domingo, 8 de noviembre de 2015

Lector al sol

Sobre tres escritoras


Una celebración del talento de Colanzi, Rivero y Baudoin. Una celebración de la narrativa boliviana actual.





Sebastián Antezana

Perdóneseme el tono casi celebratorio de esta columna, pero a propósito de la muy buena semana pasada que tuvo la literatura boliviana -y, si se quisiera reducir el fenómeno, podría incluso decirse la literatura boliviana escrita por mujeres, aunque realmente no hay necesidad de hacerlo- con los premios de Liliana Colanzi -el Aura Estrada-, Giovanna Rivero -el Cosecha Eñe- y Magela Baudoin -por ahora finalista del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez- quisiera repetir aquí, de forma breve y algo modificada, comentarios ya antes registrados por mí sobre la obra -sobre todo la cuentística, pues es el motivo de los tres galardones- de estas tres buenas escritoras. 

Liliana Colanzi
Colanzi es, por ahora, ante todo una escritora de cuentos. Así, es creadora de historias y personajes sólidos y bien tratados, nacidos de una compleja tradición estética, literaria y visual, en la que el papel de las imágenes es tan importante como el de cierta musicalidad que se traduce en momentos de intensa pasión por el lenguaje y crea una lógica interna que quizás no vale tanto por su situación física -la descripción de lugares que se repiten en la obra de Colanzi, calles y lugares de Estados Unidos o Inglaterra y sobre todo de Santa Cruz, casas de familia, carreteras, salones de clases, cuartos de hotel- como por su naturaleza emocional, su cercanía a una cadencia que es en realidad un estado de ánimo generalizado.
El gesto que relata al mismo tiempo los dramas del individuo marcado por los rigores del crecimiento y las despedidas, y la marca estilística que los caracteriza, son en los cuentos de Colanzi más que una propuesta narrativa, son una forma de entender el mundo a través de la escritura, son una forma de ver y pensar -es decir, son un estilo-, que hace de la exploración de personajes y giros dramáticos, algunos de los que están marcados por una profunda soledad, un desamparo mayor a la suma de sus circunstancias individuales, algo más cercano a una ética de la escritura, una postura existencial frente al acto de escribir que muestra de forma elocuente el compromiso que la autora siente con su trabajo.
Así,  los cuentos de Colanzi vienen precedidos por una notable comprensión del papel de la ficción, acompañados por una visible intuición estética y un fuerte compromiso con el hecho de narrar un mundo y unos personajes que podrían bien desafiar la prueba del tiempo.

Giovanna Rivero
La mayoría de los cuentos de Rivero se dedican a trabajar desde distintos ángulos -acercamientos a la ciencia ficción, al realismo intimista, al impulso autobiográfico, a lo fantástico, a la historia y a la especulación- la figura de la familia, los vínculos sanguíneos, afectivos y políticos, que se cuecen en ese núcleo que es tanto un refugio, una guarida para el Yo frente a las corrientes inestables del mundo, como un terreno atravesado por la interacción de ese Yo con los Otros, al mismo tiempo siempre cercanos y extraños.
A propósito, habrá que decir que uno de los mayores méritos de la escritura de Rivero es la palpable permeabilización que consigue de las fronteras de lo individual y lo social, la constante deconstrucción que lleva a cabo de la esfera de lo privado y la de lo público, a nivel de voz narrativa, y su reformulación mediante un impulso capaz de sugerir un nuevo término: una especie de Yo compartido o común, una voz que es muchas a la vez y que encuentra en la sistemática partición de su individualidad algo parecido a una esencia o un destello. Así, no hay en estos cuentos una sola voz narrativa reconocible -aunque sí un estilo- sino una constelación que colabora a construir una especie de collage que en ocasiones termina siendo deslumbrante.
Pleno de giros poéticos, cuidadas metáforas de largo alcance y referencias a la cultura popular, el lenguaje de los cuentos de Rivero, de elaborada construcción, funciona como un mecanismo de referencialidad constante, un sistema de crisis y aperturas, un tejido que propone complejas vinculaciones con discursos literarios y extra literarios, enriqueciendo y complejizando así la tarea del lector, quien se ve sumergido en un terreno de múltiples capas, una zona meticulosamente estratificada que es también un espacio de cuestionamiento a buena parte de la narrativa boliviana contemporánea.  

Magela Baudoin
En sus cuentos, Baudoin tiende al fragmento más que al sistema, muestra una vocación de alejamiento de las construcciones masivas y privilegia en su lugar la búsqueda de algo más pequeño, si se quiere espiritual, algo como un destello o un grano de sal capaz de iluminar una habitación.
Las historias de Baudoin parecen estar habitadas por personajes que han llegado, feliz o infelizmente, en la juventud y en la vejez, a la conclusión de que solo les queda vivir las consecuencias de sus actos pasados.
Así, remontarse al principio de la historia de los personajes es una tarea que los cuentos no permiten y, presentando solo los finales o las instancias cercanas a cada final, simplemente se la sugiere al lector, quien queda a cargo de volver al principio de las edades, a la historia de las semillas, al estado mineral y puro de la sal que en los relatos llega casi disuelta, bruta o descompuesta en sus partes esenciales.
La búsqueda de los comienzos, del germen petrificado de una respuesta, tal vez sea la búsqueda más importante de todas, y todos la emprendemos aunque no sea más que a momentos, aunque no sea más que a solas, aunque de forma inevitable implique un fracaso. De alguna manera, todos somos el producto relativamente fracasado de alguna inspiración mística. Y los cuentos de Baudoin, en su felicidad, en su crudeza, en su ternura, así nos lo muestran.
 En un pequeño texto titulado “Hacia la desnudez”, Emile Cioran dice que “Todo vocablo equivale a un estigma, es un atentado contra la pureza. Ninguna palabra puede esperar otra cosa que su propia derrota”. 
Creo que algo de esta conciencia sobre el peso a veces insostenible de las palabras, sobre el hecho de que la pronunciación o inscripción de cada vocablo es una especie de atentado contra un orden silencioso que late detrás de la parafernalia de los sistemas lingüísticos, está presente en los cuentos de Magela Baudoin.

Como lectores, respetando también cada palabra y cada ausencia de palabras, y conscientes de la derrota y la victoria implícita que viene en cada una, es que debemos leerlos, creo, agradecidos. 

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