Por el alma de Sopocachi
Gabriela Keseberg Dávalos
Ser parte del proyecto Memoria de Sopocachi ha sido
una experiencia hermosa. No solo por las bellas fotos que los vecinos nos han
mandado para la exposición y el efecto sorpresa de verlas, sino porque también
tuvimos la oportunidad de charlar con muchos antiguos habitantes del barrio y
escuchar historias de antaño, viajando así en el tiempo, pero sin salir de las
calles y plazas sopocacheñas.
Me sorprendió, por ejemplo, descubrir que hasta los
años 40 las casas no tenían muros “porque nadie robaba”; o enterarme que la
plaza España era antes una laguna en la que los niños jugaban incansablemente
los fines de semana. Ni qué hablar de la vida artística e cultural… la lista de
personajes talentosos e intelectuales que caminaron por estas calles es muy larga.
Escuchando los relatos sobre cómo ha cambiado el
barrio y la vida de los vecinos, no pude evitar preguntarme qué historias podré
contar yo a los jóvenes sopocacheños dentro de 30 años… ¿Cómo se verá el barrio
en ese entonces?... ¿Valdrá la pena que conozcan mis recuerdos, lejos ya del
romanticismo del Sopocachi de inicios y mediados del siglo pasado?
Viejos y jóvenes concordamos en que Sopocachi
actualmente se encuentra ante una encrucijada. Aún mantiene mucho de sus
orígenes y esencia que tanto lo distinguieron, no solo en lo arquitectónico,
sino también en el carácter. Pero también es evidente que la irrefrenable
aparición de edificios modernos, más funcionales que estéticos, empieza a
afectar seriamente la identidad de esta bella zona… “Adefesios, no edificios”, solía
decir mi mamá.
La Paz fue nombrada una de las siete ciudades maravilla
del mundo. Este es un gran honor, un reconocimiento que significa
responsabilidad y a la vez oportunidad. Responsabilidad de todos por mantener
esta ciudad como lo que aún es: una maravilla; oportunidad de hacerla aún más
especial y de atraer turismo y negocios que signifiquen fuentes de trabajo y mejor
calidad de vida.
Tener un barrio que tiene carácter y que es conocido
por sus galerías, museos y cafés; por sus restaurantes, pubs y espacios
alternativos… pero sobre todo por sus personalidades e historia, significa una ventaja
invaluable. Potenciar Sopocachi como destino turístico dentro de La Paz, y
apoyar viejas y nuevas propuestas culturales debe ser una prioridad de todos,
así como conservar su rasgo de barrio residencial y cultural, y evitar que
oficinas y comercios se propaguen y lo conviertan en un espacio muerto en las
noches y los fines de semana.
Aún estamos a tiempo. No es solo suerte que muchos
artistas aún -jóvenes y veteranos- busquen abrir nuevos espacios en este barrio
antes que en otros. No es por azar que sea este barrio el que reciba a muralistas
de varios países y les brinde sus paredes para que se expresen. No es casualidad
que sea de las pocas zonas de La Paz cuyas calles tienen placas explicativas
sobre sus nombres, sus monumentos, sus casonas patrimoniales. Y no es accidental
que a muchos extranjeros les guste vivir acá, precisamente porque hay vida, hay
arte, hay ideas, hay un espíritu de barrio.
El desafío colectivo, no solo de los sopocacheños,
sino de todos quienes viven en La Paz, es ayudar a mantener y fomentar estas características
en tiempos en que al parecer los más casi no se interesan en construir sus
casas o negocios con estética, con gusto, con sentido… en tiempos en que se
pierden espacios verdes sin remordimiento, y se pierden -por los famosos
“adefesios”- las hermosas vistas que inspiraron a pintores, poetas y músicos.
¿Cómo podemos ayudar a que no se pierda este
espíritu único? Para empezar, apoyando las iniciativas culturales, asistiendo a
las propuestas de teatro y música en lugares como El Desnivel, el nuevo
Kusikuy, Magic-k, el Espacio Simón I. Patiño, las Flaviadas y muchos otros.
Apoyando a las galerías y pequeños museos, curioseando en nuestro propio
entorno, re-descubriendo las propuestas que tenemos en el barrio, muchas a muy bajos
costos e incluso gratis.
¿Por qué no va a ser posible mantener viva el alma
de Sopocachi, para que dentro de 30 años los jóvenes que escuchen las viejas
historias aún se reconozcan en las calles y plazas de este barrio?
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