Una caja de Pandora llena de arte y de libros
Historias de libros, obras de arte y tesoros culturales convertidos en botines de guerra o productos de saqueo.
Carlos
Decker-Molina
Vladimir
Putin inauguró en Moscú, a fines de 2012, el nuevo Museo Judío y de la
Tolerancia. El costo fue, más o menos, de unos 30 millones de dólares que pagó
el oligarca ucranio Viktor Vekselberg.
En
la parte de los libros figuran colecciones que tienen un origen oscuro. Se
trata del llamado archivo de Schneerson que suma 12 mil volúmenes y 50 mil
documentos muy valiosos. “Devolver esos libros y documentos es como abrir la
caja de Pandora”, dijo Putin cuando el Movimiento Chabad-Lubavitch los reclamó.
El
Movimiento Chabad se fundó en los 1800 como institución judeo-ortodoxa. Luego
de la revolución del 17 los “chassiditas” rusos se establecieron en Nueva York,
pero las colecciones de libros y documentos quedaron diseminadas en varios
lugares de Rusia hasta la llegada de los nazis que saquearon y se llevaron todo
como “botín de guerra”; a su turno los “rojos” del Ejército soviético tenían el
encargo de rescatar esos tesoros y llevarse otros llamados oficialmente
“trofeos”.
Todos
estos robos tienen un fulgor de novela negra. Cornelius Gurlitt, un anciano
alemán, durante décadas había ocultado en su apartamento cientos de obras de
arte y libros robados por las nazis. Cornelius atesoraba un universo de arte y
literatura que su padre Heldibrandt había escondido después de la guerra, y que
fue descubierto por pura casualidad.
La
revelación produjo una multiplicación de historias de robos y huidas. No sé si
alcanzo a contarlas todas pero comenzaré
en Austria en un palacio vienés ubicado en Prinz-Eugen-Strasse.
Era
la hora del almuerzo. El aristócrata, barón y gran coleccionista de arte Louis Nathaniel
de Rothschild ya había ingerido el primer plato cuando irrumpieron seis hombres
de la Gestapo con la orden de llevarlo a la Policía. Día antes las tropas de
Hitler habían cruzado la frontera, la invasión fue recibida con júbilo por una
gran mayoría a la que no suscribía el conde Rothschild.
El
saqueo de obras de arte, libros y archivos tenía unos rasgos ideológicos inconfundibles.
La operación estaba dirigida por Heinrich Himmler y Aldred Rosenberg, ambos
patrocinaron unas dudosas investigaciones en Ahnenerbe, instituto fundado por
Himmler en 1935. La intención era rescribir la historia. Se “estudiaron” la
antropología, la arqueología y la historia de la cultura con el fin de darle
una lectura nazi.
Pero
¿qué pasó con el conde Rothschild? Estuvo preso un año aunque lo correcto sería
decir que fue un rehén de los nazis en tanto éstos se apoderaron del banco y
las propiedades de la familia, pero sobre todo de las colecciones de arte,
archivo de documentos y diarios familiares. Cuando le dieron libertad, pidió
pasar la noche en su vieja celda porque no tenía lugar donde morar.
Con
el pasar de los años muchas de esas obras de arte, documentos y archivos
han reaparecido aquí y allá, no solo en
Moscú sino también en Nueva York y Londres.
El
museo noruego, por ejemplo devolvió un Matisse (Mujer de azul frente a una chimenea) robado por los nazis al
comerciante parisino Paul Rosenberg quien huyó a Nueva York en 1940.
Esta
es una de las 162 obras de arte de la colección de Rosenberg. La obra fue
comprada por el magnate noruego del transporte Niels Onstad quien fundó el
museo, se cree que la adquisición fue hecha de buena fe porque el vendedor
pertenecía a una galería francesa de prestigio.
Hay
otra historia relacionada con América latina y es la de Paul Westheim, judío y
valiente defensor de los artistas de vanguardia, a los que tanto odiaba Hitler.
Los
nazis tenían una táctica muy refinada, primero aparecían artículos en sus
periódicos. En agosto de 1933 uno de esos medios publicó un texto cuyo título
era: “El arte en Flechteim y Westheim” en el que se acusaba al historiador de
arte de ser el representante de los bolcheviques y del arte vanguardista.
El
artículo tenía una ilustración de Otto Dix, uno de los artistas que Paul
Westheim defendía y a quien los nazis odiaban porque en sus obras exponía a la
guerra como un crimen contra la humanidad.
Westheim
crítico y editor de Das Kunstblatt (La página del arte) y Die Schaffenden (Los
creadores) dos publicaciones pre nazis muy influyentes, era dueño de una
colección que incluía pinturas y esculturas, así como grabados y acuarelas de
expresionistas alemanes como Otro Dix, Oskar Kokoschka, Otto Müller, Paul Klee
y Max Pechstein.
Todas
estas obras más libros y archivos con documentos fueron escondidos en el
domicilio de una hermana de Charlotte Weidler a la sazón amiga de Camil Hoffmann consejero de la
embajada Checa a quien había acudido el perseguido.
Rosenberg
huyó a Francia y luego a México en diciembre de 1941 y tuvo correspondencia con
los altibajos de la época hasta 1945.
Melitta Weidler hermana de Charlotte informó que la colección había sido
destruida por un bombardeo de 1943. Pero, cuando en 1963 murió Rosenberg,
Melitta Weidler comenzó a vender las obras de arte que aparecieron en varias
ciudades del mundo. Rosenberg tiene una familia mexicana que es la que hoy
reclama esas obras de arte mal vendidas.
En
esta historia no están inmiscuidos directamente los nazis, es un relato sobre
la moral. Pues Melitta Weidler podría haber abogado “estado de necesidad” o
simplemente “cobro de riegos de guerra”, lo cierto es que la Segunda Guerra
Mundial sigue planeando por más de un museo, galería de arte o biblioteca
nacional que cobijan, sabiendo o sin saber, obras robadas, secuestradas o
dejadas en custodia y luego vendidas al mejor postor.
Finalmente,
una historia de amor. Eva Braun tenía 17 años y trabajaba como asistente de
Heinrich Hoffmann, fotógrafo personal de Hitler. Todo comenzó en Múnich, pero
dos años más tarde Eva y Adolfo se convirtieron en amantes. Adolfo solía
hacerle muchos regalos, entre ellos, y con motivo de sus 27, años le obsequió
un reloj de brillantes grabado con el nombre de la agasajada.
Eva
se suicidó ingiriendo una cápsula de cianuro y Hitler se pegó un tiro, ambos
habían contraído matrimonio el 29 de abril de 1945, dos días antes de poner fin
a sus vidas.
Como
Hitler estaba empadronado en Múnich, el Ministerio de Finanzas de este Land
recibió la “herencia” del Führer entre la que figuran los derechos de autor de Mein kampf con la obligación de evitar
su publicación.
En
todo caso el reloj de los 27 años y numerosos objetos de valor como colecciones
de pinturas están almacenados en el depósito de la pinacoteca bávara. Esta
historia salió a la luz pública debido al reclamo de la familia Braun que se
considera la verdadera heredera no solo del reloj de brillantes sino de Gebirgslandschft an der spanischeb Küste
(Paisaje montañoso en la costa de España) de Fritz Bamberger.
Estos
tesoros malditos, la Caja de Pandora según Putin, han reabierto el debate
acerca de la gestión alemana respecto del arte robado por las nazis y las
pertenencias de Hitler y sus oficiales.
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