domingo, 8 de noviembre de 2015

El ultimo mestizo

Las leyes del Manu

El autor de este artículo “juega” a crear –como parte de su labor escritural- una nueva tetralogía para el Estado.



Manuel Vargas

Ya se ha repetido, y dicho en letras de molde, que esa trilogía incaica del “no seas ladrón, no seas mentiroso, no seas flojo”, no consta en ninguna fuente ni documento confiable, y que más bien  es un invento de los curas españoles para someter mejor a los nativos durante la Colonia.
También se podría decir que, lo que en realidad muestran dichos principios, es un hecho político de rebeldía del oprimido: frente al poder colonial, reacciona siendo flojo, ladrón y mentiroso. Por lo tanto, sigue siendo bueno.
No es novedad que en todo tiempo y en cada siglo, exista gente que se dedique a inventar el pasado de acuerdo a su gusto y a sus propios intereses.
Se de escritores bolivianos del siglo pasado y de más lejos, que se dedicaban a inventar leyendas de los incas simplemente para darse el gusto, y en el actual, también ya existe, por ejemplo, una “leyenda de la Wiphala”, puesto que los maestros, para quedar bien con el sistema, les piden a sus alumnos: “Investiguen, tráiganme la leyenda de la Wiphala”. Y se escribe la leyenda “a pedido”, y dentro de unos cuantos años, será una muestra auténtica de la sabiduría ancestral y milenaria de nuestros pueblos.
Por todo lo cual, y así como cada pueblo tiene su tradición filosófica, mítica, religiosa y etcétera, etcétera, aunque no pueda abarcar todos los campos del conocimiento y de la ignorancia,  he decidido limitarme a actualizar la trilogía incaica, para bien de nuestro Estado y nuestra sociedad.
Aclaro que estas flamantes normas de conducta no sin milenarias, ni producto del pensamiento de nuestros sufridos pueblos. No me voy a escudar en ninguna inspiración de cuando estaba navegando por nuestro único mar: el Titicaca, ni correteando por las ruinas de Tiwanaku o Samaipata, sino en mi casita, rodeado de libros occidentales y orientales.
Mientras estaba elucubrando cómo podría contribuir a la humanidad y a mi país, con lo único que sé hacer, que es escribir cuentos, encontré un viejo libro titulado: Leyes de Manú. Instituciones religiosas y civiles de India, publicado en París, seguramente en el siglo XVIII o XIX (en esos tiempos, cualquier librero lo sabe, no se acostumbraba a poner fechas).
Y hete aquí que me llegó la inspiración y dije, yo no represento a ningún pueblo milenario, pero puedo también escribir, siquiera una paginita, que titularé “Las leyes del Manu”. De esta manera queda claro que soy yo mismo el autor de estas ocurrencias, y de ningunas otras más, como que se me endilga, por ejemplo, por muchos medios escritos del país, que yo “se lo escribí” para el Víctor Hugo Viscarra. La ignorancia es atrevida. O la envidia… y creo que ya estoy empezando a filosofar, digo a perorar.
Pero… pero… una trilogía me queda chica, y me suena al misterio de la Santísima Trinidad. Y como yo soy más y tengo ancestros andinos como parte de mi mestizaje, ¡esta va a ser una Tetralogía! Y espero quede grabada con letras de oro en la frente y los lomos y las espaldas de nuestras nuevas generaciones.

No seas corrupto
Que es una genial actualización de la “dizque”  vieja norma incaica “no robarás”. Pero aquí, no es cuestión de robar una aguja o una vaca, una llama o platita del banco. Se trata más bien de una institución muy bien emplazada en el aparato del Estado, y que permite robar en grande, sin dejar rastros, o dejando tantos que ya es imposible señalar a un culpable.

No seas llorón
Aquí no estoy hablando de los bebés, que tienen que llorar porque ese es su mejor medio de expresión, aparte de que tonifica los pulmones. Me refiero más bien al pueblo, a la sociedad boliviana que vive quejándose de todo sin que le duela de verdad. ¡Exacto! Estoy refiriéndome al famoso “lamento boliviano”: somos pobres, y estamos como estamos, porque nos han robado el mar. Qué quieres, si desde hace 500 años nos han conquistado, nos han robado, nos han humillado. Es que el Estado no nos apoya, es que nadie me quiere.

No seas envidioso
La envidia campea por todo el mundo, pero no como en Bolivia. Aquí es una profesión, una marca de fábrica. Muy bien decía Jesús Urzagasti: aquí el primero que saca una nariz adelantándose al resto, recibe un manotazo de los mediocres. Ah, la mediocridad, ah, el acomplejado. Como a mí no me dieron, ¿por qué van a recibir los otros? Tal tipo tiene éxito: debe ser un vendido, o un ratero, o debe tener plata, o padrinos. Y por lo tanto, tengo que buscar la forma de joderlo.

No seas tramposo

Como ya se ve, esta norma está casada con las tres anteriores. No se puede ser corrupto si no se es tramposo, ni siquiera llorón, puesto que el llanto es de cocodrilo y mis fines no son los de despertar compasión, sino de aprovecharme en alguna cosita. Y el envidioso, ¿qué está haciendo si no preparando alguna trampa para joder al prójimo? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario