jueves, 20 de noviembre de 2014

La palabra teleférica

De buses y festivales

Un sincero y abierto ajuste de cuentas al Festival Internacional de Literatura Santa Cruz de las Letras: lo bueno, lo malo y lo feo.



Juan Pablo Piñeiro

Inicialmente teníamos que viajar en dos cómodos buses, pero al parecer el nuestro podía tener problemas si se forzaba el aire acondicionado. La verdad, nunca había visto un bus con aire acondicionado transitando las carreteras de nuestro país. Así que me sorprendió que quieran cambiarlo por ese detalle. En verdad lo que querían era que viajemos más cómodos y por eso trajeron otro, al que Johnny, el chofer cochabambino, le hizo unos ajustes para poder contar con aire frío.
Con el resto de la delegación nos encontramos en una gasolinera. Ellos también estaban en un bus con aire acondicionado. Sin embargo, quizás por forzar el motor, cuando partimos el bus avanzó solamente un metro antes de temblar y quedarse seco en su lugar. Entonces se tomó la decisión de que todos viajemos juntos conducidos por el Johnny. Es así que invitados, organizadores y periodistas de todas las edades encontramos nuestro sitio e iniciamos el viaje.
Para producir u organizar algo en nuestro país se necesita mucha creatividad y talento, porque la tarea más importante no es planificar sino solucionar los problemas. Aquí la realidad funciona de manera autónoma y es muy difícil que se ciña a nuestros planes. Los problemas pueden venir incluso de un motor que ha estado funcionando bien por mucho tiempo.
En el bus del Johnny viajamos varias horas… aunque pocas en verdad si tomamos en cuenta que nuestro destino final sería el paraíso. Muchos no se lo esperaban, pero cuando la orquesta del templo de San Xavier en las Misiones Jesuíticas de la Chiquitania boliviana empezó a tocar los acordes de una conmovedora pieza musical, los afortunados invitados que estuvimos ahí sentimos el interior de nuestro corazón.
Incuso aquellos que la pasaron un poco mal por el excesivo calor, olvidaron de golpe las dificultades, y probablemente entendieron que no es fácil llegar a lugares tan llenos de mística como San Xavier.
Después del concierto, una delegación de la Alcaldía nos recibió cariñosamente y nos entregó un reconocimiento, el mío ahora lo guardo con orgullo. Más tarde una ronda de mamás nos recibió alegre en el “bosque de piedras”, donde bailamos entusiasmados de la mano de la invencible sonrisa de los chiquitanos, en este caso de las ancianas chiquitanas.
Después nos llevaron a saborear los diferentes horneaditos cruceños, mientras la dueña del horno preparaba en frente nuestro unos exquisitos cuñapés. Una verdadera delicia. Ya saciados, nos subimos al bus para llegar a Concepción. Llegamos en la noche a un acogedor hotel y otra orquesta estaba esperando en la iglesia de Concepción para deleitar una vez más a los invitados.
Este año se llevaron a cabo dos encuentros de literatura inéditos en nuestro país, tuve la suerte de que me invitaran a los dos. El primero, el Festival Ari, que convoco a 40 escritores nacionales. Y el segundo hace unos días en Santa Cruz, el Festival Santa Cruz de las Letras, que tuvo un importante alcance internacional.
El viaje que describo al inicio fue parte del programa de éste último. Es demasiado importante apoyar la continuidad de ambos eventos para bien de nuestra literatura y del desarrollo de la misma.
Definitivamente no es fácil organizar encuentros de la magnitud del Santa Cruz de las Letras. La organización extremó recursos para que todos tengamos una estadía agradable. Es importante resaltar el compromiso y el trabajo de la APAC, la Cámara Cruceña del libro, la Fundación Cultural del Banco Central y de todas las instituciones que se unieron para llevar a cabo este encuentro.
Creo que es muy importante que esta iniciativa continué, aunque debemos evaluar la experiencia con calma para que en sus posteriores ediciones podamos mejorar en varios aspectos.
Coincido con muchos de los invitados, por ejemplo, en que podíamos haber sacado mayor provecho de los narradores si invitábamos a menos personas. Los coloquios fueron muy numerosos en las testeras y esto impidió que los temas se profundicen o que se generen provechosos debates.
Probablemente la próxima vez se pueda disponer de más días en el festival para que el público pueda asistir a una mayor cantidad de conferencias. Ojala que en la versión futura no se cobre por ingresar a los coloquios o si se va a cobrar, sería interesante hacer un paquete accesible que permita que la gente pueda asistir a una mayor cantidad de conferencias.
Si algún estudiante, por ejemplo, quería asistir a todos los coloquios (además hubieron talleres en el programa), debía invertir 350 bolivianos, 50 bolivianos por conferencia. Es un monto prohibitivo para la mayoría de los bolivianos. Esto no le hace nada bien a la literatura porque la aleja de la gente. Sin embargo, he visto la capacidad que tiene la organización para solucionar problemas y sé que eso se debe a que saben sacar provecho de las experiencias para mejorar. Y se mejorará.
Homero Carvalho es un escritor al que respeto mucho y a quien pesar de que he tratado poco, considero un amigo. Su labor es muy importante en la gestión cultural. Sin embargo, no puedo dejar de opinar sobre las declaraciones que ha estado emitiendo en los últimos días, en vez de aclarar mejor la censura o insinuación que se hizo a los escritores cubanos.
Creo que no podemos darnos el lujo de sabotearnos nosotros mismos de esa manera. Yo fui parte de ese grupo “impenetrable” que se reunió a compartir y conversar, según Homero.
Yo estaba ahí. Nunca nadie pensó en excluir a otros escritores y mucho menos hacer diferencias generacionales. Simplemente nos estábamos divirtiendo. Compartimos entre todos y los que llegaban eran bien recibidos. Por eso no puedo entender a qué vienen semejantes declaraciones. Parece que hubiera un interés en dividir la literatura boliviana en roscas y grupos… si con muchos escritores de mi generación lo único que compartimos es la amistad, y eso es saludable, porque podemos dialogar, apoyarnos entre todos, pensar en que estamos en el mismo bus: la literatura boliviana.
Esa literatura donde también está la obra de Saenz, Urzagasti o Cerruto, esa literatura donde también está la obra de Homero Carvalho. Esa literatura que ha encontrado en uno de sus escritores más reconocidos, Edmundo Paz Soldán, a su más generoso promotor.


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