lunes, 10 de abril de 2017

Artículo

Cuando escribir es sustraer 

Apuntes a propósito de la publicación de Poesía completa (BBB, 2017) de Roberto Echazú.
 

Martín Zelaya Sánchez

Este es un poema hasta hace poco inédito y casi desconocido de Robert Echazú:

“A través / del canto / de la alondra / se anotició / la tarde / de la noche / pero / el canto / fue / tan triste / que también se anotició / la muerte”.

Se llama El canto de la alondra y es una de las 11 piezas inéditas y póstumas incluidas en su Poesía completa recién publicada por la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (BBB), con edición de Marcelo Paz Soldán y estudio introductorio de Vilma Tapia Anaya.
Del Robertito, como todo el mundo lo llamaba y como a él le encantaba que lo llamen, es pertinente hablar siempre; a su poesía es necesario volver una y otra vez; pero pocas ocasiones hay mejor pretexto, como ahora -por triple partida-, para recordarlo y repasar su legado. Ayer se recordaron 10 años de su muerte, el próximo 1 de mayo habría cumplido 80 años y, como acabamos de apuntar, ya está en librerías su obra poética -salvo error u omisión- en su versión final y definitiva.
Si quisiéramos definir con algunas palabras el estro poético de Echazú, como bien apunta Tapia, estaría en primera línea la palabra “tierra”: “signo, significante que se repite a lo largo de su obra nombrando territorio y lugar, pero también una condición”. No menos evidente es, también, la constante presencia del “otro”: del muerto, del ausente, o de los que pueblan al poeta con su presencia. Pero qué duda cabe que si algo define y distingue su trabajo es su extraordinaria capacidad de renuncia: pocos como él para quitar lo innecesario -palabras, palabras, palabras- y quedarse con lo esencial: la poesía.
Momento. ¿Para qué intentar aquí alguna aproximación o análisis de la poesía del tarijeño? Para eso está, precisamente, el completo trabajo de Vilma Tapia, y los suculentos anexos que enriquecen el libro.

El libro
Además de los 15 poemarios que Echazú publicó en vida -en sus versiones finales, corregidas en la mayoría de los casos por el autor para la compilación que en 2001 editó Nuevo Milenio-, y de los 11 poemas inéditos arriba mencionados, el volumen de la BBB que abre con el texto “Akirame de Roberto Echazú”, de Vilma Tapia, tienes seis anexos que contribuyen a trazar una completa mirada al universo del autor de Morada del olvido: “Anversos /reversos”, una entrevista nunca antes publicada, de Luis Antezana J.; “Sé que moriré siendo feliz”, un diálogo con Rodolfo Ortiz; “Roberto Echazú: un poeta que busca a Dios”, de Edgar Ávila Echazú; “La morada del poeta”, texto de Claudia Bowles que precedió a la Poesía completa (Nuevo Milenio, 2001); “Roberto Echazú ha muerto”, de Pedro Shimose; y “Con el poeta Roberto Echazú”, de Jesús Urzagasti.
Vamos a copiar dos brevísimos extractos a modo de aperitivo. En la charla con “Cachín” Antezana, efectuada en Tarija en 1987, Robertito dice: “…uno llega, como ya te había dicho, a despojarse de ciertas normas, no de elaboración, sino de ciertas conductas de creación. Ahora es mucho más fácil escribir sobre una servilleta de papel  en una cantina o en cualquier otra partecita por ahí. Yo siempre ando con mi papel y con mi lápiz dentro del bolsillo. Escribir así, circunstancias que uno agarra como agarrar una lluvia, o como uno agarra un viento, o de repente como uno agarra un resfrío. La poesía tiene que estar dentro de tu bolsillo, porque si no sería mejor que te murieras…”.
Y este es un párrafo del texto “Con el poeta Roberto Echazú” que Urzagasti leyó en la presentación del poemario Memorias cercanas, memorias recurrentes en 2002: “La obra de Roberto, trabajada a contrapelo de las modas, luce un itinerario que previsiblemente debía desembocar en la sencillez. ¡Qué sencillez no es engañosa! Detrás de ella hay un mundo de cosas que naufragan entre sonidos triviales, que periclitan en beneficio del arte de sugerir una realidad más vasta, hecha de insólitas claridades…”.
Un apunte más. Bueno, dos. La única vez que conversé con Robertito -creo que esto ya lo conté más de una vez, perdón- fue en 2006 en la casa de Jesús donde, entre otras cosas, dijo unas palabras que perfectamente pueden sintetizar su credo y su praxis literarios: “Escribir siempre cuesta. Trato de resumir lo más posible… quedarme con pocas palabras que den idea de mis experiencias. Tomo apuntes, los reelaboro y corrijo a lápiz y papel, y la verdad es que rompo muchos papeles hasta que consigo despersonalizar un poco los poemas y recién luego los paso a máquina en una vieja Olimpia que tengo en casa”. Ese es Roberto Echazú. Esa es su propuesta poética. Y mucho mejor lo expresa Humberto Quino en un breve texto publicado en Fondo Negro en abril de 2007, días después del deceso del poeta: “una poética que opera por sustracción destaca una desconfianza esencial hacia la palabra; esta posición no excluye una apasionada afirmación de la vida, ese sórdido recoveco de cada día, en cuanto instala una aparición inmediata de la muerte…”.

Este es otro de los poemas póstumos:

“Otra vez / mañana / el sol nacerá / para siempre”.


Poética de la renuncia. Poesía por sustracción. 

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