lunes, 1 de agosto de 2016

Letra sincrónica

La letra de Ramún Katari

Un avance en el redescubrimiento e investigación a fondo que Alan Castro hizo de Pablo Iturri Jurado, un singular escritor paceño de mediados del siglo XX.



Alan Castro Riveros

El nervio de la escritura
Si para un escritor boliviano fue imprescindible el pulso que esgrime el cálamo el momento de escribir, ése fue Pablo Iturri Jurado (1890-1970), el maestro rural y poeta paceño que hace más de un año se presentó en una puerta de Miraflores con el nombre de Ramún Katari. [N. de E. ver http://letrasietebolivia.blogspot.com/search?q=Pablo+Iturri]
Gracias a un entrañable encuentro con Myriam Stroobandt -escritora, crítica de arte, guía y magnífica conversadora-, quien conoció de cerca a Pablo Iturri Jurado cuando se vino a Bolivia, casada con su hijo, Manuel Iturri Guzmán -uno de los más fascinantes escultores de nuestro país, hipnótico en su técnica del mosaico-, es que ahora empezamos a avizorar el perfil de Ramún Katari. Es decir, que aquella puerta que invitaba en primera instancia a la fabulación comienza ahora a encarnar su aventura en los motivos de un viaje y en el regreso repentino de un amigo.
En primer lugar, ahora sabemos que al nervio fino de Ramún Katari no le molestaba ni el picante ni el café. Pablo Iturri Jurado se había hecho un cálamo que funcionaba con borra de café, y gran parte de su obra fue escrita con ese líquido pesado que uno supone indócil. La parte de su obra escrita con borra de café es la más importante: sus manuscritos acabados como obras de arte, sin errores ni tachaduras ni manchas, en un presente sin fisuras en el que se desplegaba la caligrafía que Pablo trabajó toda su vida. Ni para qué decir que el café era el más desafiante maestro y camarada del pulso de Ramún Katari.
La otra parte de su obra escrita -libros a medio terminar o poemas sueltos- tiene los trazos de un lápiz suavísimo, en cuadernos-libros fabricados artesanalmente con cuidadoso tacto. Es muy posible ver en ellos el soporte inmediatamente previo a la obra acabada; porque sus verdaderos borradores fueron escritos con canuto de tinta negra en papel cuadriculado de cuaderno escolar, con apuntes, versos tarjados, dibujos súbitos y cambios en la numeración azul de los poemas.
Las obras acabadas, los impecables y a veces gigantescos manuscritos “en limpio” de Ramún Katari, están todos escritos con borra de café, y uno siente que ya en el color de sus letras se ha apostado un estilo. Tales obras suelen tener ilustraciones inquietantes y pulcrísimas, pintadas con colores pálidos muy personales (que por momentos recuerdan a William Blake, otro poeta ilustrador), o dibujos y grabados que pueden ir de impresiones fotográficas a composiciones de aire heráldico.
Por cierto, aquello de que Pablo Iturri Jurado “esgrimía el cálamo” no solo es un retintín que me he permitido deslizar como vago eco del siglo XVI, sino que el segundo libro de este poeta, Sombras de alas (1925), comienza con un poema llamado Pablo Iturri Jurado, donde se presenta como ilustrador de pergaminos y misales, grabador de madera, compositor de madrigales y cortesano de recia mano para el hierro toledano.

La ondulación de la lengua
El oído musical de don Pablo le permitía no solamente tocar la mandolina y la guitarra en un trío junto a Max Portugal y Fernández Naranjo -a pesar de haber perdido tres dedos de la mano izquierda a sus cinco años-, sino que le obligaba a puntear el ritmo de una música silenciosa en sus cuadernos antes de escribir una sola letra de sus poemas.
Es así que algunos de los cuadernos borradores de Pablo tienen poemas enteramente silenciosos, matemáticos punteos de una abstracta melodía. Estos silencios a veces resultaban tan significativos que el poeta los dejaba como medida del silencio en sus versiones finales.
Por ejemplo, la sexta estrofa de su Canto al Illampu y al hombre, dice: Vida: . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . / Lámpara interminable del Sentido. O el poema 25 de La escuela de la naturaleza: Consultaremos / para el óleo al “Mallcu”. / . . . . . . . . . . . . . . . .
Su comedia teatral Joancho (1941) -cuya escritura difiere mucho de la forma severa que toma su poesía y se acerca al registro coloquial de Adolfo Cárdenas o Alison Spedding- también tiene un trato consciente con la música. Esta obra de teatro, ambientada en una escuela rural de Campo Grande (un pueblo al sur de Potosí, en la frontera con Argentina) tiene como personajes a sus estudiantes. En la portadilla, Ramún Katari ilustra un pentagrama musical con dos notas Mi (alta y baja) en clave de Sol; mientras que la imagen de portada es la firma del campesino ignorante Joancho, con sus vocales en explosión.


Ramón Latino
El primer pseudónimo de Pablo Iturri Jurado fue Ramón Latino. En la breve biografía escrita por su hijo Mario Iturri Guzmán leemos que a causa de este nombre “sufrió críticas de los intelectuales de su época que decían que era Europeo [sic], y como quiera que en la misma época entró el auge del indigenismo decidió cambiar por Ramón Katari y por propio deseo lo modificó como Ramún Katari el que lo mantuvo hasta el fin de sus días”.
Por supuesto, un lector acucioso se dará cuenta que el nombre de Ramón Latino poco tenía que ver con una impostura europeizante y sí más bien con el alfabeto latino que el autor usaba para escribir. Este alfabeto (el más usado en el mundo hoy en día) no era el único que Pablo conocía. Estudioso del aymará antiguo, de jeroglíficos que incluía en sus ilustraciones y libros, conocedor ávido del poeta y traductor Hrand Nazariantz del distrito de Üsküdar y amigo íntimo del escritor libanés Gibran Kahlil Gibran (جبران خليل جبران بن ميخائل بن سعد), Pablo Iturri Jurado tenía razones para especificar en su primer pseudónimo el sistema latino de su escritura. De hecho, cuando se decide por Ramún Katari, su letra también se transforma. Uno de los puntos culminantes de su trabajo con la grafía de la letra es Hathawi (1931), en donde Ramún Katari se acerca a la creación de un alfabeto andino.
Por otro lado, tanto Katari como Latino, tienen el mismo número de letras y sílabas; de modo que su ondulación rítmica no implicó una alteración de fondo.

Epílogo
De arte sencillo y de severa forma, Ramún Katari es el enganche múltiple y aguardado de nuestra literatura con otros sistemas de signos. En primer lugar, con el universo maravillante inaugurado en nuestro país por Emeterio Villamil de Rada con La lengua de Adán. En segundo lugar, con la ondulación de la música, el rigor de la arquitectura y las bellas artes del tacto y la técnica: la pintura, el grabado y -gracias a su hijo Manuel- la escultura. Y finalmente, con la ciencia de la inteligencia informática despuntada por el Atamiri de Iván Guzmán de Rojas.

Para terminar, cabe recordar que Pablo Iturri Jurado murió al pie del cañón, después de haber intercambiado su comida de hospital por un picante (¿de lengua?) con un convaleciente de la cama vecina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario