Tres escritoras en la cresta de la ola
Magela Baudoin, Giovanna Rivero y Liliana Colanzi. Las tres escritoras bolivianas premiadas en el exterior, se miran entre sí.
Martín Zelaya Sánchez
En tiempos de reivindicaciones tan necesarias, pero a veces
tan forzadas, debo decirlo: no creo en muchos encasillamientos literarios,
entre ellos el de la “literatura femenina”, es decir cualquier intento de
pretender que ciertas obras sean juzgadas por el género de quien las escribe
antes que por su valor estético. ¿O acaso cuando un autor destaca se habla de “literatura
masculina”?
Estoy casi seguro -me arriesgo- de que Giovanna Rivero,
Liliana Colanzi y Magela Baudoin coinciden en gran medida con esta premisa, por
lo tanto, esta nota es para festejar un gran logro de la literatura boliviana,
de la mano de tres mujeres, de tres excepcionales escritoras.
Me refiero, como todos ya saben, a que la semana pasada
Liliana recibió el Premio Aura Estrada en México; Giovanna ganó el Cosecha Eñe
de Argentina por su cuento Albúmina;
y Magela Baudoin fue elegida entre las cinco finalistas del Premio
Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez, por su libro La composición de la sal.
Celebramos, entonces, este incomparable momento de nuestras
letras, esta cresta de la ola de la narrativa boliviana que tiene a estas tres
mujeres como pilares fundamentales.
Para ello -correo electrónico mediante- se nos ocurrió
pedirle a cada una de ellas que hable de (la literatura de) las otras dos. Nada
más.
Giovanna sobre Magela
“Es dueña de una prosa elegante, serena y de gran profundidad.
Una de las cosas que más celebro de su narrativa es el modo en que galvaniza y
transforma las fuentes de las que bebe. Si uno presta atención, es posible
detectar en el trabajo de Baudoin un conocimiento exquisito de las distintas
tradiciones; hay un aura clásica en sus textos que me gusta mucho, que nos
reconecta con otras temporalidades y nos pone a salvo de lo inmediato”.
“Por ahora tengo la hipótesis de que sus personajes son
criaturas movidas por un resorte ético -no moral, sino ético-, y esto también
vincula la hermosa propuesta de Baudoin con los grandes relatos. Baudoin ha
recolocado a un personaje ‘humanista’ -por decirlo con prisa- en el lugar que,
en gran parte de la narrativa latinoamericana, han venido ocupando la angustia
y el vértigo. Necesitábamos una escritora como ella”.
Giovanna sobre
Liliana
“Ha sabido narrar con enorme acierto y agudeza, y con un
lenguaje de cirujana, las circunstancias afectivas y sentimentales de su
generación, sin caer en la autocomplacencia, en el narcisismo histórico, sino
más bien desnudando casi sin conmiseración los dolores y el desajuste histórico
de esa camada de chicos nacidos en los 80”.
“Los textos de Colanzi son de una arriesgada
referencialidad, en el sentido de que entre el lenguaje y lo que consideramos
‘realidad’ se da un vínculo conmovedor, limpio, sin excesos; una tensión que
nos revela algo más y que consigue trascender el relato generacional. Valoro
mucho el que la narrativa de Colanzi no caiga en la tentación de lo meramente
contemplativo, sino que apueste todo precisamente a las tensiones: las disputas
entre padres e hijos, los tinkus entre clases sociales culturas y subculturas,
la celebración incluso de un cierto kitsch urbano”.
Liliana sobre
Giovanna
“Su escritura se alimenta de los materiales más turbios, más
dudosos, más irracionales, y de ellos extrae su fuerza visceral. Sus textos
escarban en los miedos y los deseos profundos: el terror al contagio pero
también la fascinación de lo podrido, el deseo de contaminación y la pulsión de
muerte”.
“Una madre que, en un impulso atávico, prueba la orina de su
hija mientras se esconden en el bosque del peligro de los hombres; una joven
que se entrega voluntariamente como ofrenda viva para un Evo zombie; un Mesías
que vive junto a las ratas en las alcantarillas; un cantante de blues que
arrastra una pierna en descomposición… Giovanna explora el subconsciente
popular y canaliza su energía arrasadora”.
Liliana sobre Magela
“Varios de los cuentos de Baudoin reflejen el choque entre
culturas, el profundo sentido del misterio y la imposibilidad de comunicación
cuando nos aproximamos al otro. Eso se siente sobre todo en La cinta roja, La chica y Moebius”.
“Dragones dormidos,
mi cuento favorito, crea una atmósfera perturbadora y poética en la que está
presente una amenaza que no termina de materializarse pero que lo contamina
todo. Magela prefiere los personajes cotidianos que van revelando de a poco sus
intensas y silenciosas batallas”.
Magela sobre Giovanna
“Es tal vez una de las escritoras más potentes y originales
de la literatura boliviana y latinoamericana. Su singularidad no solo es formal
(una prosa profusa, poética, pero al mismo tiempo de una crudeza radiográfica y
precisa) sino también conceptual. En la narrativa de Giovanna siempre late un
submundo, un nivel silencioso, que ruge haciendo de la metáfora una visión de
mundo, una propuesta política, un ademán filosófico que nunca es panfleto pero
que siempre habla del margen, de aquello que tiembla y está por derrumbarse
pero que de alguna manera halla modos de seguir subsistiendo a la modernidad, a
la soledad, al quebrando del cuerpo, al horror de lo cotidiano, al capitalismo
salvaje, a la pobreza, a la violencia, al hastío urbano”.
“Su curiosidad y búsqueda estética la han llevado a
explorar, a cruzar, diversos géneros y lenguajes. Su versatilidad es tal que
puede llevarnos del Montero incipiente y frondoso que la habita a la realidad
interestelar de un astronauta que vuelve a la tierra y se siente asfixiado por
el vacío ya no del espacio sino de su cotidianidad”.
Magela sobre Liliana
“Admiro mucho el trabajo y la búsqueda incesante de Colanzi,
por varias razones: primero, porque no le teme al quiebre, al choque, a la
colisión. Atraviesa clases sociales, explora en la memoria, se mete en las
arrugas de la cultura y camina en la cuerda floja de las emociones fronterizas,
del inconsciente”.
“Segundo, por la forma en que logra convertir escenas
aparentemente inofensivas en verdaderos artefactos de alto voltaje, cargados de
emoción latente, siempre a punto de…; tercero, por la economía del lenguaje,
por su manera evocativa; cuarto, por esa mirada dislocada, que la convierte en
una narradora y en una crítica -porque también allí navega bien Liliana-
cáustica, inteligente y al mismo tiempo sutil”.
“Por último, me gusta su exploración creativa sin
aguafuertes, sin patrones, su vocación de exploradora, su búsqueda ‘chamánica’,
como ella misma dice. Su hambre de escribir”.
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