La modernidad nace en un Montículo
Eduardo
Machicado Saravia
El
mirador del Montículo es, a priori, el mayor símbolo social y cultural de
Sopocachi; sobre todo, del Sopocachi de inicios y mediados del siglo XX. Símbolo
social, porque cada domingo era el eje de reunión familiar en torno a la misa
en la iglesia allí levantada; y cultural, desde que acogió a la Segunda Gesta
Bárbara, que tuvo en Julio de la Vega no solo a un gran representante, sino
también a un genuino sopocacheño que vivió durante décadas a pocos metros del
Montículo.
Sopocachi
representa la modernidad de (y en) la ciudad de La Paz. Fue la segunda
expansión urbana de la ciudad, después de San Pedro, pues nació como barrio en
la época del Partido Liberal -en el tránsito del siglo XIX al XX-, enmarcado hacia
el centro por la Plaza del Estudiante y la avenida Villazón; hacia abajo, con
los límites de San Jorge; y hacia la ladera, con la tradicional Llojeta.
Los
principales artífices de la planificación y crecimiento del “valle de Sopocachi”
fueron los hermanos Campovono, dos ingenieros italianos. Antonio, el más
activo, construyó varias casas de El Prado desde finales del siglo XIX, cuando
llegó a Bolivia contratado para terminar de construir la catedral de Nuestra
Señora de La Paz.
En
la expansión, como proyecto, también participaron arquitectos e ingenieros
bolivianos: Adán Sánchez Lima, Julio Mariaca Pando, y Emilio Villanueva
Peñaranda.
Poco
a poco la historia del barrio se fue desarrollando con transformaciones
importantes reflejadas en la construcción y edificación de casas que articulan
diferentes estilos arquitectónicos.
El
rápido crecimiento del barrio no solo se debió a los liberales paceños, como se
suele afirmar, sino a la llegada de los liberales de los ocho departamentos que
se fueron asentando en la ciudad para administrar el nuevo gobierno. Su
modernización, finalmente, se consolidó con la instalación de adoquín de piedra
en las calles durante el gobierno de Bautista Saavedra, cerca ya al primer
centenario de la república.
La
llegada de migrantes de diversos países también fue parte esencial del crecimiento
y proyección de Sopocachi. Familias europeas, estadounidenses y latinoamericanas
construyeron sus casas y fueron creando instituciones de apoyo a la educación,
el desarrollo y la cultura, no ya solo alrededor del Montículo, sino a lo largo
del eje conformado por las plazas España, Abaroa e Isabel la Católica.
En
un principio, la arquitectura del barrio se movía en la imitación de la moda de
la época, como lo afirma la arquitecta Cristina Damm: “(Sopocachi)…se urbanizó en terrenos pertenecientes a grupos comunales
aymaras… El repertorio estilístico se inscribió en las corrientes en boga en
Europa y Estados Unidos y se reprodujo todos los eclecticismos imaginables,
además del art nouveau y distintas líneas del movimiento moderno de la
arquitectura” (Damm: pág.9)[1]
Las
construcciones, en su mayoría, fueron diseñadas por los arquitectos-constructores
Victorio Aloisio (italiano), Rafael Gisbert(español) y los bolivianos Jorge
Rodríguez Balanza, los hermanos Luis y Alberto Iturralde Levy, así como Mario
del Carpio, quien tuvo a su cargo la remodelación de la iglesia y del parque
del Montículo…
…el
Montículo. Eje social y cultural, decíamos. Un foco que se irradió en muchas
actividades: centro de estudio en la época de exámenes, inmejorable punto de
encuentro para los enamorados, sede de escritores, músicos, artistas y bohemos…
Sin embargo, el mirador fue también un punto ceremonial, una huaca sagrada en la que mucho antes, aun
en los inicios de la república, se realizaban “amarres y adivinanzas” razón,
por supuesto, de la posterior construcción del templo católico.
El
Montículo, además, fue y es un observatorio privilegiado desde donde se puede
ver, como en ningún otro lugar, el solsticio de verano: cuando sale el sol
decembrino y se sienta en la punta principal del Illimani. Fue, de hecho, según
quedan testimonios, un centro de visión astronómica y de apreciación de la
estrellas para conocer el momento oportuno de siembra y cosecha. Pero también,
el Montículo, una vez urbanizado, fue lugar de disputa y confrontación, y
acogió no pocas afrentas y defensas de honor: las célebres declaratorias a
duelos, con armas antaño; con los puños, después.
Amor
y desamor, familia y bohemia, arte y religión… eje de convergencia. El cenit
del Sopocachi cenit de La Paz.
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