Elena Ferrante: La saga de las dos amigas
Reseña de la serie de novelas que deslumbra a lectores y críticos… casi tanto como el misterio que envuelve a su autora.
Carlos Decker-Molina
Llegaron a mi poder los cuatro volúmenes digitales. Venían
precedidos de fama. El New York Times:
“Deslumbrante”. Juan Marsé: “Las novelas de Elena Ferrante me han tenido atado
al sillón, leyendo y celebrando unas páginas donde la emoción nunca es banal:
el dolor y la alegría de sentirse vivos están ahí para que el lector los haga
suyos y todo lo que dice es necesario, sin que sobre ni falte un solo
adjetivo”. Para The Guardian,
Ferrante se merece el Nobel de Literatura.
Pero ¿quién es Elena Ferrante? Nadie lo sabe y esa
duda, convertida en incertidumbre, me hacía dudar de leer los cuatro volúmenes,
pues pensaba que era un nuevo atajo de mercadotecnia.
Me fui a la red a leer más sobre la escritora, que
bien podría ser hombre; es más, hay quien creía que la Ferrante era Domenico
Starnone, pero este lo negó rotundamente.
Lo que Ferrante quiso que se supiera de ella está en
un pequeño libro titulado Frantumaglia,
donde se recogen una entrevista y unos apuntes personales sobre su modo de
entender la vida y la escritura.
Vanity Fair la entrevistó
por correo electrónico. De ambas fuentes, se desprende que Elena Ferrante es mujer,
napolitana, madre, separada y mayor de 60 años, a la que nadie ha visto.
Confesó que había escrito la tetralogía napolitana bajo el hechizo de Mentira y sortilegio de Elsa Morante.
A pesar de esos datos pobres, me atrevo a decir que la
saga tiene matices autobiográficos, no solo porque está escrita en primera
persona sino porque Elena Greco, el personaje que relata la saga, tiene un poco
más de 60 años cuando comienza a contar su historia junto a su amiga Lila
Cerrullo, además la Greco de la novela es también escritora.
En el primer libro, La amiga estupenda, todo comienza con un prólogo. Elena recibe una
llamada telefónica de Genaro, a quien conoce desde su nacimiento y lo llama
Rino, es el hijo de su gran amiga Lila Cerrullo.
Rino me llamó esta mañana; pensé que iba a pedirme más dinero y me
preparé para decirle que no. El motivo de su llamada era otro: su madre había
desaparecido
- ¿Desde cuándo?
- Desde hace dos semanas
- ¿Y me llamas ahora?
Lila no había salido nunca de Nápoles.
- Por favor, de vez en cuando compórtate como a ella
le gustaría; no la busques.
- Pero, ¿qué dices? Es mi madre.
- Lo has oído. Es inútil. Aprende a vivir solo y a mí
tampoco me busques más.
Lila Cerrullo, es la hija del zapatero. Amiga del
barrio napolitano. Iban a la escuela juntas y eran muy buenas compañeras y
amigas.
La novela no se detiene a buscar a la desaparecida,
sino que vuelve a los años de la postguerra cuando ambas eran dos niñas que
pierden sus muñecas en un sótano tenebroso.
La intriga es de thriller.
La trama de culebrón. Es una novela realista desde el punto de vista
sociopolítico y tiene matices propios de la literatura fantástica. Es todo eso,
pero tampoco ninguno de ellos a cabalidad.
Los cuatro libros cuentan los altibajos de la amistad,
el sexo, -hay escenas que me recordaron a la Bolivia mojigata de los 50- la
relación con el cuerpo y el abismo de lo doméstico. Más luego, figura predominantemente
la maternidad y la relación entre familias. Lo interesante es el contexto
político que no sobresale frente al relato lineal, pero fluido, dicho por una sola
voz.
Figura, luego, la época de la universidad y de las
sesiones políticas permanentes. La lucha armada, la panfletaria… y de
trasfondo, Elena siempre estudiando y leyendo, pero no ausente del contexto, al
contrario, como un personaje más.
Se advierte rápido que el barrio vive la pobreza post
bélica. Hay recovecos de fascismo. Una familia, la madre usurera con un libro
rojo más “peligroso que el de Mao” que tiene dos hijos, los niños “bien” del
barrio con auto a disposición. La familia de Enzo, el comunista. Lila y Elena
al medio de esos extremos, pero, actuando en sus bordes o dentro. La nitidez de
las diferencias de clase se patentiza con la aparición de los Airota, los
burgueses intelectuales, socialistas y alentadores del saber y el conocimiento.
Es una saga que tiene de todo: a medida que las niñas
crecen, se hacen jóvenes, madres y al final viejas, unos aparatos con tarjetas
perforadas se incorporan a la producción y luego unos aviones atacan las torres
gemelas de Nueva York. El ritmo de la narración es delirante, avanza en
movimientos pendulares entre el hiperrealismo y la ensoñación etérea.
Pienso que gusta, sobre todo a la generación de los
40, porque nos recuerda a nosotros mismos, con las distancias geográficas e
históricas. A todos nos pasó más o menos lo que le pasa a Nino, uno de los
personajes que no desaparece en toda la saga.
Si las novelas sobre familias tuvieron su apogeo, esta
es una novela de amigas, pero ahí están las familias y algunas muy decisivas en
el barrio y en la vida de ambas.
Para finalizar esta reseña y hacer una síntesis
redonda del contenido de los cuatro volúmenes acudo al primer libro.
Elena Ferrante cita a Goethe en su Fausto:
“El hombre es demasiado propenso a adormecerse; se entrega pronto a un
descanso sin estorbos; por eso es bueno darle un compañero que lo estimule, lo
active y desempeñe el papel de su demonio”.
Elena Greco necesita el estímulo de Lila Cerrullo, el
demonio de la saga. Lila, la que desaparece y abandona a su hijo Genaro nada
más empieza todo. Pero finalmente Elena se da cuenta, junto a los lectores, que
siguen su vida paso a paso durante cuatro volúmenes, que ya ni siquiera alcanza
con Lila, que ya no es más que una vieja que solo recuerda, porque ya no puede
ser la protagonista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario