sábado, 21 de noviembre de 2015

Ensayo

Literatura regional: María
Virginia Estenssoro y Lorgio Serrate


Una reflexión sobre las intenciones en la literatura, a partir de dos libros de escritores bolivianos.




Virginia Ayllón


Para William Rojas  

Con bastante soltura suele afirmarse que ciertos escritores o escritoras no “reflexionan” sobre su obra o sobre el mismo lenguaje y que su escritura es una especie de vómito vérbeo emitido a fuerza de inaguantables sentimientos o percepciones, dando como resultado un vano esfuerzo, o una mala escritura.
Claro que hay escrituras cuyo leit motiv es la escritura misma y ellas han dado las mejores páginas de la literatura en todo tiempo y lugar. Porque es cierto que la reflexión sobre el acto creativo y su materia prima, el lenguaje, conforman, en realidad, el núcleo de la literatura. Ese ejercicio produce el espacio mismo de la creación que tiene como base la palabra y la cerca, o más bien la aleja de otros espacios que también “dicen” la realidad. Y es que la realidad para la literatura es su propio espacio, hecho de palabra y reflexión sobre la palabra. Las historias, en este ámbito, resultan ser, casi, lo de menos.
Pero hay otras escrituras que no explicitan esa reflexión y cuando su lectura nos permite advertir los rasgos de esa preocupación, solemos estar ante grandes obras literarias en las que la cavilación creativa se muestra como delicado trabajo, casi oculto, que, sin embargo, organiza todo el producto.
Hay otras en las que ese atributo se encuentra en otros lugares de la obra del escritor, no necesariamente en su biografía. Tal el caso de la obra de María Virginia Estenssoro cuya poesía suele brindarnos algunos datos de sus cavilaciones creativas, lo mismo que su última novela, Criptograma del escándalo y la rosa, en la que, como dijimos alguna vez, la narración central se corta para dar paso a las disquisiciones de la narradora-autora, poniendo en peligro la unidad narrativa. Pero las meditaciones insertas en esta novela no alumbran a las que se hubiera entregado al momento de escribir Memorias de Villa Rosa, su mejor novela, y una de las mejores novelas bolivianas a decir de Eduardo Mitre.
De Memorias de Villa Rosa se han resaltado el humor, la ironía, la narradora infantil, etc., pero poco se ha dicho que esta novela, entre otros, pertenece a un género literario que antojadizamente puede calificarse como literatura regional o local. Aludo con este nombre a un conjunto de escrituras, literarias o no, que tienen como intención dar a conocer la geografía, los personaje, las leyendas y similares de una localidad, un lugar, un pueblo.
Se podrá decir, con acierto, que bajo ese concepto toda literatura es regional o local, sin embargo, me permito la distinción con base en la intención de los autores que escriben al modo regionalista y costumbrista,  con cierto aire de ofrenda y de loa, generalmente a su lugar de origen. Son de este talante, por ejemplo, Historias y leyendas de Uyuni de Víctor Chungara Castro, o Primeros destellos del historial de Pando, de Chelio Luna Pizarro.
Memorias de Villa Rosa de María Virginia Estenssoro también puede adscribirse a este tipo de literatura toda vez que dibuja la Tarija de inicios del siglo XX: sus personajes, sus historias, sus dichas y también sus miserias. Esta novela -junto a El occiso- destaca en la irregular producción de Estenssoro, por su evidente propuesta narrativa y el lenguaje con que ha sido trabajada, en la que la ironía es la marca fundamental.
Pero retornando al carácter “regional” de esta novela, un preludio escrito por María Virginia Estenssoro para el libro Tiempos viejos (parece cuento) del cruceño Lorgio Serrate Vaca Díez (1963), nos permite asegurar la reflexión creativa de esta autora. Este preludio al libro de Serrate, de corte regional, expone varios elementos que alumbran los registros de Memorias de Villa Rosa. Se encuentra, por ejemplo, el concepto de que no se trata de crear sino de observar:
“Objetos y sujetos no han sido creados sino observados por Serrate; como dijera antes, los ha analizado con una lupa y los ha clavado con un alfiler, como muestras raras que perduran de otros tiempos”.
Esta concepción del creador como observador es la norma narrativa de Memorias de Villa Rosa en la que la narradora niña observa a los habitantes de la Villa, a través de las puertas entreabiertas, y es precisamente el candor y la ingenuidad de esta mirada la que luego detona la ironía. La creación como observación se repite en su Criptograma del escándalo y la rosa en la que la biografía de una mujer se arma por  la mirada de otra.
A la vez, es interesante que Estenssoro responda a la cuestionante de qué observar, en esta cita de este Preludio que parece más bien corresponder a su novela:
“…las cosas chicas, a su gente provinciana, con sus pequeñas malicias, sus pasioncillas, su pacatería aldeana y su amaneramiento pueblerino”.
Más certera, “estampas un poco anacrónicas en la vida de vértigo del siglo XX”, ya que es precisamente  ese anacronismo el verdadero  programa de su novela.
Finalmente, sobre cómo observar esas “cosas chicas”, ella responde: con “un derroche de humor y de jovialidad [que aseguran] donaire en el movimiento”.  Dos elementos, entonces: el humor y el movimiento. Sobre el humor, repitamos que la ironía es la forma que el humor toma en esta novela, en la descripción de la vida pública de la Villa. Pero en un movimiento imperceptible esta ironía cambia su sentido y se desdibuja cuando la juguetona narradora descubre la vida de las mujeres. El movimiento es una cifra de la obra de Estenssoro; es decir, la reflexión sobre el movimiento, posiblemente por la fuerte presencia de la música en su vida y también en su creación. Ya dijimos alguna vez de la comparecencia de la música en El occiso y en Memorias de Villa Rosa, como tema y como ritmo del lenguaje. 
Como se observa, en otro registro, en este caso un preludio a una obra también regional, se pueden encontrar las posibles disquisiciones de Estenssoro a la hora de crear su Memorias de Villa Rosa, lo que dice de una escritura reflexiva.

Para concluir y retornando a la literatura regional,  no habrá que olvidar que ésta puede devenir en universal como universales son Yoknapathawa o Macondo. Tal vez Tarija no es universal a causa de esta novela, pero lo cierto es que estas Memorias no son tan solo tarijeñas.

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