Las pequeñas diferencias
Libros & películas. Una mirada. Una lectura de los pasajes que cambiaron nuestra forma de ver el mundo.
Aldo
Medinaceli
Solamente
un diálogo adentro de un auto. Y el estilo de Quentin Tarantino. Los dos
actores conversan de los temas en apariencia más banales del mundo, como qué es
lo que le ponen a las papas fritas en París, o cómo es posible que en algunas
ciudades no se permita entrar al cine con un vaso de cerveza.
Ese
estilo tan particular y propio que nunca se sabe si es una suma de influencias
como los clásicos relatos del lejano oeste, historias de violentos pasquines o
el cine de artes marciales oriental, todo reunido en un combo que tiene una
firma clara y definida.
Pulp Fiction (1994) tal
vez sea la obra más reconocible del cine de Tarantino que, ya en su primera
película: Reservoir dogs, anunciaba
una marca indeleble en la manera de retratar aquella violencia, historias de
venganzas y unos diálogos contundentes como eje principal de su narrativa.
Adentro
del auto conversan John Travolta y Samuel L. Jackson acerca de un pasado viaje
a Ámsterdam. Minutos antes, en la primera escena, una pareja decide asaltar la
cafetería en donde estaban desayunando, casi por puro aburrimiento. Y en la
siguiente escena los dos amigos irrumpirán en un departamento para llenar de
balas a dos tipos para solucionar un ajuste de cuentas.
Pero
el diálogo adentro del auto ocurre con la mayor naturalidad, como si no
estuviéramos viendo una película, porque lo que se dice allí es demasiado
normal, casi demasiado cotidiano y con una espontaneidad más cercana a los
actuales realities que al cine
clásico.
Los
dos visten sacos oscuros, camisa impecable y corbatas idénticas. Sicarios
uniformados. Asesinos a sueldo, pero con estilo.
-En
París puedes tomar cerveza en McDonalds -le dice Travolta mirando por la
ventana, mientras Jackson sonríe.
Nadie
puede imaginar que están yendo a cometer un asesinato. Solamente cuando terminan
aquel diálogo y abren el maletero del auto -aquella cámara puesta dentro del
maletero, como insinuando la perspectiva de algún cadáver todavía inexistente,
metido en la parte trasera del auto: nuevamente el estilo Tarantino-, y sacan
las armas de fuego, se nos dice que aquellos dos amigos son los asesinos.
Varias
películas después, luego de haber instaurado escenas icónicas en el imaginario
popular, las películas de Tarantino serán una oda a la violencia y en especial a
las historias de venganza.
En
Kill Bill 1 & 2 nadie descansa
hasta que las afrentas pasadas son resueltas. Y en Bastardos sin gloria, quizás su mayor epopeya, intenta una
reescritura de la historia creando un escuadrón que, durante la Segunda Guerra
Mundial, quema y mata a todo el mando mayor del ejército nazi, incluidos a sus
líderes máximos, en una sala de cine.
Pero
volviendo a Pulp Fiction, la escena adentro
del automóvil sucede todavía con la monotonía del suburbio, con la brutalidad
naturalizada de un escenario que ha nacido violento, como las calles infestadas
de drogas en algunos lugares de Los Ángeles.
Minutos
antes, al empezar el filme, se aclara el significado del título:
Pulp: 1. Sustancia
blanda, húmeda y sin forma; 2. Revista o libro de temática escabrosa que se
imprime en papel rústico y barato.
Estamos
ante una ficción jugosa que se reconoce como entretenimiento y casi se diría
una parodia de otras películas violentas, pero digamos más “serias”.
En
la escena del auto nadie mira a la cámara, lo que acentúa la cotidianidad y la
sensación de que estamos observando un diálogo espontáneo, casi sin invitación,
y desde un ángulo poco convencional. Los acercamientos hacen énfasis más en las
reacciones de quien escucha que en el tradicional sujeto-que-habla.
Hay
una molestia en ambos, algo no resuelto, una constante incomodidad, bien
disimulada con la prestancia y el porte, pero que sigue operando muy en el
fondo, en el espacio profundo en donde nace la violencia real, la que nunca se
sabe cuándo va a acontecer.
Así
el tema sea la cerveza y las hamburguesas, de alguna manera, no sorprende que
segundos después estén acribillando a sus exsocios por una mala jugada.
Sus
rostros son serenos y a la vez determinados. Antes de matar al primer sujeto,
uno le pide que le invite la hamburguesa que estaba desayunando (ficción
pulposa), luego mastica con calma mientras emite el primer disparo; con calma y
guiado por la costumbre. Luego vienen el segundo, el tercero y el cuarto.
Siguen
comiendo. Siguen hablando. Igual que al interior del auto. El diálogo nunca se
ha roto.
En
el medio de la película, Travolta bailará con Uma Thurman un twist, pasándose
la V de la victoria por delante de ambos ojos, en otra escena convertida en
ícono. Alguien sufrirá una sobredosis. Se hará una transacción de drogas. Las
camisas impecables dejarán de estar impecables para cubrirse como por un litro
de sangre. Tarantino aparecerá en bata un minuto y se seguirán comiendo más y
más hamburguesas (ficción blanda y húmeda).
En
la actualidad varios directores de cine y de series de televisión suelen hacer
velados homenajes al estilo del director de Pulp
Fiction. Tal el caso de Walking Dead
o el cine de Robert Rodríguez, pero siempre centrándose en sus rasgos más
notorios y reconocibles.
Sin
embargo, la escena en el auto con los dos actores conversando parece ser tan
simple, incluso prescindible, pero no lo es. Allí sucede el contrapunto
necesario para que luego la violencia se acepte con la misma fluidez con que se
habla de cervezas y comida rápida.
-¿Sabes
qué es lo más curioso de Europa? -le pregunta Travolta al interior del vehículo-
Las pequeñas diferencias. Ahí tienen la misma mierda que aquí… pero siempre hay
pequeñas diferencias…
Creo
que esos matices son los que, al final de cuentas, detalle tras detalle,
conforman el estilo de una buena obra de arte.
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