martes, 25 de abril de 2017

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La modernidad nace en un Montículo




Eduardo Machicado Saravia

El mirador del Montículo es, a priori, el mayor símbolo social y cultural de Sopocachi; sobre todo, del Sopocachi de inicios y mediados del siglo XX. Símbolo social, porque cada domingo era el eje de reunión familiar en torno a la misa en la iglesia allí levantada; y cultural, desde que acogió a la Segunda Gesta Bárbara, que tuvo en Julio de la Vega no solo a un gran representante, sino también a un genuino sopocacheño que vivió durante décadas a pocos metros del Montículo.
Sopocachi representa la modernidad de (y en) la ciudad de La Paz. Fue la segunda expansión urbana de la ciudad, después de San Pedro, pues nació como barrio en la época del Partido Liberal -en el tránsito del siglo XIX al XX-, enmarcado hacia el centro por la Plaza del Estudiante y la avenida Villazón; hacia abajo, con los límites de San Jorge; y hacia la ladera, con la tradicional Llojeta.
Los principales artífices de la planificación y crecimiento del “valle de Sopocachi” fueron los hermanos Campovono, dos ingenieros italianos. Antonio, el más activo, construyó varias casas de El Prado desde finales del siglo XIX, cuando llegó a Bolivia contratado para terminar de construir la catedral de Nuestra Señora de La Paz.
En la expansión, como proyecto, también participaron arquitectos e ingenieros bolivianos: Adán Sánchez Lima, Julio Mariaca Pando, y Emilio Villanueva Peñaranda.
Poco a poco la historia del barrio se fue desarrollando con transformaciones importantes reflejadas en la construcción y edificación de casas que articulan diferentes estilos arquitectónicos.
El rápido crecimiento del barrio no solo se debió a los liberales paceños, como se suele afirmar, sino a la llegada de los liberales de los ocho departamentos que se fueron asentando en la ciudad para administrar el nuevo gobierno. Su modernización, finalmente, se consolidó con la instalación de adoquín de piedra en las calles durante el gobierno de Bautista Saavedra, cerca ya al primer centenario de la república.
La llegada de migrantes de diversos países también fue parte esencial del crecimiento y proyección de Sopocachi. Familias europeas, estadounidenses y latinoamericanas construyeron sus casas y fueron creando instituciones de apoyo a la educación, el desarrollo y la cultura, no ya solo alrededor del Montículo, sino a lo largo del eje conformado por las plazas España, Abaroa e Isabel la Católica.
En un principio, la arquitectura del barrio se movía en la imitación de la moda de la época, como lo afirma la arquitecta Cristina Damm: “(Sopocachi)…se urbanizó en terrenos pertenecientes a grupos comunales aymaras… El repertorio estilístico se inscribió en las corrientes en boga en Europa y Estados Unidos y se reprodujo todos los eclecticismos imaginables, además del art nouveau y distintas líneas del movimiento moderno de la arquitectura” (Damm: pág.9)[1]
Las construcciones, en su mayoría, fueron diseñadas por los arquitectos-constructores Victorio Aloisio (italiano), Rafael Gisbert(español) y los bolivianos Jorge Rodríguez Balanza, los hermanos Luis y Alberto Iturralde Levy, así como Mario del Carpio, quien tuvo a su cargo la remodelación de la iglesia y del parque del Montículo…
…el Montículo. Eje social y cultural, decíamos. Un foco que se irradió en muchas actividades: centro de estudio en la época de exámenes, inmejorable punto de encuentro para los enamorados, sede de escritores, músicos, artistas y bohemos… Sin embargo, el mirador fue también un punto ceremonial, una huaca sagrada en la que mucho antes, aun en los inicios de la república, se realizaban “amarres y adivinanzas” razón, por supuesto, de la posterior construcción del templo católico.
El Montículo, además, fue y es un observatorio privilegiado desde donde se puede ver, como en ningún otro lugar, el solsticio de verano: cuando sale el sol decembrino y se sienta en la punta principal del Illimani. Fue, de hecho, según quedan testimonios, un centro de visión astronómica y de apreciación de la estrellas para conocer el momento oportuno de siembra y cosecha. Pero también, el Montículo, una vez urbanizado, fue lugar de disputa y confrontación, y acogió no pocas afrentas y defensas de honor: las célebres declaratorias a duelos, con armas antaño; con los puños, después.
Amor y desamor, familia y bohemia, arte y religión… eje de convergencia. El cenit del Sopocachi cenit de La Paz.



[1] Cristina Damm Pereira de Frías: Sopocachi, el Montículo y Llojeta. Editorial UMSA, La Paz 2009.

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