La letra de Ramún Katari
Un avance en el redescubrimiento e investigación a fondo que Alan Castro hizo de Pablo Iturri Jurado, un singular escritor paceño de mediados del siglo XX.
Alan
Castro Riveros
El nervio de la escritura
Si
para un escritor boliviano fue imprescindible el pulso que esgrime el cálamo el
momento de escribir, ése fue Pablo Iturri Jurado (1890-1970), el maestro rural
y poeta paceño que hace más de un año se presentó en una puerta de Miraflores
con el nombre de Ramún Katari. [N. de E. ver http://letrasietebolivia.blogspot.com/search?q=Pablo+Iturri]
Gracias
a un entrañable encuentro con Myriam Stroobandt -escritora, crítica de arte,
guía y magnífica conversadora-, quien conoció de cerca a Pablo Iturri Jurado
cuando se vino a Bolivia, casada con su hijo, Manuel Iturri Guzmán -uno de los
más fascinantes escultores de nuestro país, hipnótico en su técnica del
mosaico-, es que ahora empezamos a avizorar el perfil de Ramún Katari. Es
decir, que aquella puerta que invitaba en primera instancia a la fabulación
comienza ahora a encarnar su aventura en los motivos de un viaje y en el
regreso repentino de un amigo.
En
primer lugar, ahora sabemos que al nervio fino de Ramún Katari no le molestaba
ni el picante ni el café. Pablo Iturri Jurado se había hecho un cálamo que
funcionaba con borra de café, y gran parte de su obra fue escrita con ese
líquido pesado que uno supone indócil. La parte de su obra escrita con borra de
café es la más importante: sus manuscritos acabados como obras de arte, sin
errores ni tachaduras ni manchas, en un presente
sin fisuras en el que se desplegaba la caligrafía que Pablo trabajó toda su
vida. Ni para qué decir que el café era el más desafiante maestro y camarada
del pulso de Ramún Katari.
La
otra parte de su obra escrita -libros a medio terminar o poemas sueltos- tiene
los trazos de un lápiz suavísimo, en cuadernos-libros fabricados artesanalmente
con cuidadoso tacto. Es muy posible ver en ellos el soporte inmediatamente previo
a la obra acabada; porque sus verdaderos borradores fueron escritos con canuto
de tinta negra en papel cuadriculado de cuaderno escolar, con apuntes, versos
tarjados, dibujos súbitos y cambios en la numeración azul de los poemas.
Las
obras acabadas, los impecables y a veces gigantescos manuscritos “en limpio” de
Ramún Katari, están todos escritos con borra de café, y uno siente que ya en el
color de sus letras se ha apostado un estilo. Tales obras suelen tener ilustraciones
inquietantes y pulcrísimas, pintadas con colores pálidos muy personales (que por
momentos recuerdan a William Blake, otro poeta ilustrador), o dibujos y
grabados que pueden ir de impresiones fotográficas a composiciones de aire
heráldico.
Por
cierto, aquello de que Pablo Iturri Jurado “esgrimía el cálamo” no solo es un retintín
que me he permitido deslizar como vago eco del siglo XVI, sino que el segundo
libro de este poeta, Sombras de alas (1925),
comienza con un poema llamado Pablo
Iturri Jurado, donde se presenta como ilustrador de pergaminos y misales,
grabador de madera, compositor de madrigales y cortesano de recia mano para el
hierro toledano.
La ondulación de la lengua
El
oído musical de don Pablo le permitía no solamente tocar la mandolina y la
guitarra en un trío junto a Max Portugal y Fernández Naranjo -a pesar de haber
perdido tres dedos de la mano izquierda a sus cinco años-, sino que le obligaba
a puntear el ritmo de una música silenciosa en sus cuadernos antes de escribir
una sola letra de sus poemas.
Es
así que algunos de los cuadernos borradores de Pablo tienen poemas enteramente
silenciosos, matemáticos punteos de una abstracta melodía. Estos silencios a
veces resultaban tan significativos que el poeta los dejaba como medida del
silencio en sus versiones finales.
Por
ejemplo, la sexta estrofa de su Canto al
Illampu y al hombre, dice: Vida: . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . / Lámpara interminable
del Sentido. O el poema 25 de La
escuela de la naturaleza: Consultaremos
/ para el óleo al “Mallcu”. / . . . . . . . . . . . . . . . .
Su
comedia teatral Joancho (1941) -cuya escritura
difiere mucho de la forma severa que toma su poesía y se acerca al registro
coloquial de Adolfo Cárdenas o Alison Spedding- también tiene un trato
consciente con la música. Esta obra de teatro, ambientada en una escuela rural
de Campo Grande (un pueblo al sur de Potosí, en la frontera con Argentina)
tiene como personajes a sus estudiantes. En la portadilla, Ramún Katari ilustra
un pentagrama musical con dos notas Mi (alta y baja) en clave de Sol; mientras
que la imagen de portada es la firma del campesino
ignorante Joancho, con sus vocales en explosión.
Ramón Latino
El
primer pseudónimo de Pablo Iturri Jurado fue Ramón Latino. En la breve
biografía escrita por su hijo Mario Iturri Guzmán leemos que a causa de este
nombre “sufrió críticas de los intelectuales de su época que decían que era
Europeo [sic], y como quiera que en la misma época entró el auge del
indigenismo decidió cambiar por Ramón Katari y por propio deseo lo modificó
como Ramún Katari el que lo mantuvo hasta el fin de sus días”.
Por
supuesto, un lector acucioso se dará cuenta que el nombre de Ramón Latino poco
tenía que ver con una impostura europeizante y sí más bien con el alfabeto latino
que el autor usaba para escribir. Este alfabeto (el más usado en el mundo hoy
en día) no era el único que Pablo conocía. Estudioso del aymará antiguo, de
jeroglíficos que incluía en sus ilustraciones y libros, conocedor ávido del poeta
y traductor Hrand Nazariantz del distrito de Üsküdar y amigo íntimo del escritor
libanés Gibran Kahlil Gibran (جبران خليل جبران بن ميخائل بن سعد), Pablo Iturri
Jurado tenía razones para especificar en su primer pseudónimo el sistema latino
de su escritura. De hecho, cuando se decide por Ramún Katari, su letra también se
transforma. Uno de los puntos culminantes de su trabajo con la grafía de la
letra es Hathawi (1931), en donde
Ramún Katari se acerca a la creación de un alfabeto andino.
Por
otro lado, tanto Katari como Latino, tienen el mismo número de letras y
sílabas; de modo que su ondulación rítmica no implicó una alteración de fondo.
Epílogo
De arte sencillo y de severa
forma,
Ramún Katari es el enganche múltiple y aguardado de nuestra literatura con otros
sistemas de signos. En primer lugar, con el universo maravillante inaugurado en
nuestro país por Emeterio Villamil de Rada con La lengua de Adán. En segundo lugar, con la ondulación de la música,
el rigor de la arquitectura y las bellas artes del tacto y la técnica: la
pintura, el grabado y -gracias a su hijo Manuel- la escultura. Y finalmente,
con la ciencia de la inteligencia informática despuntada por el Atamiri de Iván Guzmán de Rojas.
Para
terminar, cabe recordar que Pablo Iturri Jurado murió al pie del cañón, después
de haber intercambiado su comida de hospital por un picante (¿de lengua?) con
un convaleciente de la cama vecina.
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