Reversionar la escritura
Una versión de este texto fue leída por el autor durante la presentación de la reedición de La toma del manuscrito, de Sebastián Antezana.
Mauricio
Murillo
Walter
Benjamin explica que no sería el mejor elogio de una traducción decir de esta que
se lee como un original escrito en la lengua a la que se ha transpuesto. Es
decir que un texto traducido cae en su propio hueco si se genera como la
impostura del artificio, aparentando manejar un registro del que no sale y al
que llega gracias al original.
El
tema de la traducción nos atañe importantemente a los lectores desde varios
territorios. Podemos consumir libros, leerlos, porque están traducidos. No
debemos dudar de la importancia y de la necesidad de leer también malas
traducciones, nos construyen como el lector que llegamos a ser y,
lastimosamente somos el lector que podemos ser, no el que queremos.
Pero
la traducción también es esencial para la literatura como un concepto, como una
abstracción, como una experiencia. Haciendo una analogía exagerada, pero no
tanto, todo el tiempo traducimos el mundo. Bejamin dirá que la mejor traducción
es transparente, no cubre lo que traduce.
Sebastián
Antezana retoma esta idea de traducción como concepto y como analogía para
elaborar su primera novela, reeditada hace poco por Plural. Parte de ella,
inicia desde ella para elaborar la enorme La
toma del manuscrito. Desde el Prólogo comprendemos los alcances de la
traducción, sobre todo si se la hace parte de la ficción, de la escritura.
Otro
concepto importante para esta novela es la parodia, una suerte de traducción. La
novela tiene muchos guiños, homenajes, bromas y referencias literarias. Es como
un juego de espías, haciendo honor a un género que parodia, al policial. Leer La toma del manuscrito es también un
poco jugar, descubrir, encubrir y equivocarse. Por lo general, entendemos
parodia como algo negativo, como algo que denigra al original, pero el
significado más importante de parodia es cuando se entiende esta como el
desplazamiento, entre el homenaje y el juego. Eso también sería traducir si
partimos desde lo que encontramos en La
toma del manuscrito, una suerte de analogía de la lectura.
Otra
característica importante de la novela de Sebastián es la mezcla de registros.
Sobre todo el diálogo con la imagen y la palabra escrita. La imagen como un
espacio distinto de la cotidianidad, como un territorio especial. Pero también
la imagen como metáfora, como concepto, como sinopsis. Con esto continuará, de
manera distinta, en su segunda novela, El
amor según. La imagen como eso que miramos pero que nos mira, como eso
material de lo que se puede escribir.
La toma del manuscrito es una novela que
más allá de parodiar libros queridos se basa sobre todo en dos géneros: la
novela de aventura y la novela policiaca. Entonces, es también un homenaje a
dos géneros populares. Dos géneros que influenciaron en la literatura de dos
siglos distintos. Pero son también, y muy importantemente, dos géneros a los
que se llega en la adolescencia, que se leen por diversión pura. Así es que La toma del manuscrito es también una
carta de amor a la lectura, al acto de leer, me refiero al físico, al estar
sentado con el libro en las manos. La experiencia de la lectura y lo que se ama
de esa experiencia. Las tardes dedicadas a un libro, no querer parar de leer,
eso idílico que se muestra en las películas que le pasa a los niños que se
quedan invadidos por la lectura. Pero ese niño es el mismo adulto que lee
luego, que no intelectualiza, que se mete en el libro sin medir nada.
No
hay que olvidar que esta es la primera novela de Sebastián, es su primer libro.
Esto es pasmoso. Recuerdo muy pocos casos en la literatura boliviana de alguien
que haya aparecido con un libro tan potente y tan grande. La historia del
Premio Nacional de Novela está marcada por altibajos, uno de los picos es, sin
duda, La toma del manuscrito.
Esta
nueva edición es un proyecto acertado y necesario. No es una reimpresión, el
libro tiene cambios sustanciales. Es una nueva versión. Otra vez, años después,
en sí misma, en la historia de sus publicaciones, La toma del manuscrito pone en movimiento traducciones y parodias.
Es
difícil no tenerle miedo, o por lo menos enojo al cambio, a lo nuevo, pero las
versiones no siempre son malas. Esta nueva versión no elimina a la otra, la
mejora, la restituye y, además, la acerca a los lectores que ya no pueden
conseguir la primera edición. Siempre que hablamos de ediciones corregidas, un
amigo querido del mundo de las editoriales reniega, me dice que es una falta de
fidelidad con el lector. Lo que ha hecho Sebastián me parece lo contrario, es
una expansión de un mundo genial. Lo hermoso e inquietante de la literatura es
que esta nunca acaba.
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