Cuando escribir es sustraer
Apuntes a propósito de la publicación de Poesía completa (BBB, 2017) de Roberto
Echazú.
Martín Zelaya Sánchez
Este es un poema hasta hace poco inédito y casi desconocido
de Robert Echazú:
“A través / del canto / de la alondra / se anotició / la
tarde / de la noche / pero / el canto / fue / tan triste / que también se
anotició / la muerte”.
Se llama El canto de
la alondra y es una de las 11 piezas inéditas y póstumas incluidas en su Poesía completa recién publicada por la
Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (BBB), con edición de Marcelo Paz Soldán
y estudio introductorio de Vilma Tapia Anaya.
Del Robertito, como todo el mundo lo llamaba y como a él le
encantaba que lo llamen, es pertinente hablar siempre; a su poesía es necesario
volver una y otra vez; pero pocas ocasiones hay mejor pretexto, como ahora -por
triple partida-, para recordarlo y repasar su legado. Ayer se recordaron 10
años de su muerte, el próximo 1 de mayo habría cumplido 80 años y, como
acabamos de apuntar, ya está en librerías su obra poética -salvo error u
omisión- en su versión final y definitiva.
Si quisiéramos definir con algunas palabras el estro poético
de Echazú, como bien apunta Tapia, estaría en primera línea la palabra “tierra”:
“signo, significante que se repite a lo largo de su obra nombrando territorio y
lugar, pero también una condición”. No menos evidente es, también, la constante
presencia del “otro”: del muerto, del ausente, o de los que pueblan al poeta
con su presencia. Pero qué duda cabe que si algo define y distingue su trabajo
es su extraordinaria capacidad de renuncia: pocos como él para quitar lo
innecesario -palabras, palabras, palabras- y quedarse con lo esencial: la
poesía.
Momento. ¿Para qué intentar aquí alguna aproximación o
análisis de la poesía del tarijeño? Para eso está, precisamente, el completo
trabajo de Vilma Tapia, y los suculentos anexos que enriquecen el libro.
El libro
Además de los 15 poemarios que Echazú publicó en vida -en
sus versiones finales, corregidas en la mayoría de los casos por el autor para
la compilación que en 2001 editó Nuevo Milenio-, y de los 11 poemas inéditos
arriba mencionados, el volumen de la BBB que abre con el texto “Akirame de Roberto Echazú”, de Vilma
Tapia, tienes seis anexos que contribuyen a trazar una completa mirada al
universo del autor de Morada del olvido:
“Anversos /reversos”, una entrevista nunca antes publicada, de Luis Antezana
J.; “Sé que moriré siendo feliz”, un diálogo con Rodolfo Ortiz; “Roberto
Echazú: un poeta que busca a Dios”, de Edgar Ávila Echazú; “La morada del poeta”,
texto de Claudia Bowles que precedió a la Poesía
completa (Nuevo Milenio, 2001); “Roberto Echazú ha muerto”, de Pedro
Shimose; y “Con el poeta Roberto Echazú”, de Jesús Urzagasti.
Vamos a copiar dos brevísimos extractos a modo de aperitivo.
En la charla con “Cachín” Antezana,
efectuada en Tarija en 1987, Robertito dice: “…uno llega, como ya te había
dicho, a despojarse de ciertas normas, no de elaboración, sino de ciertas
conductas de creación. Ahora es mucho más fácil escribir sobre una servilleta
de papel en una cantina o en cualquier
otra partecita por ahí. Yo siempre ando con mi papel y con mi lápiz dentro del
bolsillo. Escribir así, circunstancias que uno agarra como agarrar una lluvia,
o como uno agarra un viento, o de repente como uno agarra un resfrío. La poesía
tiene que estar dentro de tu bolsillo, porque si no sería mejor que te
murieras…”.
Y este es un párrafo del texto “Con el poeta Roberto Echazú”
que Urzagasti leyó en la presentación del poemario Memorias cercanas, memorias recurrentes en 2002: “La obra de
Roberto, trabajada a contrapelo de las modas, luce un itinerario que
previsiblemente debía desembocar en la sencillez. ¡Qué sencillez no es
engañosa! Detrás de ella hay un mundo de cosas que naufragan entre sonidos
triviales, que periclitan en beneficio del arte de sugerir una realidad más
vasta, hecha de insólitas claridades…”.
Un apunte más. Bueno, dos. La única vez que conversé con
Robertito -creo que esto ya lo conté más de una vez, perdón- fue en 2006 en la
casa de Jesús donde, entre otras cosas, dijo unas palabras que perfectamente
pueden sintetizar su credo y su praxis literarios: “Escribir siempre cuesta. Trato
de resumir lo más posible… quedarme con pocas palabras que den idea de mis
experiencias. Tomo apuntes, los reelaboro y corrijo a lápiz y papel, y la
verdad es que rompo muchos papeles hasta que consigo despersonalizar un poco
los poemas y recién luego los paso a máquina en una vieja Olimpia que tengo en
casa”. Ese es Roberto Echazú. Esa es su propuesta poética. Y mucho mejor lo
expresa Humberto Quino en un breve texto publicado en Fondo Negro en abril de
2007, días después del deceso del poeta: “una poética que opera por sustracción
destaca una desconfianza esencial hacia la palabra; esta posición no excluye
una apasionada afirmación de la vida, ese sórdido recoveco de cada día, en
cuanto instala una aparición inmediata de la muerte…”.
Este es otro de los poemas póstumos:
“Otra vez / mañana / el sol nacerá / para siempre”.
Poética de la renuncia. Poesía por sustracción.
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