martes, 4 de abril de 2017

Cafetín con gramófono

La Revista de Cochabamba II



Las mujeres entre el amor, el matrimonio y la maternidad: una mirada crítica al rol femenino a mediados del siglo XVIII, desde la primera publicación literaria nacional.


Omar Rocha Velasco 

En la anterior columna hablé de la concepción de “buen gusto” que se tenía en la Revista de Cochabamba (1852), “primera revista boliviana”. Hoy planteo una segunda parte de ese texto, para hablar de cierta imagen de la mujer que por allí circulaba. 
En efecto, esta revista, calificada por Gabriel René Moreno como “literaria, científica e industrial”, además de composiciones en verso y artículos variopintos dedicados a la literatura, la economía y la política, amén de algunas traducciones del francés, publicó artículos que exponían una visión de la mujer; fueron las primeras reivindicaciones femeninas latinoamericanas a cargo de hombres y bajo la perspectiva de lo que podría llamarse “la educación de la mujer” para favorecer a la sociedad.
La generación de los “independentistas” había puesto de manifiesto la importancia de la mujer en la familia y en el “mundo social”. Se reconocía que el rol de las madres era fundamental para “crear” el carácter y la moralidad de los miembros de una sociedad. Este reconocimiento obligaba a plantear, como tarea fundamental, el resarcimiento del atraso de la educación de la mujer. Este atraso se evidenciaba cuando la mujer era vista como una “bella esclava” que no tenía mayor incidencia en la formación de la “moralidad” y solo tenía un rol pasivo de acogimiento a las leyes naturales del cuidado y la alimentación. Otro peligro del mencionado “atraso” era que la mujer era vista como la causa de la perdición de los hombres, una especie de femme fatale que hacía gala de su belleza efímera y perniciosa. En definitiva, la imagen de la mujer se debatía entre dos extremos perniciosos: la idealización o enaltecimiento de virtudes y la “prostitución” o esclavitud por parte de una sociedad corrupta.
La pregunta que se hacían en la revista -a partir de un artículo publicado en dos partes por el columnista C. de la C. Méndez-, fue si la condición de la mujer había variado en los tiempos que estaban viviendo. Casi nada se había avanzado, al igual que otras tareas de lo que llamaban “civilidad”, la educación de la mujer estaba pendiente. De acuerdo a esta perspectiva, las naciones que habían gozado de la posesión “santa de las libertades políticas y civiles” desplegaron las “virtudes femeniles”. La mujer era un espejo de la sociedad, la abominación de los imperios o la corrupción de las costumbres, el despotismo de los reyes iba de la mano de la prostitución y esclavitud de las mujeres. “Mesalina es el ejemplo de la Roma prostituta i esclava de su tiempo, i Lucrecia el símbolo de Roma virtuosa i libre” [Sic.].
En el caso boliviano se criticaba la violencia contra la mujer, el maltrato que recibía por parte de los hombres: “Os jactais de hombres civilizados i libres, de miembros útiles de una sociedad democrática i buenos padres de familia, i con qué provecho servis entonces a la patria que envilecéis en su esencia? Cómo haceis entonces con vuestra esposa lo que el soldado inmoral i rudo hace con su ramera?” [Sic.].  La explicación de este comportamiento planteaba que Bolivia era una civilización naciente que heredó los defectos del dominio “despótico” español, que dejó una sociedad en estado de disolución donde triunfaron la inmoralidad y los vicios. Luego de las gloriosas jornadas libertarias y como efecto del “campamento patriótico” se produjo algo muy importante: los hombres fueron educados en todo tipo de instrucción “historia, filosofía, política, legislación, economía, ciencias físicas i naturales” [Sic.], pero se descuidó su educación “sentimental”, solo destinada a las mujeres. La consecuencia fundamental fue que el hombre se educó sin capacidad de amar y la mujer solo fue educada para amar. Esta desproporción generó violencia y dominio.
La mujer era vista como un “ángel caído” que vino a la tierra para sufrir, su papel en la sociedad era visto con un fin que todavía no se cumplía: “en vano se ha dicho que los hombres hacen las leyes i las mujeres forman las costumbres” [Sic.]. En realidad el problema estaba en que fueron los hombres los que se encargaron de las leyes y de las costumbres.

En definitiva, el enaltecimiento de la mujer hacia 1852, fecha en que se publica la primera revista boliviana, se sostenía en el reconocimiento de su influencia en el “mundo moral”. Tres eran sus grandes roles u objetos: amor, matrimonio y maternidad. Sobre el primer punto se sostenía que la mujer, nacida débil y sin valor, pero sensible y hermosa, tenía el amor como tesoro, porvenir y destino. El amor era una virtud solo encontrada en la parte femenina de la humanidad. En relación al segundo punto, el matrimonio era solo producto del amor y tenía muchas virtudes: “instituía la verdadera familia hace de sus miembros los ciudadanos de la sociedad, perfecciona la civilización, afianza la libertad, i hermana la moral i la religión” [Sic.]. En relación al tercer punto, la maternidad, era vista como la posibilidad de perfección del hombre, la mujer “viene al fin a constituirse la tierna nodriza del fruto de su amor”. La perspectiva era que la mujer tenía que cumplir y encarnar el ministerio de la perfección moral, de civilización y felicidad.

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