo Calvino, autor de Las
ciudades invisibles, hizo el prólogo a la primera edición del Codex. En aquella presentación titulada Orbis Pictus, Calvino dice: «Si el
lenguaje de Serafini tiene el poder de dar vida a este mundo cuya sintaxis es
tan extraña a nosotros, entonces bajo el misterio de su superficie
indescifrable debe contener otro misterio aún más profundo relacionado con la
lógica interna del lenguaje y del pensamiento».
Habrá que mencionar finalmente que ante la pregunta de si el
Codex es una obra terminada, Serafini
responde en la entrevista: «Cuando esté muy viejo para continuar, llamaré a una
competición y elegiré a la persona que hará las adiciones al Codex después de mí».
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