Cathay
En su detenido e intenso viaje a la estética y poética del chino, el autor se detiene ahora en el aporte de la traducción de Ezra Pound.
Juan Cristóbal Mac Lean E.
Habíamos hablado, en la anterior entrega, sobre
la posibilidad/imposibilidad de la traducción de la poesía china. Pero antes de
seguir, escuchamos la pregunta: ¿y a qué le viene eso hoy y aquí?
Pues no le viene a nada. Ni hoy, ni aquí ni en
ninguna parte. Se trata de lo que está en todas partes y en ninguna, antes y
después. Como en las canciones simples.
El maestro Su Dongpo (siglos XI-XII) dejó algo
claro: “El que crea que una pintura representa la realidad, que vuelva a
empezar por el parvulario”. A la China o la poética china de la que contamos le
pasa algo similar, por lo que cabe recordar las palabras del gran sinólogo
Simon Leys: “La China que ahora me ocupa no figura sobre el mapa: es una región
del espíritu”.
La frase, o capricho, o pasión de Leys podría redoblarse así: ¿es traducible el espíritu mismo a otra lengua que no sea la suya y que es la única que le permite ser al tal espíritu como es?
La frase, o capricho, o pasión de Leys podría redoblarse así: ¿es traducible el espíritu mismo a otra lengua que no sea la suya y que es la única que le permite ser al tal espíritu como es?
Y si remplazamos la palabra espíritu por la de
poema sucede lo mismo. Y resulta que sí hay casos en que dicha traducción se
da, con gran felicidad y orillando su propia imposibilidad. Ahí está el caso de
Pound traduciendo poesía china. Ahí está un manojo de poemas chinos que publicó
con el nombre de Cathay y que entonces,
circuló en Londres como “un folleto de dos peniques” y dejó una enorme huella
en la poesía de lengua inglesa, sobre todo en la norteamericana.
Elliot Weinberger habla del notable matrimonio
que se dio entre la poesía norteamericana y la china. Antes de la traducción
poundiana, en efecto, la poesía norteamericana ya parecía lista para recibir
esas sorpresas, pues se habían dado casos famosos en los que la china parecía
prefigurarse. Ahí está, por ejemplo, este bellísimo poema de Williams Carlos
Williams:
La carretilla roja
tanto
depende
de una carretilla
roja
mojada
por la lluvia
junto a las gallinas
blancas
No menos orientales, estos ya clásicos dos versos
del mismo Pound:
La aparición de esos rostros en
la multitud:
Pétalos en una húmeda, negra
rama.
En esa tierra ya abonada, pues, es que hizo su
irrupción, de la mano de Pound, la poesía China. T.S. Elliot habría de decir
más tarde que “Pound es el inventor de la poesía china en nuestro tiempo”.
Y no solo es que hubiera alguna suerte de
afinidad entre ambas poéticas, de naturaleza marcadamente visual (el imaginismo
poundiano), sino que lo que Pound hizo con sus traducciones, esencialmente y como
lo señala Hugh Kenner, fue “repensar la naturaleza del poema inglés”. ¿Pero
cómo llegó a hacerlo Pound, que ni fue un sinólogo avezado ni nunca tuvo un
dominio seguro del chino? Esa es toda una leyenda.
Hacia 1914, la viuda de Ernst Fenollosa le hizo
llegar a Pound, a Londres, los cuadernos y papeles que su marido había dejado.
En ellos estaban todas las anotaciones y apuntes que Fenollosa realizó durante
sus años en Japón cuando, fascinado por la poesía clásica china, trató de
aprender chino clásico (ya dominaba el japonés) y, ayudado o secundado por los
sinólogos japoneses Mori y Ariga, emprendió traducciones parciales de varios
poemas. Y fue ese material, ese raído cúmulo de papeles, a veces difíciles de
leer, el que le llegó a Pound a Londres, a su barrio de South Kensington. Y
Pound, olfateando una gran poesía, se puso manos a la obra.
Pero no olvidemos que Ernst Fenollosa,
norteamericano hijo de un malagueño y una hindú, fue a su vez alguien memorable,
al que en su momento Japón le debió, en gran parte, el reconocimiento de su
propia cultura y su pasado.
En sus cuadernos había dejado, debajo de los
caracteres chinos, palabras que los traducían al inglés. En uno de ellos, el
cuaderno 16avo, se encontraban por ejemplo, para el primer “verso” y debajo de
los caracteres chinos estas palabras (que retraducimos del inglés):
azul azul
río orilla pasto
Debajo de la palabra orilla está incluso la
palabra lado, como otra alternativa.
Por razones de espacio no copiamos todo el resto de las líneas. En cuanto a ese
primer verso, éste quedó así en la versión de Pound:
Azul, azul es el pasto cerca del
río.
En su fantástico y monumental libro The Pound Era (University of California
Press, 1971) Hugh Kenner va mostrando así, verso a verso y comentándolas, las
decisiones de Pound, hasta llegar a la versión completa. La traducción al
castellano de los poemas de Cathay
fue objeto de una tesis de Irene García Villanueva (disponible en internet) y
sus buenas traducciones son las que emplearemos aquí. Para el caso de este
poema, ésta es la versión completa:
El
bello semblante
Azul,
azul es la hierba cerca del río
y
los sauces han desbordado el jardín cercano.
Y
en él, la señora, en el esplendor de su
juventud,
Blanca,
blanca de cara, vacila, al cruzar la puerta.
Grácil,
adelanta una mano grácil,
Y
antaño era una cortesana,
y
con un borracho se casó,
quien
ahora se va ebrio
y
la deja sola en exceso.
Y aún veamos
otro antes de comentar más:
KO-JIN
va hacia el oeste desde el Ko-kaku-ro,
las
flores de bruma se desdibujan sobre el río.
Su
solitario navío emborrona el cielo lejano.
Y
ahora sólo veo el río,
el largo Kiang,
tocando el cielo.
Son,
sin lugar a dudas, poemas de una gran belleza simple, tenue y delicada: la que
cabía, la que tocaba. Sin embargo esas traducciones fueron mil veces acusadas
de inexactitudes filológicas y metidas de pata (de hecho, en el anterior poema
citado, hay un error respecto al río Kiang), aunque también fueron defendidas
por sinólogos más atentos a la íntima comprensión poética que a las precisiones
académicas. Es que, se dice, Pound captó plenamente el espíritu de los poemas y
de la propia poesía china, respetando su ritmo y estructura. Ya en 1913, antes
de explorar e involucrarse en esa terra
incognita del lenguaje, había dicho:
“Siempre sabría yo qué se consideraba poesía en cualquier lugar: qué es
‘indestructible’ en la poesía, qué es en la poesía lo que no puede perderse en
la traducción y, cosa apenas menos
importante, qué efectos no se obtiene más que en una lengua, y resultan totalmente
imposibles de traducir”.
Frase profunda y llena de dobleces. Por una parte nos retrotrae a la posibilitación de lo imposible en que su
funda cualquier traducción, pero al mismo tiempo nos dice que hay algo,
llamémoslo con toda facilidad Lo Poético, o la poesía misma, que salta, y salta
poderosamente, en cualquier lenguaje, o escritura -en cualquier lugar -dice
Pound. Y si a veces es absolutamente intraducible, se lo escucha igual.
¿Y cómo hemos de entender ese cualquier
lugar en el contexto de esta China que inventamos? Pues no hay donde
perderse: el lugar es el paisaje. La pintura o la caligrafía del paisaje. ¿Pero
qué era el paisaje para ellos, en tanto que vibración no-geométrica, no calculable
de la tierra sino como una geomancia emparentada con el orden del cosmos y el
del alma?
Ya veremos.
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