La Revista de Cochabamba II
Las mujeres entre el amor, el matrimonio y la maternidad: una mirada crítica al rol femenino a mediados del siglo XVIII, desde la primera publicación literaria nacional.
Omar Rocha Velasco
En la anterior columna hablé de la concepción de “buen
gusto” que se tenía en la Revista de
Cochabamba (1852), “primera revista boliviana”. Hoy planteo una segunda
parte de ese texto, para hablar de cierta imagen de la mujer que por allí
circulaba.
En efecto, esta revista, calificada por Gabriel René
Moreno como “literaria, científica e industrial”, además de composiciones en
verso y artículos variopintos dedicados a la literatura, la economía y la
política, amén de algunas traducciones del francés, publicó artículos que exponían
una visión de la mujer; fueron las primeras reivindicaciones femeninas
latinoamericanas a cargo de hombres y bajo la perspectiva de lo que podría
llamarse “la educación de la mujer” para favorecer a la sociedad.
La generación de los “independentistas” había puesto
de manifiesto la importancia de la mujer en la familia y en el “mundo social”. Se
reconocía que el rol de las madres era fundamental para “crear” el carácter y
la moralidad de los miembros de una sociedad. Este reconocimiento obligaba a
plantear, como tarea fundamental, el resarcimiento del atraso de la educación de
la mujer. Este atraso se evidenciaba cuando la mujer era vista como una “bella
esclava” que no tenía mayor incidencia en la formación de la “moralidad” y solo
tenía un rol pasivo de acogimiento a las leyes naturales del cuidado y la
alimentación. Otro peligro del mencionado “atraso” era que la mujer era vista
como la causa de la perdición de los hombres, una especie de femme fatale que hacía gala de su
belleza efímera y perniciosa. En definitiva, la imagen de la mujer se debatía
entre dos extremos perniciosos: la idealización o enaltecimiento de virtudes y
la “prostitución” o esclavitud por parte de una sociedad corrupta.
La pregunta que se hacían en la revista -a partir de
un artículo publicado en dos partes por el columnista C. de la C. Méndez-, fue si
la condición de la mujer había variado en los tiempos que estaban viviendo. Casi
nada se había avanzado, al igual que otras tareas de lo que llamaban
“civilidad”, la educación de la mujer estaba pendiente. De acuerdo a esta
perspectiva, las naciones que habían gozado de la posesión “santa de las
libertades políticas y civiles” desplegaron las “virtudes femeniles”. La mujer
era un espejo de la sociedad, la abominación de los imperios o la corrupción de
las costumbres, el despotismo de los reyes iba de la mano de la prostitución y
esclavitud de las mujeres. “Mesalina es el ejemplo de la Roma prostituta i
esclava de su tiempo, i Lucrecia el símbolo de Roma virtuosa i libre” [Sic.].
En el caso boliviano se criticaba la violencia contra
la mujer, el maltrato que recibía por parte de los hombres: “Os jactais de
hombres civilizados i libres, de miembros útiles de una sociedad democrática i
buenos padres de familia, i con qué provecho servis entonces a la patria que
envilecéis en su esencia? Cómo haceis entonces con vuestra esposa lo que el
soldado inmoral i rudo hace con su ramera?” [Sic.]. La explicación de este comportamiento
planteaba que Bolivia era una civilización naciente que heredó los defectos del
dominio “despótico” español, que dejó una sociedad en estado de disolución
donde triunfaron la inmoralidad y los vicios. Luego de las gloriosas jornadas
libertarias y como efecto del “campamento patriótico” se produjo algo muy
importante: los hombres fueron educados en todo tipo de instrucción “historia,
filosofía, política, legislación, economía, ciencias físicas i naturales”
[Sic.], pero se descuidó su educación “sentimental”, solo destinada a las
mujeres. La consecuencia fundamental fue que el hombre se educó sin capacidad
de amar y la mujer solo fue educada para amar. Esta desproporción generó
violencia y dominio.
La mujer era vista como un “ángel caído” que vino a la
tierra para sufrir, su papel en la sociedad era visto con un fin que todavía no
se cumplía: “en vano se ha dicho que los hombres hacen las leyes i las mujeres
forman las costumbres” [Sic.]. En realidad el problema estaba en que fueron los
hombres los que se encargaron de las leyes y de las costumbres.
En definitiva, el enaltecimiento de la mujer hacia
1852, fecha en que se publica la primera revista boliviana, se sostenía en el
reconocimiento de su influencia en el “mundo moral”. Tres eran sus grandes roles
u objetos: amor, matrimonio y maternidad. Sobre el primer punto se sostenía que
la mujer, nacida débil y sin valor, pero sensible y hermosa, tenía el amor como
tesoro, porvenir y destino. El amor era una virtud solo encontrada en la parte
femenina de la humanidad. En relación al segundo punto, el matrimonio era solo
producto del amor y tenía muchas virtudes: “instituía la verdadera familia hace
de sus miembros los ciudadanos de la sociedad, perfecciona la civilización,
afianza la libertad, i hermana la moral i la religión” [Sic.]. En relación al
tercer punto, la maternidad, era vista como la posibilidad de perfección del
hombre, la mujer “viene al fin a constituirse la tierna nodriza del fruto de su
amor”. La perspectiva era que la mujer tenía que cumplir y encarnar el
ministerio de la perfección moral, de civilización y felicidad.
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