Las leyes del Manu
El autor de este artículo “juega” a crear –como parte de su labor escritural- una nueva tetralogía para el Estado.
Manuel Vargas
Ya se ha repetido, y dicho en letras de molde, que
esa trilogía incaica del “no seas ladrón, no seas mentiroso, no seas flojo”, no
consta en ninguna fuente ni documento confiable, y que más bien es un invento de los curas españoles para
someter mejor a los nativos durante la Colonia.
También se podría decir que, lo que en realidad
muestran dichos principios, es un hecho político de rebeldía del oprimido: frente
al poder colonial, reacciona siendo flojo, ladrón y mentiroso. Por lo tanto,
sigue siendo bueno.
No es novedad que en todo tiempo y en cada siglo,
exista gente que se dedique a inventar el pasado de acuerdo a su gusto y a sus
propios intereses.
Se de escritores bolivianos del siglo pasado y de
más lejos, que se dedicaban a inventar leyendas de los incas simplemente para
darse el gusto, y en el actual, también ya existe, por ejemplo, una “leyenda de
la Wiphala”, puesto que los maestros, para quedar bien con el sistema, les
piden a sus alumnos: “Investiguen, tráiganme la leyenda de la Wiphala”. Y se
escribe la leyenda “a pedido”, y dentro de unos cuantos años, será una muestra
auténtica de la sabiduría ancestral y milenaria de nuestros pueblos.
Por todo lo cual, y así como cada pueblo tiene su
tradición filosófica, mítica, religiosa y etcétera, etcétera, aunque no pueda
abarcar todos los campos del conocimiento y de la ignorancia, he decidido limitarme a actualizar la
trilogía incaica, para bien de nuestro Estado y nuestra sociedad.
Aclaro que estas flamantes normas de conducta no sin
milenarias, ni producto del pensamiento de nuestros sufridos pueblos. No me voy
a escudar en ninguna inspiración de cuando estaba navegando por nuestro único mar:
el Titicaca, ni correteando por las ruinas de Tiwanaku o Samaipata, sino en mi
casita, rodeado de libros occidentales y orientales.
Mientras estaba elucubrando cómo podría contribuir a
la humanidad y a mi país, con lo único que sé hacer, que es escribir cuentos,
encontré un viejo libro titulado: Leyes
de Manú. Instituciones religiosas y civiles de India, publicado en París,
seguramente en el siglo XVIII o XIX (en esos tiempos, cualquier librero lo
sabe, no se acostumbraba a poner fechas).
Y hete aquí que me llegó la inspiración y dije, yo
no represento a ningún pueblo milenario, pero puedo también escribir, siquiera
una paginita, que titularé “Las leyes del Manu”. De esta manera queda claro que
soy yo mismo el autor de estas ocurrencias, y de ningunas otras más, como que
se me endilga, por ejemplo, por muchos medios escritos del país, que yo “se lo
escribí” para el Víctor Hugo Viscarra. La ignorancia es atrevida. O la envidia…
y creo que ya estoy empezando a filosofar, digo a perorar.
Pero… pero… una trilogía me queda chica, y me suena
al misterio de la Santísima Trinidad. Y como yo soy más y tengo ancestros
andinos como parte de mi mestizaje, ¡esta va a ser una Tetralogía! Y espero
quede grabada con letras de oro en la frente y los lomos y las espaldas de
nuestras nuevas generaciones.
No seas corrupto
Que es una genial actualización de la “dizque” vieja norma incaica “no robarás”. Pero aquí,
no es cuestión de robar una aguja o una vaca, una llama o platita del banco. Se
trata más bien de una institución muy bien emplazada en el aparato del Estado,
y que permite robar en grande, sin dejar rastros, o dejando tantos que ya es imposible
señalar a un culpable.
No seas llorón
Aquí no estoy hablando de los bebés, que tienen que
llorar porque ese es su mejor medio de expresión, aparte de que tonifica los
pulmones. Me refiero más bien al pueblo, a la sociedad boliviana que vive
quejándose de todo sin que le duela de verdad. ¡Exacto! Estoy refiriéndome al
famoso “lamento boliviano”: somos pobres, y estamos como estamos, porque nos
han robado el mar. Qué quieres, si desde hace 500 años nos han conquistado, nos
han robado, nos han humillado. Es que el Estado no nos apoya, es que nadie me
quiere.
No seas envidioso
La envidia campea por todo el mundo, pero no como en
Bolivia. Aquí es una profesión, una marca de fábrica. Muy bien decía Jesús
Urzagasti: aquí el primero que saca una nariz adelantándose al resto, recibe un
manotazo de los mediocres. Ah, la mediocridad, ah, el acomplejado. Como a mí no
me dieron, ¿por qué van a recibir los otros? Tal tipo tiene éxito: debe ser un
vendido, o un ratero, o debe tener plata, o padrinos. Y por lo tanto, tengo que
buscar la forma de joderlo.
No seas tramposo
Como ya se ve, esta norma está casada con las tres
anteriores. No se puede ser corrupto si no se es tramposo, ni siquiera llorón,
puesto que el llanto es de cocodrilo y mis fines no son los de despertar
compasión, sino de aprovecharme en alguna cosita. Y el envidioso, ¿qué está
haciendo si no preparando alguna trampa para joder al prójimo?
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