Literatura
burócrata china,
un género en peligro
Como se caracterizan por contar los entresijos de la corrupción estatal, estas novelas se venden por millones, por lo que son objeto de un exhaustivo control.
Carlos
Decker-Molina
Hagamos
de cuenta que un empleado o burócrata de alguna repartición del Estado se
decide a escribir una novela. La obra es muy sencilla, su estructura literaria
es lineal con solo un tiempo y un espacio. Su trama también es sencilla con un
final previsible.
Digamos
que cuenta la historia de Alberto, un jefe de sección que recibe regalos de gente
del lugar que quiere apurar trámites sencillos; y de otros -arquitectos por
ejemplo- que pagan mucho dinero para obtener permisos de edificaciones ilegales
o para lograr encargos públicos como la construcción de alcantarillados o estadios
deportivos.
Alberto,
el personaje principal, es un llunku
con los de arriba y un déspota con los de abajo. Además, usa la movilidad de la
repartición para ir de viaje a la provincia donde vive su amante y promueve la
inseguridad entre sus empleados para evitar golpes bajos.
El
autor de la novela es un funcionario que fue despedido, precisamente por haber
hablado demás con un periodista del diario local. Lo que el denunciante no
sabía es que el periodista recibía una paga mensual de Alberto para publicar
solo noticias exitosas y positivas.
Este
género literario de denuncia se ha vuelto una exitosa corriente creativa en
China que alcanza tiradas editoriales de millones de ejemplares. Los lectores
están divididos en dos vertientes, por un lado los lectores-burócratas que aprenden
de la intriga del relato las tácticas, las confabulaciones y las mentiras más
hábiles para poder “trepar” en el escalafón de la administración pública; en tanto
que el otro tipo de lector, el ciudadano común, ratifica su apreciación sobre
la corrupción del sistema político y se convierte en un escéptico de la
política, o sencillamente en alguien que mira la realidad con cinismo. En
alguien, en todo caso, consciente de que todo tiene un precio por encima de las
reglas y leyes.
Mientras
este género literario le servía al poder para detectar a funcionarios corruptos,
lo permitió sin controles ni censura. Pero ese mismo poder se puso en estado de
alerta cuando las tiradas alcanzaron números escandalosos. Una primera tirada
implica entre 100.000 a 200.000 ejemplares que luego se reproducen por millones
en pocos meses.
El
autor más popular del género es Wang Xiaofang, él mismo un exburócrata, que ha
vendido tres millones de ejemplares de su Apuntes
de un empleado público (Gongwuyuan
biji).
El
presidente de China Xi Jinping, muy abierto a los negocios internacionales, ha
lanzado una nueva ley, algo así como la “segunda revolución cultural” que ha
tensando los nervios de todos los creadores culturales que, a pesar de no vivir
en una democracia abierta, tenían un margen, no demasiado grande, pero, con
normas establecidas, en el que se movían con cierta soltura.
Anna Gustafsson Chen,
doctora en idioma chino, traductora y bibliotecaria que tiene en su haber unas
20 traducciones -entre ellas una novela del Nobel de Literatura Mo Yan y Apuntes de un empleado público, de
Xiaofang- contó en un seminario sobre literatura china, el desconcierto que ha
causado “la nueva revolución cultural de Xi Jinping”, pero también fue
optimista cuando dijo: “así como apareció el género de
denuncia burócrata o la novela negra o la ciencia ficción, que también esconde
sutiles críticas al sistema, los escritores establecidos tienen sus contactos
internacionales y podrán burlar las nuevas cortapisas estatales. Pero los
nuevos escritores, sobre todo las pocas mujeres autoras, como Can Xue, quedarán
a la sombra en espera de mejores días”.
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