jueves, 6 de noviembre de 2014

El último mestizo

Para mi amiga estudiosa (o la dificultad de llegar a 20)


Tan de moda (como siempre) esto de cánones literarios, el autor arriesga una lista de 20 títulos y sugerencias.



Manuel Vargas

¿De cómo se le ocurriría al poeta Neftalí Morón eso de su “amiga estudiosa”? Cuando hablo de libros, siempre recurro a esta imagen. Y es que de aquí y de allá me llegan noticias de los 200 libros que una comisión de entendidos del país está escogiendo para publicar y distribuir a los cuatro vientos.
Muchas de mis relaciones internacionales están esperándolos para solucionar el problema de su desconocimiento de Bolivia. Entre ellas Patricia, una amiga boliviana que vive en Alemania. En más de una ocasión yo mismo me referí, en broma como de costumbre, a este emprendimiento librero que no es ningún chiste. Terminé por decirle a mi estudiosa amiga: “Bah, yo te voy a mandar una lista de 20 libros y con eso basta”. Porque a ella le gusta el estudio y la lectura de placer como una forma de darle sentido a su vida, y de conocer Bolivia y hacerla conocer además a muchos latinoamericanos que viven en Europa.
Y aquí va mi lista, sin orden ni concierto, a partir de mis lecturas y mis gustos. La idea es que no sean libros muy especializados, ni mamotretos, más bien de interés general y atractivos para todo público.

Uno. Comparto contigo, amiga estudiosa, esta vívida narración histórica llamada Masamaclay, una crónica de la Guerra del Chaco escrita por don Roberto Querejazu. Nos hace sentir el calor y el polvo de esa guerra que permanece en la memoria de la colectividad boliviana.
Dos. También tiene que ir Oprimidos pero no vencidos de Silvia Rivera Cusicanqui -obra que la emparento con El laberinto de la soledad  de Octavio Paz: todos hablan de él, aun sin haberlo leído, ya que su contenido se ha vuelto patrimonio del aire.
Tres. Para no hablar solo del mundo andino, escojo uno de Jürgen Riester: En busca de la Loma Santa. A pesar de existir muchos libros más “serios y actuales” sobre el tema, éste una vez me abrió los ojos de manera muy didáctica y seria a los pueblos del oriente boliviano.
Cuatro. Historia general de Bolivia, de Herbert S. Klein es un libro breve, completo y profundo en su sencillez, no es un “libro de consulta” sino para leerlo de pe a pa.
Cinco. A través del testimonio Si me permiten hablar, conversaciones con Domitila Chungara, conocemos una vida, un tiempo, una voz. Una mujer minera que con sus palabras nos descubre su corazón y su país.
Seis. Hablando de voces, hay una buenísima introducción a la realidad de nuestro país, a través de su propia gente; Historias de vida. 26 voces bolivianas. De norte a sur y de oriente a occidente. Voces de gente común y corriente que lucha para enfrentar sus problemas y realizarse como individuos en una sociedad difícil.
Siete. Hay otro libro, con retratos de otros bolivianos y bolivianas, esta vez, de la clase media, empresarios, políticos, intelectuales: Se llama Apariencias (1967), de Alfonso Prudencio Claure (Paulovich). Ahí podrás conocer a expresidentes, a la pintora Agnes y a Marcelo Quiroga Santa Cruz. Una monja, otro político, un empresario, otro poeta… Eso también es Bolivia.
Ocho. De don Gustavo Adolfo Otero escojo sus Memorias. La Paz de los comienzos de siglo, sus personajes, sus rincones, con un lenguaje y un tono que dan gusto.
Nueve. Hay otros, y buenos, libros bolivianos autobiográficos, que prefiero a las novelas. Como el de don Jesús Lara, novelista y poeta. Paqarin es la historia verdadera de cuando don Jesús era niño en el mundo quechua del Valle Alto de Cochabamba.
Diez. Cultura Callawaya, de don Enrique Oblitas Poblete, es una especie de tratado de ese pueblo tan especial y único como es el de los callawayas. Ahora hay muchas nuevas investigaciones al respecto, pero me quedo con ésta. 
Once. Lo que se come en Bolivia, ¡cómo me estaba olvidando de don Luis Téllez Herrero! Este es un libro divertidísimo, para conocer la Bolivia de antes, sus gentes, sus paisajes, a través de la comida. ¡Claro! Oruro, La Paz, Santa Cruz…
Doce. Tienes que leer y hacer conocer, querida amiga, la más importante novela histórica y del romanticismo que dio Bolivia. No es nada pesada ni anticuada, más bien divertida y, siendo del siglo XIX, parece que hubiera sido escrita en nuestros tiempos. Se llama Juan de la Rosa, de Nataniel Aguirre.
Trece. En el siglo XX hay también unas cuantas obras literarias buenísimas: Cerco de penumbras de Oscar Cerruto es un libro de cuentos imprescindible, por el lenguaje bien cuidado y por el elemento fantástico muy bien utilizado.
Catorce. Hablando de fantástico, no creas que antes de ese libro no existieran obras de ese estilo en la literatura boliviana. Baste acordarse de las crónicas coloniales. Bartolomé Arzáns de Orsúa y Vela escribió su Historia de la Villa Imperial de Potosí donde encontrarás alta literatura.
Quince. De entre los poetas mayores, ¿por dónde me voy? ¿Tamayo, Jaimes Freyre?, no, me decido por don Jaime Sáenz. Una selección de su poesía puede ser el camino de ingreso, la cuestión es no perderse luego.
Dieciséis. Dice que en Bolivia hay muchos poetas, últimamente. Pero en aras de la variedad, voy a sugerir humildemente un libro para niños, ¿por qué no? Cien poemas para niños, de don Oscar Alfaro, el único escritor que se dedicó alma vida y corazón a este campo tan resbaladizo.
Diecisiete. Y hace falta una novela más, claro que sí. Tendrá que ser de Jesús Urzagasti, no hay vuelta. Y será En el país del silencio, profunda y voluminosa novela que nos lleva a diversos estadios de la patria y de nuestro corazón. Punto aparte.
Dieciocho. Me he quedado corto con los cuentos. Hay muchos y buenos autores, unos más reconocidos que otros. También diversas antologías, pero me parecen aún en proceso de llegar a buen término. Por eso escojo lo siguiente: Hay un número doble de la revista de cuentos Correveidile (12-13), llamado Los olvidados. Y por olvidados, te los aconsejo. Son una sorpresa de autores de todo el siglo XX: Borda, Neftalí, Peláez, Viscarra…
Diecinueve. Parece que me van a faltar libros, aparte de los de literatura. Me doy cuenta de que me falta leer, por ejemplo Nacionalismo y coloniaje de Carlos Montenegro. Tampoco leí seriamente un libro completo de Gabriel René Moreno. ¿Últimos días coloniales en el Alto Perú? ¿Y qué tal René Zavaleta, y Sergio Almaraz? ¿Son solamente para políticos y estudiosos? ¿O la memoria me está jugando una mala pasada? ¿Y qué de La lengua de Adán, de Emeterio Villamil de Rada? ¿Y El pongueaje, de Reyeros? Seguro que alguno de éstos bien podría ocupar esta casilla vacía.
Veinte. ¿Y yo no voy a estar aquí, como dizque han hecho la mayoría de los encargados de los 200 libros? Pues, no ofrezco mis humildes invenciones, pero sí estoy dispuesto a realizar, urgentemente, una selección antológica de la tradición oral boliviana. Qué tal, un libro que hace tanta falta y aún no está preparado ni publicado. ¡Teníamos que estar en Bolivia!


Hasta pronto, estudiosa amiga, tal vez mañana amanezca con otro humor y te mando otros 20 títulos y autores. 

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