Introducción al juego de los retratos
A propósito de los dibujos de Jaime Saenz, que se exponen estos días en el Anexo del Espacio Patiño de La Paz.
Alan
Castro Riveros
A
Pedro Ramos, otro amigo recogido en agosto
Vidas y muertes
En
el último retrato de Vidas y muertes (Huayna
Potosí, octubre de 1986), el pintoresco personaje Pedro L. Bustos -muy dado a meterse gratuitamente en
honduras, de las que empero jamás acertaba a salir bien parado [175]- comparte
un juego de su invención con Jaime Saenz: el juego de los retratos.
El
juego consiste en buscar la imagen oculta en un retrato, la cual se revela en aquel que mira; mas no en aquel a quien
se mira [176].
En
el relato, Saenz -después de sobresaltarse frente a un retrato del propio señor
Bustos- queda iniciado en el juego. Desde entonces estrecha su amistad con Bustos
y los retratos comienzan a ocupar su tiempo. Tanto así que Jaime se ve en conflictos
por descuidar sus obligaciones y andar todo el tiempo con el juego de los
retratos.
Más
adelante, la amistad con Bustos se va disolviendo a raíz de un comentario de
este último sobre la futura publicación masiva y universal del juego de los
retratos; cosa que a Saenz le parece pueril, pues con ello prevé la total
degeneración del juego. Dicho y hecho. En su afán de popularizar a ultranza el
juego de los retratos, Bustos termina derivándolo en un juego de feria -con fotos de astronautas, de cantantes, de
futbolistas y aun de motociclistas; con figuritas de colores, que suplantaron a
los retratos misteriosos. [184]
Debo
añadir que el capítulo dedicado a Pedro L. Bustos tiene un lugar inquietante y
revelador en Vidas y muertes. Es el
único capítulo del libro en donde el muerto habla más que el narrador. Y a él le
siguen los dos textos que cierran el libro: el breve y enigmático Retrato y el epílogo titulado Un autorretrato.
Autorretratos y calaveras
El
pasado 16 de agosto, en el Anexo del Espacio Simón I. Patiño de La Paz, apareció
una fascinante exposición recordando los 30 años de la muerte de Jaime Saenz.
Allí estaban algunos de los retratos, autorretratos, calaveras y dibujos del
poeta; además del saco de aparapita, el reloj con Eneagrama, la muñeca
heredada, la pequeña máquina Royal, un tintero, fotografías; en fin, un mundo
de cosas que continúan el trazo del retrato del poeta paceño. Además de la
exposición, se presentó un archivador que contenía un juego de 24 dibujos del
autor de Vidas y muertes.
A
pesar de la ausencia de un aparato crítico mínimo (fechas, numeración, fuente
del título del dibujo, etc.) que permita una lectura cabal, amable y pertinente
de la colección de dibujos de Saenz -que el poeta Benjamín Chávez también extrañó
al reseñar el libro Poesía reunida que
también se presentaba la misma noche- hay muchas cosas que, a priori, se pueden decir sobre los
dibujos de Jaime Saenz.
En
primera instancia, el trazo de Saenz es inconfundible. En segundo lugar,
sorprende su predilección por los retratos, las caras. Respecto a lo segundo, y
apoyándome en la pequeña muestra del 16 de agosto y a la colección titulada Además de las palabras, voy a detenerme en
los autorretratos y calaveras del poeta.
Entre
los secretos del juego de los retratos que el señor Bustos comparte con Saenz
está el que dice así: todo gran jugador
sabe que un retrato de perfil carece de los misterios que, en cambio, abundan
en un retrato de frente [177]. Valga el regreso a un fragmento de Vidas y muertes para hacer notar que la
mayoría de los autorretratos de Saenz son de perfil, mientras que las calaveras
son de frente. Entre tal espectro hay dibujos intermedios donde uno se pregunta
si está escudriñando una calavera o un autorretrato. En la exposición, por
ejemplo, se pudo ver el fascinante dibujo titulado Mi cara en proceso de ser calavera (s/f). De tal manera, la relación
de los autorretratos y las calaveras deja entrever la búsqueda estética y vital
que Saenz hace visible en la tensión entre un trazo violento (proliferante) y
otro que cuando no es un solo trazo continuo (inscriptor) da la ilusión de
serlo.
Con
respecto al trazo inscriptor de Saenz -que llega hasta sus dibujos abstractos-,
habrá que decir que recuerda mucho a las líneas ondulatorias que aparecen en
las cronofotografías del médico francés Étienne-Jules Marey (1830-1904) a las
que se refiere Didi-Huberman para plantear una sismografía del cuerpo humano
como continuum temporal del
movimiento.
En
el libro La imagen superviviente (Abada,
2009), Didi-Huberman relata que: En 1866
[...] Marey había intentado definir la que podría ser la “forma real”, como él
decía, de un espasmo muscular: había que “determinarla gráficamente” por medio
de aparatos de registro equivalentes a lo que sería un sismógrafo del
cuerpo humano, un instrumento capaz de
proporcionar la inscripción, la grafía, de
los “tiempos” y de los movimientos más sutiles del organismo vivo. [108]
Si
bien Bustos hubiese aclarado que un jugador debe tener nervios de acero más que musculatura, también hubiese asentido
diciendo que: Hablando en puridad de
verdad, el jugar el juego de los retratos es de hecho un jugar con el tiempo.
[176]
El pulso y el Eneagrama
En
un breve documental sobre Jaime Saenz aparecido hace 15 años, Jesús Urzagasti
repitió aquella frase que alguna vez le dijo su padre -la memoria empieza por la mano- para evocar el oficio de relojero
de su amigo Jaime. Esta dimensión del quehacer saenziano no fue ajena a la
exposición del pasado 16 de agosto. Además de un par de relojes de bolsillo, se
exhibió la fabulosa caja de reloj con Eneagrama que es parte de la colección de
objetos de nuestro querido Alfonso Barrero.
Aunque
lamentablemente no sabemos si el Eneagrama ya venía inscrito en la caja del
reloj o si fue inscrito por Saenz, la relación de una potencia geométrica con
la relojería es clave para comprender el pulso en el trazo saenziano. Baste
decir que tal Eneagrama fue divulgado en Occidente por George Gurdjieff
(1866-1949) como base de un sistema de autoconocimiento y descubrimiento
consciencial. El método de Gurdjieff proponía el descubrimiento y gobierno de
la pulsión personal dominante.
Si
relacionamos el trazo inscriptor con el oficio de la relojería, adivinamos
desde ya la afinación constante del pulso del poeta, quien trabajaba
minuciosamente en los mecanismos que ponían en movimiento la geometría del
reloj. En ese sentido, cabe recordar aquel concepto enigmático que Aby Warburg
dejó en una de las notas manuscritas de sus últimos años: el energetisches Engramm (engrama
energético), según el cual aquello que es transmitido por la memoria solo es
efectivo en cuanto hay una inscripción del movimiento en la materia. Es decir,
el trazo como la matemática del movimiento.
JURJIZADA (Seudónimo de Gurdjieff y nombre de batalla de Saenz en los talleres Krupp).
ResponderEliminarFue a principios del año 1975 cuando construimos a iniciativa de Jaime Saenz dos petaquitas de cuero (con el propósito de guardar en ellas lo que considerábamos más valioso en ese momento). Desde ir a comprar el cuero ya curtido a la calle Sagarnaga, lo que representaba todo un acontecimiento el salir con el Jaime a la calle, en el colectivo o donde estemos la gente a su alrededor lo veía como a un santo o algo parecido... tenía un aura resplandeciente, extraña, dejando asombrados a quienes lo miraban...incluyéndome a mí. Esta es mi impresión más antigua e inexplicable que conservo de él (en ese momento tenia 18 años) y de su interacción con el mundo… Aparte de visitar a las chifleras de la calle Linares y nos lean la suerte en plomo ("chauchis" que las conservo en esta cajita). Y completada nuestra misión con nuestro cuero a cuestas, recorrimos la ciudad.
Una vez concluidas estas cajitas Jaime pirograbo en ellas nuestras iniciales a los extremos y una fecha: 1 Junio 1975, al centro gravo el “Eneagrama” develado al mundo por Gurdjieff al inicio del siglo XX. Este hacer o trabajo inicial represento para mí cualesquiera haya sido el mérito el ganarme por derecho propio ser parte como Primer Oficial en los Talleres Krupp bajo el nombre de “Sultán de Marruecos” Una de las petaquitas fue para Jaime Saenz, la otra para Alfonso Barrero Villanueva.
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