sábado, 21 de noviembre de 2015

Artículo

El insectario de Piñeiro   

Un texto que parte, se dirige y trasciende de un taller recientemente dirigido por Juan Pablo Piñeiro

  

Carlos Rocabado

Si los humanos ya tienen derecho al olvido en internet, ¿deben los animales -específicamente los insectos- tenerlo también?
Cuenta una noticia no olvidada por la red que en 2009, el Ministerio de Salud sacó a la venta unos brazaletes (azules, claro) que decían “Córtele las patas al dengue”, para luchar contra la epidemia. El brazalete estaba “probado científicamente”; eso también estaba escrito. Como era de esperarse, el concienzudo tesón de los mosquitos ganó a la “sinciencia” de los negociados. Si los mosquitos no solicitaron el derecho a eliminar esta noticia, tal vez el Ministerio debería hacerlo.
Cuando los insectos tengan el derecho al olvido, tal vez querrán eliminar de la memoria colectiva los rastros que anda dejando el taller de escritura “Insectario”, que Juan Pablo Piñeiro dictó en el Colectivo Chi’ixi hace algunas semanas.
Imagino una demanda corporativa en la que hormigas, abejas, avispas, libélulas, quitapelos, arañas, ciempiés, alacranes, mantis religiosas, cucarachas, tijeretas, pulgas, saltamontes, grillos, moscas, mosquitos, mosquita-muertas, escarabajos, mariquitas, mariposas, taturanas y luciérnagas se unen, en asamblea de tierras bajas, para sopesar la pertinencia de la demanda.
Tal vez finalmente decidan dejar en paz a Piñeiro. Es más, en una súbita metamorfosis de opiniones, los pequeños representantes de Pando podrían solicitar más bien un cambio en la agenda del día y pedir, ante la sorpresa del bloque conservador, una moción de reconocimiento al escritor paceño, por la contribución hecha a todas las órdenes de insectos. Se levantaría la dama de las taturanas y diría:
“Pero a ustedes, compañeros, ¿qué bicho les ha picado?, si el hermano es uno de nuestros más reconocidos defensores en el mundo humano. Saco a colación el documento que el hermano presentó en el 8vo Encuentro de Escritores Iberoamericanos el año 2014. Aquí (señalando el documento con una de sus múltiples patas) compara nada más y nada menos que a Pessoa y a Kafka con ‘insectos gigantescos, escritores de antena’. El mismo equipara a su cerebro con una antena. ¿No es aquello una muestra de su lucha por nuestro reconocimiento?...”.
“…Tengo varios otros ejemplos compañeros. Piñeiro dice en este otro texto (saca otro documento con otra pata) que ‘ese chiquitito, ese quiere ser’[1]. Como nosotros, entiende su lugar en el cosmos, la importancia de las dimensiones, de la inmensidad y de lo microscópico. Para seres de nuestra talla, estas posturas son esenciales. Compañeros de La Paz (la delegación paceña no es muy nutrida y se componen sobre todo de moscas): Piñeiro ve ‘colmenas de insectos metálicos’[2] desde la esquina de su casa. Le debemos ese reconocimiento al hermano, solicito que a su regreso hagan lo posible para facilitar ese platito de filomenas que tanto desea”.
Dejemos el efecto chiquitolina. Juan Pablo pasea con su letrero de 80 x 50 cm., subiendo de Sopocachi a Tembladerani. El letrero, fondo blanco con caracteres chillones reza “Se imitan insectos a domicilio”. Es el letrero de Illimani Púrpura. Releo el texto que sigue a la aparición del letrero -ahora con otros ojos: “¿Cómo se podrá imitar insectos? ¿A cuáles? ¿Y por qué a domicilio?”.
Unos pueden querer imitar a los insectos gigantes. Otros tal vez solo quieran ser un insecto mediano, sin imitar a nadie. Piñeiro es el facilitador; ha buscado una picadura especial para su taller, un dengue que venga acompañado de otro tipo de estado febril, que implique todo menos el descanso obligado en cama, que provoque una mutación literaria, aunque sea mínima. Ahora baja, de vuelta a casa, con las manos libres. Por unas semanas ha dejado el letrero en el Colectivo. Por unos días, el viaje al microcosmos no ha sido a domicilio.



[1] “Eso chiquitito, soy yo”, LetraSiete, 24 de enero de 2015.
[2] “Las filomenas del futuro”, Revista culinaria, 1 de junio de 2015.

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