Mi amigo Jean Claude Wicky
El cantautor tupiceño evoca y rinde tributo al suizo más boliviano de todos, el extraordinario fotógrafo de los mineros bolivianos, Jean Claude Wicky, recientemente fallecido.
Luis
Rico
Una
noche de octubre de 1979, después de cantar en la Peña Naira, conocí a Jean Claude
Wicky cuando me preguntó: “¿Qué lugar de Bolivia me aconsejas conocer para querer
este país como lo quieres tú?”.
“Las
minas. Tienes que conocer los campamentos mineros”, le dije. “Huanuni y Siglo
XX son las minas estatales más grandes”. Quedó satisfecho porque mi consejo
coincidía con sus planes: fotografiar a esos hombres que, dentro de la tierra,
buscan tener una mejor vida.
Estuvo
tres días en Huanuni y en Siglo XX, se encontró con el típico malestar
estomacal de turistas que no tienen cuidado con la alimentación. Una comadre
ama de casa se solidarizó con él para curar sus males con yerbas y dietas,
mientras los trabajadores mineros se movilizaban rumbo a La Paz para defender
la democracia parlamentaria de Walter Guevara en el cruento golpe de estado de
Alberto Natusch Busch.
Volvió
a La Paz y nos contó en familia que estaba agradecido por la solidaridad de las
amas de casa en Siglo XX. Su calidad humana, su modestia y su amena
conversación, hicieron que lo incorporáramos a nuestra familia. Era divertido
con mis pequeñas hijas. Estaba ansioso por conocer más de la historia minera de
Bolivia.
Respetuoso
de las instituciones, pedía permiso a los dirigentes de la Federación de
Mineros y de las Cooperativas para hacer su trabajo que le llevó 12 años. Compraba libros y se contactaba con los
autores para conocer el lenguaje minero. Volvía de sus viajes y sabía dialogar
en lenguaje “serio” con las personas mayores y en lenguaje “sencillo” con los
niños de la casa.
Contaba
con cierto orgullo que era futbolista de primera división en un equipo helvético,
sabiendo que la selección suiza no alcanzaría a enfrentarse con selecciones
mundialistas. Reía de su frustración deportiva para justificar mejores
resultados con sus fotos.
Volvió
a su país con la firme decisión de comprar botas de goma número 46 y completar
su atuendo con un guardatojo comprado en una tienda de Pailaviri. Venía una vez
al año para hacer un trabajo intenso, a veces llegaba de sorpresa a las 3 de la
mañana sabiendo que siempre tenía un lugar en casa.
A
partir de 1986 empecé a viajar por Europa para hacer conciertos en Alemania, Francia,
Austria, Italia, Suecia. Jean Claude organizaba un concierto cada año en el
pequeño teatro “Chantemerle” en su ciudad natal; participaba contando anécdotas
de sus viajes a Bolivia. El público disfrutaba de sus historias y de las
canciones que yo cantaba contando la vida de los mineros bolivianos, y juntos
hacíamos que el público se trasladara imaginariamente a los centros mineros.
Después
de los conciertos, Jean Claude convocaba a sus mejores amigos para compartir
“una…s” botellas de vino. Allá conocí a Gigio, Iñacio, Mark, Jean Pierre y la
excepcional familia Mertzuga y sus niños. Todos cabían en la casa de la
adorable Anne-Marie, respetable ciudadana detrás del mostrador de la farmacia
más abastecida de la región, en su esfuerzo por ser un ama de casa minera en la
historia del fotógrafo que, en media celebración por el éxito de los conciertos,
nos agasajaba mostrándonos las primeras fotos de su pronta exposición.
Fuera
de la ciudad de Moutier, en el barrio de Perrefite, su casa se convirtió en una
galería de arte con las fotografías colgadas que cambiaban de lugar para tener
una cronología temática. Allá despedimos a su padre que sonreía contento de ver
a su hijo proyectarse con solvencia en el mundo artístico de la fotografía.
Un
día llegó a La Paz a las 6 de la mañana pidiéndome que le ayude a desembarcar
su tesoro. Cien fotografías para exponer en el Museo Nacional de Arte. Los
paquetes ocuparon toda la parte central de la casa y se instaló para
planificar, en maqueta, la distribución de las fotos que una tras otra, salían
de sus cajas para ser colocadas en los marcos “Nicbonny”. Nos despertaba a las
4 de la mañana para preguntarnos sobre algunas frases en español que, con
sacrificio, preparaba para el futuro libro.
“¡Jean
Claude! ¡Ya está servido el almuerzo!”, gritaba Cecilia, comprometida también
con el hermoso trabajo que concentraba la atención de toda la familia. “¡Jean
Claude! Vienes a comer o abro la ventana para que vuelen las fotografías”. Solo
entonces se acordaba que debía dejar el trabajo para alimentarse. Claro. Ya era
un minero. Cientos de mineros fueron a la exposición, entre ellos don Juan
Lechín, que llegó hasta las lágrimas al encontrarse frente a la historia minera
traducida en fotos.
En
uno de los viajes a Suiza, Jean Claude me dio una sorpresa. Había preparado un
concierto con la Big Band del Conservatorio de Música de Bienne. Fue una experiencia
maravillosa ya que el director hizo los arreglos de partituras, los jóvenes
músicos tocaban las canciones como sintiéndose parte de las fotografías
expuestas en una sala de Moutier.
Pasó
un año y Jean Claude apareció en La Paz con una nueva sorpresa. Traía como 500
libros en paquetes de a diez. Cuando abrió el primer paquete vimos el libro: Mineros. Bolivia. Le dije que no me
gustaba el título, porque debía sert más agresivo como Mineros. El diablo solo sueña en blanco y negro. Jean Claude me dio
consuelo argumentando que no había podido llegar al nivel en que los europeos
entiendan la mitología minera. Entonces le dije: “yo utilizaré ese título para
esta canción”.
El diablo solo sueña en blanco y negro
Quechisla, Corocoro, Cancañiri,
Mulluni, Punutuma, Pulacayo,
Huanuni, Rio Yura, Siete Suyos,
Catavi, Siglo XX, Telamayu.
Viloco con la nieve en las alturas
separa del estaño el antimonio.
Abajo se enfrentó a la dictadura
la iglesia sin altar del Padre Antonio.
Colquiri, Teoponte, San Vicente,
Atocha, Bolsa Negra, La Enramada,
Bolívar, Capasirca, Sayaquira,
Viloco, Santa fe, Morococala.
La lluvia moja todo el campamento
el sol forma un inmenso arcoiris
de piedra sobre piedra es el momento
sescansan con un p´ijchu las palliris.
Oruro, mi Chorolque, Amayapampa,
Cañadón Antequera, Japo, Porco,
Landara, Cami, Tasna, Mina Ch´ojlla,
Tatasi, Potosí, Mina Matilde.
Un pucho para el tío de la mina
la coca, el alcohol, la llama blanca
las venas de agua clara y copajira
se mezclan con la sangre en la wilancha.
Jean Claude es el mortal que estando vivo
ha vuelto de las puertas del infierno
de tanto andar y andar se ha convencido
que el diablo solo sueña en blanco y negro.
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