domingo, 14 de agosto de 2016

Libros

Sobre Los tigres de Kondra


Texto de Barrientos sobre Las visiones de Paz Soldán que, junto a los publicados la semana pasada, se leyeron en la presentación del libro de cuentos en Santa Cruz.



Maximiliano Barrientos 

En Los tigres de Kondra alguien es perseguido por felinos. Tigres, en plural, porque en el mundo donde acontece el cuento cazan en manada. Y el lector, desde el inicio, percibe -pegajoso, ubicuo- el calor del trópico, la humedad de la vegetación. Toda esa amalgama de experiencias sensoriales es indisociable del miedo, un miedo físico, un terror concreto.
Es un cuento en el que el personaje escapa, es lo único que en realidad hace. Ryu corre y atraviesa obstáculos: huye. Este irse, este desplazamiento hacia el corazón de la jungla, es también una forma de perderse en la mente, porque el cuento en realidad trata sobre los laberintos de la mente, sobre sus trampas, sobre sus lugares más peligrosos.
Hay la anécdota de la jungla y también hay otra que se va filtrando de a poco: la de la hermana presa de un insomnio enfermizo que la llena de visiones. La historia de lo que Ryu tuvo que hacer para que la curaran de la pesadilla de la lucidez continua, esa serie de acciones que lo condujeron a la condición de prófugo, aquel que escapa -sin esperanzas- de esas fieras hambrientas que cada vez están más cerca.  
Nos enteramos de que Ryu era DJ, y de que Mara, la hermana, lo acompañaba en las noches de reviente cuando no podía dormir, cuando la máquina del cerebro funcionaba sin que hubiera ninguna química lo suficientemente poderosa para detenerla.
No sabemos mucho más de Mara, ella es una suma de síntomas, un destello de luz en la cabeza del personaje.
Me interesan las transiciones que suceden en el relato. El narrador pasa sin problemas de la huida en la jungla al pasado, al tipo de vida que tuvo antes en Iris. En ese ir y venir de los dos registros hay destreza, hay un ritmó sólido, vertiginoso, que nos involucra con la vida de la mente y con la vida del cuerpo, que es puro instinto de supervivencia. Las dos historias no transcurren como bloques separados, sino como prolongaciones de un mismo delirio, de un mismo tipo de miedo. Ahí, en la fusión de escena y resumen -en el desvanecimiento de sus fronteras- radica la clave de la intensidad.
Más tarde, cuando el punto de vista -gracias a la magia del estilo indirecto libre- se retira de la conciencia del personaje, descubrirnos la cruel verdad: el cuerpo de Ryu es el lugar de un experimento donde una droga hace estragos y manipula emociones con un fin preciso: conseguir información. Nada es real, ni siquiera su hermana. Ella es solo parte de una narrativa que insertaron en su cerebro para quebrarlo.  
Es el relato de una huida, de alguien extraviado en los pasadizos de la mente, pero también es un relato político, ya que muestra un trasfondo clave en ese mundo distópico que Edmundo Paz Soldán creó en su novela Iris (2014) y en esta colección de cuentos que ahora tenemos el placer de presentar, Las visiones (2016): el avasallamiento y la colonización producto del choque de dos culturas.
En este cuento hasta la memoria se constituye como una estrategia de dominación estatal: la nostalgia, una nostalgia falsa, no puede ser jamás un paisaje inocente.
Ryu, acusado de ser parte de la resistencia, es sistemáticamente drogado para que suelte lo que el ejército precisa saber. Reynolds, un personaje clave en la novela ya mencionada, se encarga de esta forma tan sofisticada de tortura. Ryu es uno más de una serie de prisioneros políticos que se encuentran en celdas, ajenos al mundo real, devorados por visiones de tigres hambrientos o por algunas mucho más atroces: perseguidos por Malacosa, el monstruo de la mitología de los irisianos, una especie de dios terrible, amante de la guerra.

Con resabios de P.K. Dick y su ya legendario cuestionamiento sobre qué es real y qué no, Los tigres de Kondra es la mejor ventana para introducirse a este violento mundo creado por Paz Soldán en sus últimos dos libros: un mundo que raya en lo delirante y que se sirve de la ciencia ficción para discutir, desde la periferia y desde la libertad que concede la imaginación más desbocada, una situación todavía próxima. 

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