El mundo es una mandarina
De cuentos, canarios, perros y esas pequeñas coincidencias que hacen a la vida menos monótona.
Manuel Vargas
Fue el profesor Vladimir Propp (Morfología del cuento, 1928) quien me contó que los cuentos
maravillosos se repiten en todos los tiempos y lugares, y que no hay nada nuevo
bajo el sol. Y también este ruso citó a Goethe, quien decía que no solo eso,
sino que todos los argumentos de las historias llegarán tarde o temprano a ser
uno, y no tenemos más que repetirnos por los siglos de los siglos.
Bueno, algo así me acuerdo. Pero qué divertido es
encontrar esas repeticiones en las situaciones menos pensadas. Ya conté varios
casos en estas páginas errabundas (Cela), pero creo que no hablé del perrito
cantor porque recién, no hace ni un mes, esta historia comenzó a repetirse.
Pues leí hace algunos años una simpática historia de
nuestro historiador Guillermo Ovando Sanz, que recomiendo a los buscadores de
tesoritos para lectura de los chicos. Se llama Mi guerrita del Chaco (1981) y habla de cuando era niño, en
Cochabamba, mientras en el Chaco se mataban bolivianos y paraguayos. Resulta
que los muchachos de su edad tenían también su propia guerra. Pero el fragmento
de ese librito que no olvido, es el de un famoso perrito que se entraba al
Teatro Achá y se ponía a aullar, compitiendo con los cantores de ópera, causando
risas por un lado y rabietas por el otro, como no podía ser de otra manera.
A don Guillermo lo conocía, pero estoy en tal estado
de confusión que ya no sé si fue o no mi profesor en la Facultad de
Humanidades. Pues, digo, ¿quién entonces fue el que nos decía con su seriedad y
desparpajo que había una manera muy fácil y segura de recuperar el mar para
Bolivia? “Le declaramos la guerra al Brasil y al otro día estamos en las costas
del Pacífico”, nos decía a sus alumnos. Esto, entre paréntesis.
El otro día, en una reunión de amigos, una persona
muy cercana a mí -tanto en dicha reunión como en mi vida- contó que una amiga
suya había aprendido a tocar unas canciones en acordeón. Era profesora de
música. Un día llegó a su casa, en el bario de Miraflores de La Paz, y les
quiso mostrar sus habilidades a sus familiares y amigas tocando y cantando.
Hete aquí que el infaltable perrito de la casa se puso también a aullar. La
profesora se callaba y el can también; ella seguía y el perro volvía a “acompañar”
con sus aullidos.
Quien nos contó esto estuvo presente en esa
demostración musical, y no recuerdo que yo le hubiera contado a ella de don
Guillermo Ovando Sanz. En fin, lo que quiero decir es que esas historias no son
ajenas a mi entorno y casi casi yo mismo fui partícipe en ellas.
Lo grave del asunto es que no hacía ni diez días que
yo había leído un cuento de un autor español contemporáneo de quien un poco más
adelante les diré su nombre. El cuento se llama Un divo insólito en La Scala, publicado en el libro Antes del futuro imperfecto (Páginas de espuma,
2010). Sí, ocurrió esto, según el cuento, en La Scala de Milán. Se cantaba Manon, de Puccini. Solo que el divo no
era un perro sino un canario. ¿Qué más da? Los personajes, las situaciones, el
tiempo y los lugares cambian, pero la historia es la misma.
Como en este último caso se trata de un cuento, el
canario tuvo un gran éxito, salió la noticia en los periódicos y fue comprado
por un millonario norteamericano. Tampoco importa, para el caso, cómo soluciona
el autor un cierre para el cuento.
¿De cómo llegó a mis manos este libro? ¿Cuál fue mi
interés en leerlo? Pues, el autor era mi amigo, se llamaba Medardo Fraile,
vivía en Escocia y visitaba cada cierto tiempo su Madrid. Murió en Glasgow hace
tres años. Pero a él ya no le pude contar estas coincidencias. Entre
paréntesis, en Bolivia se publicó su libro de cuentos En Madrid también se vive en Oruro (Correveidile, 2007).
Explico esto para que no crean que soy un ratón de
biblioteca. Todo se me ha ido dando. Nada es nuevo ni extraño. Dentro de la
literatura boliviana existe un libro de doña Juana Manuela Gorriti, la madre, o
si quieren la tía, del cuento boliviano, aunque ella nació en Argentina.
Se trata de Coincidencias
y se publicó en el siglo XIX (1876). Son
cuentos fantásticos de la escuela del romanticismo. Uno de ellos sucede en la
ciudad de La Paz y se publicará en unos meses más en la Antología del cuento boliviano que está preparándose en la Biblioteca
del Bicentenario de Bolivia (BBB).
Ahora sí acabo. La vida misma es fantástica. O el
mundo es una mandarina. O un pañuelo. Fantasía, curiosidad, terror. Ustedes
escojan.
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