domingo, 30 de abril de 2017

Letra sincrónica

Desciframientos monumentales

 Esta es una versión reducida del texto que el autor leyó el pasado martes en el conversatorio “Arquitectura y literatura: entre patios, puntos y comas”.




Alan Castro Riveros 

No tiene sentido erigir monumentos en homenaje al hombre; el hombre no necesita homenajes. El hombre necesita aprender. Y tal el monumento.
Jaime Saenz

Temple
La poesía es una obra continuada por generaciones, un lenguaje que se descubre a sí mismo en su transcurso. En la arquitectura este flujo que recorre las edades salta a la vista más claramente, pues comprobamos que los monumentos arquitectónicos de la humanidad han tardado años e incluso siglos en edificarse. El Temple Expiatori de La Sagrada Familia de Barcelona, por ejemplo, comenzó a construirse hace 135 años por el arquitecto Antoni Gaudí (1852-1926) y aún no ha sido terminado. Los arquitectos encargados actualmente de aquella basílica vaticinan su finalización para 2026.
Además de la dificultad técnica para realizar La Sagrada Familia después de la inesperada muerte de Gaudí, los arquitectos que lo siguieron tuvieron que completar con su propio cacumen los planos y maquetas que se quemaron en el incendio de 1936. Los arquitectos de la segunda generación recordaron que Gaudí hablaba de su obra como una “biblia esculpida en piedra”. Esta referencia literaria estructural se unió a cierta arqueología que obligó a los implicados a reunir más de mil pedazos de maqueta y a apuntar coincidencias sistemáticamente. Gracias a tal labor, la tercera generación de arquitectos -surtida con cinco programas informáticos distintos al unísono y una impresora 3D- va recomponiendo el diseño de Gaudí.

Pasajes
                                                                                             Habitar significa dejar huellas.
Walter Benjamin

Los pasajes de París, escrutados por el escritor alemán Walter Benjamin (1892-1940), se revelaron como la concreción del sueño colectivo del siglo XIX. “Toda arquitectura colectiva del siglo XIX representa la casa del colectivo onírico”, dice Benjamin. Cabe agregar que el Libro de los pasajes -como se ha dado en llamar al proyecto monumental e inconcluso de Benjamin-  era la continuación de un libro breve y fascinante que el autor sí publicó: Calle de dirección única. En este libro dedicado a la actriz radical Asja Lacis, aparecen opúsculos reveladores de lo urbano y lo burgués: Terreno en construcción, Salita para desayunar, Arquitectura interior, Oficina de objetos perdidos o Gasolinera -texto este último que abre el libro con una constatación desafiante: «Nadie se coloca frente a una turbina y la inunda de lubricante. Se echan unas cuantas gotas en roblones y junturas ocultas que es preciso conocer». Estos roblones y junturas aparecerían luego, poco a poco y con insospechados alcances frente a los ojos de Benjamin, en la arquitectura de los pasajes.
El 30 de enero de 1928, Benjamin le escribe a su amigo Gershom Scholem: «Cuando haya acabado de una u otra forma el trabajo del que en este momento me ocupo con toda clase de precauciones, un ensayo sumamente curioso y arriesgado, "Pasajes de París. Un cuento de hadas dialéctico" (pues nunca he escrito con tanto riesgo de fracasar), se habrá cerrado para mí un horizonte de trabajo -el de Calle de dirección única- (...) Los motivos profanos de Calle de dirección única se multiplicaron en él de un modo infernal (...) Con todo, es un trabajo de pocas semanas».
Las semanas para articular los empalmes del Libro de los pasajes se convirtieron en años. El autor murió en 1940 sin terminar aquel curioso y arriesgado ensayo. Los editores de Benjamin trabajaron con pedazos, apuntes, cartas, huellas.
Por otro lado, el riesgo que Benjamin hallaba en este proyecto radicaba en la dificultad de hacer legible su visión alegórica de los pasajes: cómo hacer leer en esas galerías de hierro y cristal la concreción del sueño colectivo de la humanidad del siglo XIX recientemente terminado.

Orbis Tertius
El cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius de Jorge Luis Borges se me apareció un par de veces mientras trataba de visualizar los lazos entre la literatura y la arquitectura. La primera fue cuando leía algo sobre Urn Burial de Sir Thomas Browne, justo después de pensar en los monumentos funerarios y en la novela La tumba infecunda de René Bascopé. Resulta que Urn Burial es el texto que está siendo revisado por el protagonista de Tlön, Uqbar, Orbis Tertius al final del relato -en una «indecisa traducción quevediana».
Este relato de Borges incluido en Ficciones (1944) cuenta sobre un país inventado que poco a poco (como si nada hiciera al proponer su extraño ordenamiento) se va a apoderando de este mundo.
El narrador, después de varias pesquisas, descubre algunas verdades sobre el origen de este país ficcional: «Una sociedad secreta y benévola (que entre sus afiliados tuvo a Dalgarno y después a George Berkeley) surgió para inventar un país [...] Al cabo de unos años de conciliábulos y de síntesis prematuras comprendieron que una generación no bastaba para articular un país. Resolvieron que cada uno de los maestros que la integraban eligiera un discípulo para la continuación de la obra. Esa disposición hereditaria prevaleció; después de un hiato de dos siglos la perseguida fraternidad resurge en América [...] [El ascético millonario Ezra Buckley] le dice que en América es absurdo inventar un país y le propone la invención de un planeta».
Tal planeta será año tras año este planeta.

Codex
Volví a Tlön, Uqbar, Orbis Tertius después de recordar el Codex Seraphinianus -la enciclopedia fabulosa de Luigi Serafini. En la introducción a una entrevista de 2015 al autor, Katerina Babkina menciona el relato de Borges como una influencia del Codex.
Luigi Serafini es un poeta, diseñador industrial y arquitecto que ha creado un mundo imaginario con un lenguaje igualmente imaginario. La Sociedad de Bibliófilos de la Universidad de Oxford hizo un tremendo esfuerzo para descifrar el Codex Seraphinianus; hasta que Serafini en persona tuvo que ir a confirmarles que su libro no tenía sentido. El autor les dijo que si querían traducir el libro debían hacerlo con un lenguaje también imaginario.
Italo Calvino, autor de Las ciudades invisibles, hizo el prólogo a la primera edición del Codex. En aquella presentación titulada Orbis Pictus, Calvino dice: «Si el lenguaje de Serafini tiene el poder de dar vida a este mundo cuya sintaxis es tan extraña a nosotros, entonces bajo el misterio de su superficie indescifrable debe contener otro misterio aún más profundo relacionado con la lógica interna del lenguaje y del pensamiento».

Habrá que mencionar finalmente que ante la pregunta de si el Codex es una obra terminada, Serafini responde en la entrevista: «Cuando esté muy viejo para continuar, llamaré a una competición y elegiré a la persona que hará las adiciones al Codex después de mí».

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