jueves, 20 de noviembre de 2014

Ensayo

Escribiendo dibujando


Entre Kafka, Lorca y hasta Saenz: escritores que dibujan, o dibujos que son -además y a la vez- escritos.

 


Virginia Ayllón

No será raro que el poeta dibuje, cante o ejecute un instrumento porque las aguas son las mismas; son aguas del lenguaje o, si se quiere, de la expresión. Más difícil acordarse de un poeta que baile, para eso hay que buscar entre las poetas.
Hay otros que ampliaron su lenguaje a zonas poco poéticas como la tauromaquia de Hemingway de quien en La Habana dicen creó el mojito y el daiquiri; el primero para los bares bohemios y el otro para el bar selecto. Tal vez la creación de tragos convenga más a la leyenda de un escritor.
Por estos lados, los dibujos de Jaime Saenz nos han completado su mundo, Mitre nos ha incorporado a la lectura en dos dimensiones a través de su poesía visual, y nos resta todavía hincarle el diente a la pintura de Adela Zamudio.
Hay quienes se pueden acercar a la obra gráfica de los escritores como forma de entender algunas zonas crípticas de su escritura. Vale, pero prefiero otra forma de ver esta particular plástica: la de conocer al “otro” poeta, al que no siendo el escritor encuentra en el trazo el mejor lenguaje para expresarse.
El escritor que dibuja no es el escritor que escribe, es más bien su otro, una especie de heterónimo de sí mismo (saudade Pessoa) que bien podría recitar a Borges “el que escribe es el otro”.
Franz Kafka, por ejemplo, escribe su biografía en algunos de los 44 dibujos que ha dejado (publicados en España por Sexto Piso en 2011). Kafka, admirador del arte japonés y la obra de Van Gogh, añoraba la pintura de la que creía era un lenguaje prístino para la expresión: “Mis dibujos no son imágenes, sino una escritura privada”.
Dónde comienza el escritor y dónde el pintor es cosa de sicoanálisis porque El pensador, dibujado en una carta a Felice Bauer en 1913, por ejemplo, parece una reescritura de la escultura homónima de Rodin en clave moderna (y burocrática). Pero Rodin, inicialmente nombró a esta obra como El poeta, la que, por este efecto podría bien ser un estudio escultórico de El pensador de Kafka. 
Otro poeta dibujante es el amado Federico García Lorca. Se recordará que este granadino compartió con artistas del surrealismo español como Dalí o Buñuel.
La obra plástica de Lorca es grande y compleja. En 1969 se habían catalogado más de 150 dibujos y una exposición en Madrid, en 1986, expuso 350 piezas producidas entre 1923 y 1936. Con herramientas del cubismo e incluso el futurismo, Lorca dibujó sobre temas populares, personajes, retratos (Dalí, Neruda), la ciudad, a él mismo, el amor, la luna y la muerte o, como en su poesía, la luna como símbolo de la muerte.
Pero aunque llegó a realizar dos exposiciones públicas en vida (1925 y 1927), en realidad y lo mismo que para Kafka, Lorca también decía de sus dibujos: “son en mí una cosa privada”.
Lorca, quien además fue músico y coreógrafo, también añoraba el lenguaje de la pintura: “soy mucho mejor pintor que poeta; sólo que me ha dado por hacer versos”, dicen le dijo alguna vez a Juan Marinello.
En Lorca la perspectiva visual es vasta y conforma un conjunto autónomo en su producción. Ello a pesar de la relación de su arte pictórico con su poesía, por ejemplo, su Viñeta, con la que ilustró la primera edición de su Romancero gitano (1928) y que puede ser el dibujo más conocido de Lorca, como también su Autorretrato de Nueva York, hermosa pieza con la que ilustra la primera edición en español de su Poeta en Nueva York (1940).
Hay que añadir, los dibujos que prefiero de Lorca o aquellos en los que escribe poesía dibujando, como su poema Aire para tu boca.
Y como textos como este hay que mirar y no leer, cierro con la primera estrofa del soneto A Carmela, la peruana, en el que me cuesta saber si Lorca está escribiendo o dibujando:

Una luz de jacinto me ilumina la mano
al escribir tu nombre de tinta y cabellera
y en la neutra ceniza de mi verso quisiera

silbo de luz y arcilla de caliente verano. 




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