domingo, 7 de agosto de 2016

Reseña

Dos visiones de Las visiones


Textos leídos por Montaño y Manjón en la presentación del libro de cuentos de Edmundo Paz Soldán en Santa Cruz. Cada uno escogió su cuento favorito para desmenuzarlo a gusto.



El juez de Nova Isa


Saúl Montaño

“La ciudad iba cambiando a su paso, como si solo discurrir por ella fuera capaz de provocar la magia. Visiones tenebrosas de calles con casas que albergaban criminales; quienes discurrían por su lado tenían la piel transparente y él veía su corazón vil. Un mendigo que le pedía limosna se transformaba en el guía que le abría las puertas rumbo a bosques de helechos gigantescos y árboles de ramas secas y prehistóricas por las que se deslizaban gusanos venenosos, y él se estremecía al ver pájaros enormes de alas acarbonadas listos para devorarlo. La plaza se convertía en un descampado donde lo esperaban irisinos y kreols para el juicio final”. 
Considero que este párrafo emerge como un portal ejemplar al libro que esta noche nos reúne; el fragmento pertenece al primer cuento: Las visiones. En dicho relato se da cuenta de un juez que administra justicia durante un periodo crepuscular de Iris, -donde no existen certezas que valgan, como menciona el narrador-; es un lugar donde la zozobra se cierne incluso sobre los llamados a establecer el orden de una sociedad compleja. El juez es un hombre solitario que llegó a Iris con los ideales de justicia reconocibles en un novato hombre de leyes, pero que con el paso del tiempo, y por las circunstancias, fue absorbido por el sistema convirtiéndose en un ser funcional y corrompido, también desencantado, que carga con una conciencia culposa que le perturba hasta provocarle visiones de hombres y mujeres que se le presentan reclamando amenazantes el haber sido juzgados con iniquidad.
La mano implacable del juez le valió el respeto y el temor de la población, él sabe esto mientras camina por las calles reconociendo miradas torvas dirigidas hacia él que no solo fue impío con los culpables sino también con los inocentes.
“Se sabía odiado pero confiaba en que algún día la historia reconocería la labor. La criminalidad había descendido desde que comenzara a administrar justicia. Había terror en llegar al juzgado...”, señala el narrador. En este contexto, ¿es el juez la encarnación de la institución del régimen puesto que además comparten síntomas de desgaste?: ambos agotados, corruptos, perversos, ahora frágiles y alucinados, al borde del colapso, acaso en el umbral de profundos cambios; algunos esperan la ansiada renovación de la mano de un Advenimiento apuntalado por férreas convicciones religiosas y supersticiosas en una realidad neo-medieval en donde la tecnología ha avanzado considerablemente pero que no ha traído el bienestar esperado. 
Este primer texto proyecta consigo una premonición hacia el resto de sus pares, marca el pulso consonante a través de una disposición estética, moral, -una arbitrariedad cósmica, como diría el narrador- sobre todo el libro, el cual cierra de manera audaz con el último cuento que refiere al protagonista quien también padece visiones pero que en este caso es un rebelde de Orlewen, podría decirse la fuerza del desorden, su revés del magistrado: entonces figuran las dos caras perturbadas de una misma moneda con un destino trágico.
 Con la lectura de Las visiones somos forasteros que recorremos distintas grietas de esta civilización; nuestro punto de vista periférico es apuntalado por los términos utilizados para nombrar determinadas particularidades nativas: qué ocurre por ejemplo, si estamos de visita en Nova Isa, caminamos por sus calles, de pronto, tres shanz armados de sus riflarpones detienen a un irisino, lo suben a sus jipus, se marchan…

En segundos nuestra visita alcanza cuotas de tensión, la realidad se torna misteriosa y cautivante, extraña y cercana; es esta la experiencia con la lectura de Las visiones: se reconocen formas y expresiones degradadas o acentuadas de nuestra sociedad, se juega con la ambigüedad de un entorno ficticio, reconocible, acechante. Sobrevuela la pregunta: ¿su crisis sintomática en qué proporción es la crisis de nuestra civilización?

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