De buses y festivales
Un sincero y abierto ajuste de cuentas al Festival Internacional de Literatura Santa Cruz de las Letras: lo bueno, lo malo y lo feo.
Juan
Pablo Piñeiro
Inicialmente
teníamos que viajar en dos cómodos buses, pero al parecer el nuestro podía tener
problemas si se forzaba el aire acondicionado. La verdad, nunca había visto un
bus con aire acondicionado transitando las carreteras de nuestro país. Así que
me sorprendió que quieran cambiarlo por ese detalle. En verdad lo que querían era
que viajemos más cómodos y por eso trajeron otro, al que Johnny, el chofer
cochabambino, le hizo unos ajustes para poder contar con aire frío.
Con
el resto de la delegación nos encontramos en una gasolinera. Ellos también
estaban en un bus con aire acondicionado. Sin embargo, quizás por forzar el
motor, cuando partimos el bus avanzó solamente un metro antes de temblar y
quedarse seco en su lugar. Entonces se tomó la decisión de que todos viajemos
juntos conducidos por el Johnny. Es así que invitados, organizadores y periodistas
de todas las edades encontramos nuestro sitio e iniciamos el viaje.
Para
producir u organizar algo en nuestro país se necesita mucha creatividad y
talento, porque la tarea más importante no es planificar sino solucionar los
problemas. Aquí la realidad funciona de manera autónoma y es muy difícil que se
ciña a nuestros planes. Los problemas pueden venir incluso de un motor que ha
estado funcionando bien por mucho tiempo.
En
el bus del Johnny viajamos varias horas… aunque pocas en verdad si tomamos en
cuenta que nuestro destino final sería el paraíso. Muchos no se lo esperaban,
pero cuando la orquesta del templo de San Xavier en las Misiones Jesuíticas de
la Chiquitania boliviana empezó a tocar los acordes de una conmovedora pieza
musical, los afortunados invitados que estuvimos ahí sentimos el interior de nuestro
corazón.
Incuso
aquellos que la pasaron un poco mal por el excesivo calor, olvidaron de golpe
las dificultades, y probablemente entendieron que no es fácil llegar a lugares
tan llenos de mística como San Xavier.
Después
del concierto, una delegación de la Alcaldía nos recibió cariñosamente y nos
entregó un reconocimiento, el mío ahora lo guardo con orgullo. Más tarde una
ronda de mamás nos recibió alegre en el “bosque de piedras”, donde bailamos
entusiasmados de la mano de la invencible sonrisa de los chiquitanos, en este
caso de las ancianas chiquitanas.
Después
nos llevaron a saborear los diferentes horneaditos cruceños, mientras la dueña
del horno preparaba en frente nuestro unos exquisitos cuñapés. Una verdadera
delicia. Ya saciados, nos subimos al bus para llegar a Concepción. Llegamos en
la noche a un acogedor hotel y otra orquesta estaba esperando en la iglesia de Concepción
para deleitar una vez más a los invitados.
Este
año se llevaron a cabo dos encuentros de literatura inéditos en nuestro país,
tuve la suerte de que me invitaran a los dos. El primero, el Festival Ari, que convoco
a 40 escritores nacionales. Y el segundo hace unos días en Santa Cruz, el
Festival Santa Cruz de las Letras, que tuvo un importante alcance
internacional.
El
viaje que describo al inicio fue parte del programa de éste último. Es
demasiado importante apoyar la continuidad de ambos eventos para bien de
nuestra literatura y del desarrollo de la misma.
Definitivamente
no es fácil organizar encuentros de la magnitud del Santa Cruz de las Letras.
La organización extremó recursos para que todos tengamos una estadía agradable.
Es importante resaltar el compromiso y el trabajo de la APAC, la Cámara Cruceña
del libro, la Fundación Cultural del Banco Central y de todas las instituciones
que se unieron para llevar a cabo este encuentro.
Creo
que es muy importante que esta iniciativa continué, aunque debemos evaluar la
experiencia con calma para que en sus posteriores ediciones podamos mejorar en
varios aspectos.
Coincido
con muchos de los invitados, por ejemplo, en que podíamos haber sacado mayor
provecho de los narradores si invitábamos a menos personas. Los coloquios fueron
muy numerosos en las testeras y esto impidió que los temas se profundicen o que
se generen provechosos debates.
Probablemente
la próxima vez se pueda disponer de más días en el festival para que el público
pueda asistir a una mayor cantidad de conferencias. Ojala que en la versión
futura no se cobre por ingresar a los coloquios o si se va a cobrar, sería
interesante hacer un paquete accesible que permita que la gente pueda asistir a
una mayor cantidad de conferencias.
Si
algún estudiante, por ejemplo, quería asistir a todos los coloquios (además
hubieron talleres en el programa), debía invertir 350 bolivianos, 50 bolivianos
por conferencia. Es un monto prohibitivo para la mayoría de los bolivianos.
Esto no le hace nada bien a la literatura porque la aleja de la gente. Sin
embargo, he visto la capacidad que tiene la organización para solucionar
problemas y sé que eso se debe a que saben sacar provecho de las experiencias
para mejorar. Y se mejorará.
Homero
Carvalho es un escritor al que respeto mucho y a quien pesar de que he tratado
poco, considero un amigo. Su labor es muy importante en la gestión cultural.
Sin embargo, no puedo dejar de opinar sobre las declaraciones que ha estado
emitiendo en los últimos días, en vez de aclarar mejor la censura o insinuación
que se hizo a los escritores cubanos.
Creo
que no podemos darnos el lujo de sabotearnos nosotros mismos de esa manera. Yo
fui parte de ese grupo “impenetrable” que se reunió a compartir y conversar,
según Homero.
Yo
estaba ahí. Nunca nadie pensó en excluir a otros escritores y mucho menos hacer
diferencias generacionales. Simplemente nos estábamos divirtiendo. Compartimos
entre todos y los que llegaban eran bien recibidos. Por eso no puedo entender a
qué vienen semejantes declaraciones. Parece que hubiera un interés en dividir
la literatura boliviana en roscas y grupos… si con muchos escritores de mi
generación lo único que compartimos es la amistad, y eso es saludable, porque
podemos dialogar, apoyarnos entre todos, pensar en que estamos en el mismo bus:
la literatura boliviana.
Esa
literatura donde también está la obra de Saenz, Urzagasti o Cerruto, esa
literatura donde también está la obra de Homero Carvalho. Esa literatura que ha
encontrado en uno de sus escritores más reconocidos, Edmundo Paz Soldán, a su
más generoso promotor.
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