sábado, 14 de noviembre de 2015

Las escenas

Las pequeñas diferencias


Libros & películas. Una mirada. Una lectura de los pasajes que cambiaron nuestra forma de ver el mundo.



Aldo Medinaceli

Solamente un diálogo adentro de un auto. Y el estilo de Quentin Tarantino. Los dos actores conversan de los temas en apariencia más banales del mundo, como qué es lo que le ponen a las papas fritas en París, o cómo es posible que en algunas ciudades no se permita entrar al cine con un vaso de cerveza.
Ese estilo tan particular y propio que nunca se sabe si es una suma de influencias como los clásicos relatos del lejano oeste, historias de violentos pasquines o el cine de artes marciales oriental, todo reunido en un combo que tiene una firma clara y definida.
Pulp Fiction (1994) tal vez sea la obra más reconocible del cine de Tarantino que, ya en su primera película: Reservoir dogs, anunciaba una marca indeleble en la manera de retratar aquella violencia, historias de venganzas y unos diálogos contundentes como eje principal de su narrativa.
Adentro del auto conversan John Travolta y Samuel L. Jackson acerca de un pasado viaje a Ámsterdam. Minutos antes, en la primera escena, una pareja decide asaltar la cafetería en donde estaban desayunando, casi por puro aburrimiento. Y en la siguiente escena los dos amigos irrumpirán en un departamento para llenar de balas a dos tipos para solucionar un ajuste de cuentas.
Pero el diálogo adentro del auto ocurre con la mayor naturalidad, como si no estuviéramos viendo una película, porque lo que se dice allí es demasiado normal, casi demasiado cotidiano y con una espontaneidad más cercana a los actuales realities que al cine clásico.
Los dos visten sacos oscuros, camisa impecable y corbatas idénticas. Sicarios uniformados. Asesinos a sueldo, pero con estilo.
-En París puedes tomar cerveza en McDonalds -le dice Travolta mirando por la ventana, mientras Jackson sonríe.
Nadie puede imaginar que están yendo a cometer un asesinato. Solamente cuando terminan aquel diálogo y abren el maletero del auto -aquella cámara puesta dentro del maletero, como insinuando la perspectiva de algún cadáver todavía inexistente, metido en la parte trasera del auto: nuevamente el estilo Tarantino-, y sacan las armas de fuego, se nos dice que aquellos dos amigos son los asesinos.
Varias películas después, luego de haber instaurado escenas icónicas en el imaginario popular, las películas de Tarantino serán una oda a la violencia y en especial a las historias de venganza.
En Kill Bill 1 & 2 nadie descansa hasta que las afrentas pasadas son resueltas. Y en Bastardos sin gloria, quizás su mayor epopeya, intenta una reescritura de la historia creando un escuadrón que, durante la Segunda Guerra Mundial, quema y mata a todo el mando mayor del ejército nazi, incluidos a sus líderes máximos, en una sala de cine.
Pero volviendo a Pulp Fiction, la escena adentro del automóvil sucede todavía con la monotonía del suburbio, con la brutalidad naturalizada de un escenario que ha nacido violento, como las calles infestadas de drogas en algunos lugares de Los Ángeles.
Minutos antes, al empezar el filme, se aclara el significado del título:
Pulp: 1. Sustancia blanda, húmeda y sin forma; 2. Revista o libro de temática escabrosa que se imprime en papel rústico y barato.
Estamos ante una ficción jugosa que se reconoce como entretenimiento y casi se diría una parodia de otras películas violentas, pero digamos más “serias”.
En la escena del auto nadie mira a la cámara, lo que acentúa la cotidianidad y la sensación de que estamos observando un diálogo espontáneo, casi sin invitación, y desde un ángulo poco convencional. Los acercamientos hacen énfasis más en las reacciones de quien escucha que en el tradicional sujeto-que-habla.
Hay una molestia en ambos, algo no resuelto, una constante incomodidad, bien disimulada con la prestancia y el porte, pero que sigue operando muy en el fondo, en el espacio profundo en donde nace la violencia real, la que nunca se sabe cuándo va a acontecer.
Así el tema sea la cerveza y las hamburguesas, de alguna manera, no sorprende que segundos después estén acribillando a sus exsocios por una mala jugada.
Sus rostros son serenos y a la vez determinados. Antes de matar al primer sujeto, uno le pide que le invite la hamburguesa que estaba desayunando (ficción pulposa), luego mastica con calma mientras emite el primer disparo; con calma y guiado por la costumbre. Luego vienen el segundo, el tercero y el cuarto.
Siguen comiendo. Siguen hablando. Igual que al interior del auto. El diálogo nunca se ha roto.
En el medio de la película, Travolta bailará con Uma Thurman un twist, pasándose la V de la victoria por delante de ambos ojos, en otra escena convertida en ícono. Alguien sufrirá una sobredosis. Se hará una transacción de drogas. Las camisas impecables dejarán de estar impecables para cubrirse como por un litro de sangre. Tarantino aparecerá en bata un minuto y se seguirán comiendo más y más hamburguesas (ficción blanda y húmeda).
En la actualidad varios directores de cine y de series de televisión suelen hacer velados homenajes al estilo del director de Pulp Fiction. Tal el caso de Walking Dead o el cine de Robert Rodríguez, pero siempre centrándose en sus rasgos más notorios y reconocibles.
Sin embargo, la escena en el auto con los dos actores conversando parece ser tan simple, incluso prescindible, pero no lo es. Allí sucede el contrapunto necesario para que luego la violencia se acepte con la misma fluidez con que se habla de cervezas y comida rápida.
-¿Sabes qué es lo más curioso de Europa? -le pregunta Travolta al interior del vehículo- Las pequeñas diferencias. Ahí tienen la misma mierda que aquí… pero siempre hay pequeñas diferencias…

Creo que esos matices son los que, al final de cuentas, detalle tras detalle, conforman el estilo de una buena obra de arte.

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