Literatura regional: María
Virginia Estenssoro y Lorgio Serrate
Una reflexión sobre las intenciones en la literatura, a partir de dos libros de escritores bolivianos.
Virginia
Ayllón
Para William Rojas
Con
bastante soltura suele afirmarse que ciertos escritores o escritoras no
“reflexionan” sobre su obra o sobre el mismo lenguaje y que su escritura es una
especie de vómito vérbeo emitido a fuerza de inaguantables sentimientos o
percepciones, dando como resultado un vano esfuerzo, o una mala escritura.
Claro
que hay escrituras cuyo leit motiv es
la escritura misma y ellas han dado las mejores páginas de la literatura en
todo tiempo y lugar. Porque es cierto que la reflexión sobre el acto creativo y
su materia prima, el lenguaje, conforman, en realidad, el núcleo de la
literatura. Ese ejercicio produce el espacio mismo de la creación que tiene
como base la palabra y la cerca, o más bien la aleja de otros espacios que
también “dicen” la realidad. Y es que la realidad para la literatura es su
propio espacio, hecho de palabra y reflexión sobre la palabra. Las historias,
en este ámbito, resultan ser, casi, lo de menos.
Pero
hay otras escrituras que no explicitan esa reflexión y cuando su lectura nos
permite advertir los rasgos de esa preocupación, solemos estar ante grandes
obras literarias en las que la cavilación creativa se muestra como delicado
trabajo, casi oculto, que, sin embargo, organiza todo el producto.
Hay
otras en las que ese atributo se encuentra en otros lugares de la obra del
escritor, no necesariamente en su biografía. Tal el caso de la obra de María
Virginia Estenssoro cuya poesía suele brindarnos algunos datos de sus
cavilaciones creativas, lo mismo que su última novela, Criptograma del escándalo y la rosa, en la que, como dijimos alguna
vez, la narración central se corta para dar paso a las disquisiciones de la
narradora-autora, poniendo en peligro la unidad narrativa. Pero las
meditaciones insertas en esta novela no alumbran a las que se hubiera entregado
al momento de escribir Memorias de Villa
Rosa, su mejor novela, y una de las mejores novelas bolivianas a decir de
Eduardo Mitre.
De
Memorias de Villa Rosa se han
resaltado el humor, la ironía, la narradora infantil, etc., pero poco se ha
dicho que esta novela, entre otros, pertenece a un género literario que
antojadizamente puede calificarse como literatura regional o local. Aludo con
este nombre a un conjunto de escrituras, literarias o no, que tienen como
intención dar a conocer la geografía, los personaje, las leyendas y similares
de una localidad, un lugar, un pueblo.
Se
podrá decir, con acierto, que bajo ese concepto toda literatura es regional o
local, sin embargo, me permito la distinción con base en la intención de los autores
que escriben al modo regionalista y costumbrista, con cierto aire de ofrenda y de loa,
generalmente a su lugar de origen. Son de este talante, por ejemplo, Historias y leyendas de Uyuni de Víctor
Chungara Castro, o Primeros destellos del
historial de Pando, de Chelio Luna Pizarro.
Memorias de Villa Rosa de María
Virginia Estenssoro también puede adscribirse a este tipo de literatura toda
vez que dibuja la Tarija de inicios del siglo XX: sus personajes, sus
historias, sus dichas y también sus miserias. Esta novela -junto a El occiso- destaca en la irregular
producción de Estenssoro, por su evidente propuesta narrativa y el lenguaje con
que ha sido trabajada, en la que la ironía es la marca fundamental.
Pero
retornando al carácter “regional” de esta novela, un preludio escrito por María
Virginia Estenssoro para el libro Tiempos
viejos (parece cuento) del cruceño Lorgio Serrate Vaca Díez (1963), nos
permite asegurar la reflexión creativa de esta autora. Este preludio al libro
de Serrate, de corte regional, expone varios elementos que alumbran los
registros de Memorias de Villa Rosa.
Se encuentra, por ejemplo, el concepto de que no se trata de crear sino de
observar:
“Objetos
y sujetos no han sido creados sino observados por Serrate; como dijera antes,
los ha analizado con una lupa y los ha clavado con un alfiler, como muestras
raras que perduran de otros tiempos”.
Esta
concepción del creador como observador es la norma narrativa de Memorias de Villa Rosa en la que la
narradora niña observa a los habitantes de la Villa, a través de las puertas
entreabiertas, y es precisamente el candor y la ingenuidad de esta mirada la que
luego detona la ironía. La creación como observación se repite en su Criptograma del escándalo y la rosa en
la que la biografía de una mujer se arma por
la mirada de otra.
A
la vez, es interesante que Estenssoro responda a la cuestionante de qué
observar, en esta cita de este Preludio que parece más bien corresponder a su
novela:
“…las
cosas chicas, a su gente provinciana, con sus pequeñas malicias, sus
pasioncillas, su pacatería aldeana y su amaneramiento pueblerino”.
Más
certera, “estampas un poco anacrónicas en la vida de vértigo del siglo XX”, ya
que es precisamente ese anacronismo el
verdadero programa de su novela.
Finalmente,
sobre cómo observar esas “cosas chicas”, ella responde: con “un derroche de
humor y de jovialidad [que aseguran] donaire en el movimiento”. Dos elementos, entonces: el humor y el
movimiento. Sobre el humor, repitamos que la ironía es la forma que el humor
toma en esta novela, en la descripción de la vida pública de la Villa. Pero en
un movimiento imperceptible esta ironía cambia su sentido y se desdibuja cuando
la juguetona narradora descubre la vida de las mujeres. El movimiento es una
cifra de la obra de Estenssoro; es decir, la reflexión sobre el movimiento,
posiblemente por la fuerte presencia de la música en su vida y también en su
creación. Ya dijimos alguna vez de la comparecencia de la música en El occiso y en Memorias de Villa Rosa, como tema y como ritmo del lenguaje.
Como
se observa, en otro registro, en este caso un preludio a una obra también
regional, se pueden encontrar las posibles disquisiciones de Estenssoro a la
hora de crear su Memorias de Villa Rosa,
lo que dice de una escritura reflexiva.
Para
concluir y retornando a la literatura regional, no habrá que olvidar que ésta puede devenir en
universal como universales son Yoknapathawa o Macondo. Tal vez Tarija no es
universal a causa de esta novela, pero lo cierto es que estas Memorias no son tan solo tarijeñas.
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