Sobre tres escritoras
Una celebración del talento de Colanzi, Rivero y Baudoin. Una celebración de la narrativa boliviana actual.
Sebastián
Antezana
Perdóneseme
el tono casi celebratorio de esta columna, pero a propósito de la muy buena
semana pasada que tuvo la literatura boliviana -y, si se quisiera reducir el fenómeno,
podría incluso decirse la literatura boliviana escrita por mujeres, aunque
realmente no hay necesidad de hacerlo- con los premios de Liliana Colanzi -el
Aura Estrada-, Giovanna Rivero -el Cosecha Eñe- y Magela Baudoin -por ahora
finalista del Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez- quisiera
repetir aquí, de forma breve y algo modificada, comentarios ya antes registrados
por mí sobre la obra -sobre todo la cuentística, pues es el motivo de los tres
galardones- de estas tres buenas escritoras.
Liliana Colanzi
Colanzi
es, por ahora, ante todo una escritora de cuentos. Así, es creadora de
historias y personajes sólidos y bien tratados, nacidos de una compleja
tradición estética, literaria y visual, en la que el papel de las imágenes es
tan importante como el de cierta musicalidad que se traduce en momentos de
intensa pasión por el lenguaje y crea una lógica interna que quizás no vale
tanto por su situación física -la descripción de lugares que se repiten en la
obra de Colanzi, calles y lugares de Estados Unidos o Inglaterra y sobre todo
de Santa Cruz, casas de familia, carreteras, salones de clases, cuartos de
hotel- como por su naturaleza emocional, su cercanía a una cadencia que es en
realidad un estado de ánimo generalizado.
El
gesto que relata al mismo tiempo los dramas del individuo marcado por los
rigores del crecimiento y las despedidas, y la marca estilística que los
caracteriza, son en los cuentos de Colanzi más que una propuesta narrativa, son
una forma de entender el mundo a través de la escritura, son una forma de ver y
pensar -es decir, son un estilo-, que hace de la exploración de personajes y
giros dramáticos, algunos de los que están marcados por una profunda soledad,
un desamparo mayor a la suma de sus circunstancias individuales, algo más
cercano a una ética de la escritura, una postura existencial frente al acto de
escribir que muestra de forma elocuente el compromiso que la autora siente con
su trabajo.
Así,
los cuentos de Colanzi vienen precedidos
por una notable comprensión del papel de la ficción, acompañados por una
visible intuición estética y un fuerte compromiso con el hecho de narrar un
mundo y unos personajes que podrían bien desafiar la prueba del tiempo.
Giovanna Rivero
La
mayoría de los cuentos de Rivero se dedican a trabajar desde distintos ángulos -acercamientos
a la ciencia ficción, al realismo intimista, al impulso autobiográfico, a lo
fantástico, a la historia y a la especulación- la figura de la familia, los
vínculos sanguíneos, afectivos y políticos, que se cuecen en ese núcleo que es
tanto un refugio, una guarida para el Yo frente a las corrientes inestables del
mundo, como un terreno atravesado por la interacción de ese Yo con los Otros,
al mismo tiempo siempre cercanos y extraños.
A
propósito, habrá que decir que uno de los mayores méritos de la escritura de
Rivero es la palpable permeabilización que consigue de las fronteras de lo
individual y lo social, la constante deconstrucción que lleva a cabo de la
esfera de lo privado y la de lo público, a nivel de voz narrativa, y su
reformulación mediante un impulso capaz de sugerir un nuevo término: una
especie de Yo compartido o común, una voz que es muchas a la vez y que
encuentra en la sistemática partición de su individualidad algo parecido a una
esencia o un destello. Así, no hay en estos cuentos una sola voz narrativa
reconocible -aunque sí un estilo- sino una constelación que colabora a
construir una especie de collage que en ocasiones termina siendo deslumbrante.
Pleno
de giros poéticos, cuidadas metáforas de largo alcance y referencias a la
cultura popular, el lenguaje de los cuentos de Rivero, de elaborada
construcción, funciona como un mecanismo de referencialidad constante, un
sistema de crisis y aperturas, un tejido que propone complejas vinculaciones
con discursos literarios y extra literarios, enriqueciendo y complejizando así
la tarea del lector, quien se ve sumergido en un terreno de múltiples capas,
una zona meticulosamente estratificada que es también un espacio de
cuestionamiento a buena parte de la narrativa boliviana contemporánea.
Magela Baudoin
En
sus cuentos, Baudoin tiende al fragmento más que al sistema, muestra una
vocación de alejamiento de las construcciones masivas y privilegia en su lugar la
búsqueda de algo más pequeño, si se quiere espiritual, algo como un destello o
un grano de sal capaz de iluminar una habitación.
Las
historias de Baudoin parecen estar habitadas por personajes que han llegado,
feliz o infelizmente, en la juventud y en la vejez, a la conclusión de que solo
les queda vivir las consecuencias de sus actos pasados.
Así,
remontarse al principio de la historia de los personajes es una tarea que los
cuentos no permiten y, presentando solo los finales o las instancias cercanas a
cada final, simplemente se la sugiere al lector, quien queda a cargo de volver
al principio de las edades, a la historia de las semillas, al estado mineral y
puro de la sal que en los relatos llega casi disuelta, bruta o descompuesta en
sus partes esenciales.
La
búsqueda de los comienzos, del germen petrificado de una respuesta, tal vez sea
la búsqueda más importante de todas, y todos la emprendemos aunque no sea más
que a momentos, aunque no sea más que a solas, aunque de forma inevitable
implique un fracaso. De alguna manera, todos somos el producto relativamente
fracasado de alguna inspiración mística. Y los cuentos de Baudoin, en su
felicidad, en su crudeza, en su ternura, así nos lo muestran.
En un pequeño texto titulado “Hacia la
desnudez”, Emile Cioran dice que “Todo vocablo equivale a un estigma, es un
atentado contra la pureza. Ninguna palabra puede esperar otra cosa que su
propia derrota”.
Creo
que algo de esta conciencia sobre el peso a veces insostenible de las palabras,
sobre el hecho de que la pronunciación o inscripción de cada vocablo es una
especie de atentado contra un orden silencioso que late detrás de la
parafernalia de los sistemas lingüísticos, está presente en los cuentos de
Magela Baudoin.
Como
lectores, respetando también cada palabra y cada ausencia de palabras, y
conscientes de la derrota y la victoria implícita que viene en cada una, es que
debemos leerlos, creo, agradecidos.
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