domingo, 7 de agosto de 2016

El último mestizo

El mundo es una mandarina

De cuentos, canarios, perros y esas pequeñas coincidencias que hacen a la vida menos monótona.



Manuel Vargas 

Fue el profesor Vladimir Propp (Morfología del cuento, 1928) quien me contó que los cuentos maravillosos se repiten en todos los tiempos y lugares, y que no hay nada nuevo bajo el sol. Y también este ruso citó a Goethe, quien decía que no solo eso, sino que todos los argumentos de las historias llegarán tarde o temprano a ser uno, y no tenemos más que repetirnos por los siglos de los siglos.
Bueno, algo así me acuerdo. Pero qué divertido es encontrar esas repeticiones en las situaciones menos pensadas. Ya conté varios casos en estas páginas errabundas (Cela), pero creo que no hablé del perrito cantor porque recién, no hace ni un mes, esta historia comenzó a repetirse.
Pues leí hace algunos años una simpática historia de nuestro historiador Guillermo Ovando Sanz, que recomiendo a los buscadores de tesoritos para lectura de los chicos. Se llama Mi guerrita del Chaco (1981) y habla de cuando era niño, en Cochabamba, mientras en el Chaco se mataban bolivianos y paraguayos. Resulta que los muchachos de su edad tenían también su propia guerra. Pero el fragmento de ese librito que no olvido, es el de un famoso perrito que se entraba al Teatro Achá y se ponía a aullar, compitiendo con los cantores de ópera, causando risas por un lado y rabietas por el otro, como no podía ser de otra manera.
A don Guillermo lo conocía, pero estoy en tal estado de confusión que ya no sé si fue o no mi profesor en la Facultad de Humanidades. Pues, digo, ¿quién entonces fue el que nos decía con su seriedad y desparpajo que había una manera muy fácil y segura de recuperar el mar para Bolivia? “Le declaramos la guerra al Brasil y al otro día estamos en las costas del Pacífico”, nos decía a sus alumnos. Esto, entre paréntesis.
El otro día, en una reunión de amigos, una persona muy cercana a mí -tanto en dicha reunión como en mi vida- contó que una amiga suya había aprendido a tocar unas canciones en acordeón. Era profesora de música. Un día llegó a su casa, en el bario de Miraflores de La Paz, y les quiso mostrar sus habilidades a sus familiares y amigas tocando y cantando. Hete aquí que el infaltable perrito de la casa se puso también a aullar. La profesora se callaba y el can también; ella seguía y el perro volvía a “acompañar” con sus aullidos.
Quien nos contó esto estuvo presente en esa demostración musical, y no recuerdo que yo le hubiera contado a ella de don Guillermo Ovando Sanz. En fin, lo que quiero decir es que esas historias no son ajenas a mi entorno y casi casi yo mismo fui partícipe en ellas.
Lo grave del asunto es que no hacía ni diez días que yo había leído un cuento de un autor español contemporáneo de quien un poco más adelante les diré su nombre. El cuento se llama Un divo insólito en La Scala, publicado en el libro Antes del futuro imperfecto (Páginas de espuma, 2010). Sí, ocurrió esto, según el cuento, en La Scala de Milán. Se cantaba Manon, de Puccini. Solo que el divo no era un perro sino un canario. ¿Qué más da? Los personajes, las situaciones, el tiempo y los lugares cambian, pero la historia es la misma.
Como en este último caso se trata de un cuento, el canario tuvo un gran éxito, salió la noticia en los periódicos y fue comprado por un millonario norteamericano. Tampoco importa, para el caso, cómo soluciona el autor un cierre para el cuento.
¿De cómo llegó a mis manos este libro? ¿Cuál fue mi interés en leerlo? Pues, el autor era mi amigo, se llamaba Medardo Fraile, vivía en Escocia y visitaba cada cierto tiempo su Madrid. Murió en Glasgow hace tres años. Pero a él ya no le pude contar estas coincidencias. Entre paréntesis, en Bolivia se publicó su libro de cuentos En Madrid también se vive en Oruro (Correveidile, 2007).
Explico esto para que no crean que soy un ratón de biblioteca. Todo se me ha ido dando. Nada es nuevo ni extraño. Dentro de la literatura boliviana existe un libro de doña Juana Manuela Gorriti, la madre, o si quieren la tía, del cuento boliviano, aunque ella nació en Argentina.
Se trata de Coincidencias y se publicó en el siglo XIX  (1876). Son cuentos fantásticos de la escuela del romanticismo. Uno de ellos sucede en la ciudad de La Paz y se publicará en unos meses más en la Antología del cuento boliviano que está preparándose en la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (BBB).

Ahora sí acabo. La vida misma es fantástica. O el mundo es una mandarina. O un pañuelo. Fantasía, curiosidad, terror. Ustedes escojan. 

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