sábado, 28 de noviembre de 2015

Etc

Literatura burócrata china,
un género en peligro



Como se caracterizan por contar los entresijos de la corrupción estatal, estas novelas se venden por millones, por lo que son objeto de un exhaustivo control.


Carlos Decker-Molina

Hagamos de cuenta que un empleado o burócrata de alguna repartición del Estado se decide a escribir una novela. La obra es muy sencilla, su estructura literaria es lineal con solo un tiempo y un espacio. Su trama también es sencilla con un final previsible.
Digamos que cuenta la historia de Alberto, un jefe de sección que recibe regalos de gente del lugar que quiere apurar trámites sencillos; y de otros -arquitectos por ejemplo- que pagan mucho dinero para obtener permisos de edificaciones ilegales o para lograr encargos públicos como la construcción de alcantarillados o estadios deportivos.
Alberto, el personaje principal, es un llunku con los de arriba y un déspota con los de abajo. Además, usa la movilidad de la repartición para ir de viaje a la provincia donde vive su amante y promueve la inseguridad entre sus empleados para evitar golpes bajos.
El autor de la novela es un funcionario que fue despedido, precisamente por haber hablado demás con un periodista del diario local. Lo que el denunciante no sabía es que el periodista recibía una paga mensual de Alberto para publicar solo noticias exitosas y positivas.
Este género literario de denuncia se ha vuelto una exitosa corriente creativa en China que alcanza tiradas editoriales de millones de ejemplares. Los lectores están divididos en dos vertientes, por un lado los lectores-burócratas que aprenden de la intriga del relato las tácticas, las confabulaciones y las mentiras más hábiles para poder “trepar” en el escalafón de la administración pública; en tanto que el otro tipo de lector, el ciudadano común, ratifica su apreciación sobre la corrupción del sistema político y se convierte en un escéptico de la política, o sencillamente en alguien que mira la realidad con cinismo. En alguien, en todo caso, consciente de que todo tiene un precio por encima de las reglas y leyes.
Mientras este género literario le servía al poder para detectar a funcionarios corruptos, lo permitió sin controles ni censura. Pero ese mismo poder se puso en estado de alerta cuando las tiradas alcanzaron números escandalosos. Una primera tirada implica entre 100.000 a 200.000 ejemplares que luego se reproducen por millones en pocos meses.
El autor más popular del género es Wang Xiaofang, él mismo un exburócrata, que ha vendido tres millones de ejemplares de su Apuntes de un empleado público (Gongwuyuan biji).
El presidente de China Xi Jinping, muy abierto a los negocios internacionales, ha lanzado una nueva ley, algo así como la “segunda revolución cultural” que ha tensando los nervios de todos los creadores culturales que, a pesar de no vivir en una democracia abierta, tenían un margen, no demasiado grande, pero, con normas establecidas, en el que se movían con cierta soltura.

Anna Gustafsson Chen, doctora en idioma chino, traductora y bibliotecaria que tiene en su haber unas 20 traducciones -entre ellas una novela del Nobel de Literatura Mo Yan y Apuntes de un empleado público, de Xiaofang- contó en un seminario sobre literatura china, el desconcierto que ha causado “la nueva revolución cultural de Xi Jinping”, pero también fue optimista cuando dijo: “así como apareció el género de denuncia burócrata o la novela negra o la ciencia ficción, que también esconde sutiles críticas al sistema, los escritores establecidos tienen sus contactos internacionales y podrán burlar las nuevas cortapisas estatales. Pero los nuevos escritores, sobre todo las pocas mujeres autoras, como Can Xue, quedarán a la sombra en espera de mejores días”.

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