La decadencia del Museo Nacional de Arte
A partir de evocaciones, datos y evidencias, la autora hace una dura crítica a los administradores del repositorio paceño y de paso se lamenta por la imagen de Plaza Murillo.
Lupe
Cajías
En
medio de tantos desaciertos del directorio de la Fundación Cultural del Banco Central
de Bolivia, podría pasar inadvertida la decadencia física y de contenidos del
Museo Nacional de Arte, el principal repositorio de artes plásticas en La Paz y
uno de los más importantes del país. Sin embargo, quienes hemos seguido a ese cultivado
escenario no podemos quedar indiferentes y callar ante su maltrato.
Una casona colonial
La
vivienda original de Francisco Tadeo Diez de Medina, barroco mestiza, fue
desatendida hasta 1960, cuando fue recuperada por el Estado para guardar ahí
colecciones de artistas nacionales, desde la Colonia hasta la época
contemporánea. Queda en la esquina de la calle Comercio y Socabaya, frente a la
Catedral de Nuestra Señora de La Paz y sus bellas arquerías adornan esa
encrucijada.
Hace
varios años pasó a tuición de la FC-BCB, institución que tenía recursos y
reunía a personas con experiencia para mejorar la administración de los museos
bolivianos. La época dorada del trabajo interno y externo del MNA fue bajo el
impulso de gestoras como Teresa Neiva y Norma Campos, además de una la larga
lista de académicos y trabajadores que ayudaron a ponerlo en el primer sitial
nacional y como referencia principal para entender el desarrollo de la pintura
en Bolivia.
Semanal
o quincenalmente organizaban impecables muestras, ordenadas bajo un concepto y
con folletos ilustrativos. Por ejemplo, el retrato en el siglo XIX, o el
Illimani entre los pintores vanguardistas, o el paisaje del altiplano entre
pintores post 52. También hubo retrospectivas extraordinarias de María Luisa
Pacheco o de Cecilio Guzmán de Rojas, siempre con suficientes datos textuales
para ubicar al espectador.
Por
otro lado, el MNA cedía su espacio para conferencias para conciertos. Hace tres
décadas daban conciertos matinales en domingo, exquisita experiencia que
transportaba al siglo XVIII mientras tañían la hora nona en la catedral. Ahí
escuché por primera vez a los niños de Urubichá y más tarde otros conciertos
del recuperado pasado musical barroco. El patio de piedra y aljibe y los arcos alegrados
con geranios florecidos y cuidados eran butacas melancólicas e inolvidables.
El
museo cuenta con una amplia colección de pintores coloniales, aquellas firmas
que fundaron las escuelas de Potosí y de La Paz. Anualmente iba a ver a Melchor
Pérez Holguín o los lienzos anónimos de la escuela cuzqueña y pequeñas obras de
arte. No hay excursión más simpática que ser turista en la propia ciudad pues
así uno se detiene a mirarla mejor.
En
varias ocasiones incluía en esos paseos a mis hijos, a mis sobrinas, a colegas
visitantes, a compañeras deportistas, o a alumnos. Los paceños no visitan las
exposiciones permanentes, ni siquiera en la época colegial o universitaria. En
la segunda planta del MNA lucían con marcos dorados esas señales bellas de la
herencia española.
Examinar
la obra de Arturo Borda, por nombrar a uno de los importantes autores de la
primera mitad del siglo XX, llena el espíritu; sus famosas obras sobre la
victoria del arte o sobre el yatiri y el paisaje imponente paceño provocaban
año tras año el goce que nos da lo estético y profundo.
En
1993 me tocó iniciar la negociación para intercambiar la sede histórica de la
Asociación de Periodistas de La Paz con otras oficinas públicas con el objetivo
de ampliar las salas de exposición ante la demanda del público. Los directivos
de la FC-BCB de entonces emprendieron un gran reto con otras casonas y museos
para completar los repositorios nacionales.
Los
periodistas perdíamos el cariño acumulado en siete décadas de paso por la
Comercio, a cambio de apoyar al Estado que quería dar más oportunidades a la
cultura y también fortalecer una de las grandes fuentes de turismo como son los
museos. Fue una buena razón y así lo comprendieron los socios que aceptaron el
traslado.
La
ampliación ayudó a fomentar más salas con exposiciones contemporáneas de
artistas locales, nacionales y extranjeros y muchas muestras auspiciadas por
las embajadas acreditadas en nuestro país, además de otras actividades
culturales.
El
MNA, como otros recintos similares, se modernizó con una tienda para ofrecer
recuerdos de obras emblemáticas, en postales o camisetas, carteras o afiches.
Los famosos Ángeles de Catamarca eran los más requeridos. Ésta es una fuente de
ingresos propios en los museos del mundo.
Comenzó
a funcionar una confitería con ofertas sencillas para calmar la sed del
forastero o tentar a una merienda al transeúnte, y como lugar de encuentros
entre gente vinculada al mundo de las ideas y de la creación.
Esta
actividad, junto al empuje de los administradores del Hotel Torino que
recuperaron esa otra casa colonial vecina para el arte y la convivencia con
olor a personajes y decorados del ayer, permitió soñar en la recuperación de la
Plaza Murillo y del centro histórico urbano para el goce cultural.
Una
plaza más y más fea
En
cambio ahora, la Plaza Murillo está cada vez más fea y hostil. Los habitantes
de La Paz hemos dejado que avance una equivocada idea de populismo, además del
ambiente conflictivo que no cesa en estos 10 años. Por lo menos cinco días al
mes, la plaza está cerrada para impedir la llegada de alguna protesta social y
regularmente es invadida por grupos de choque oficialistas para agitar
cualquier actividad política.
Este
ambiente influye para la ausencia de bonitos locales como sucede en otras
partes. Panamá recuperó su centro histórico con ofertas gastronómicas y
culturales al aire libre; Lima con la apertura de sucursales de los
restaurantes de famosos chefs y paseos a conventos; Bogotá con librerías y
cafeterías en los balcones; Cuzco, Quito, Río de Janeiro… ¿Quién va invertir en
La Paz? Una modesta pizzería, salteñas al paso, galletas en un kiosco, eso es
todo.
En
medio de ese contexto desprolijo, la FC-BCB y Galo Coca, director del MNA
decidieron cubrir las piedras barrocas de la fachada del Museo con un rosado
chillón, pintura barata, ya agrietada y manchada con heces de palomas. Si
quisieron ser “plurinacionales” podrían empezar por otra esquina. Actualmente
albañiles trabajan en alguna remodelación que no se sabe dónde terminará, pero
no hay buenos augurios.
Lo
más decadente son las exposiciones, hechas al estilo masista, improvisadas, con
papelitos sueltos, sin folletos ni explicaciones. Los bellos dibujos de Guzmán
de Rojas se pierden en el ingreso mientras en la sala mejor iluminada cuelgan
las de otros menos importantes. Hay una obra del famoso mexicano Cuevas u otra
de Obregón, sin ninguna explicación o concepto. ¿Cuál es el orden, por qué se
mixturan generaciones, procedencias, cómo se entera un turista de quién es
Borda, bajo el título de “el dibujo en las colecciones del MNA?”.
Un
desastre y no hay esperanza de mejora. Dar importancia a la cultura es muy
neoliberal, salvo a los prestes. La politización y el favoritismo en la FC-BCB
y por tanto del MNA son la principal causa del derrumbe de una institución que
costó tantos esfuerzos económicos y humanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario