Escribiendo dibujando
Entre Kafka, Lorca y hasta Saenz: escritores que dibujan, o dibujos que son -además y a la vez- escritos.
Virginia Ayllón
No será raro que el poeta
dibuje, cante o ejecute un instrumento porque las aguas son las mismas; son
aguas del lenguaje o, si se quiere, de la expresión. Más difícil acordarse de
un poeta que baile, para eso hay que buscar entre las poetas.
Hay otros que ampliaron
su lenguaje a zonas poco poéticas como la tauromaquia de Hemingway de quien en
La Habana dicen creó el mojito y el daiquiri; el primero para los bares
bohemios y el otro para el bar selecto. Tal vez la creación de tragos convenga
más a la leyenda de un escritor.
Por estos lados, los
dibujos de Jaime Saenz nos han completado su mundo, Mitre nos ha incorporado a
la lectura en dos dimensiones a través de su poesía visual, y nos resta todavía
hincarle el diente a la pintura de Adela Zamudio.
Hay quienes se pueden
acercar a la obra gráfica de los escritores como forma de entender algunas
zonas crípticas de su escritura. Vale, pero prefiero otra forma de ver esta
particular plástica: la de conocer al “otro” poeta, al que no siendo el
escritor encuentra en el trazo el mejor lenguaje para expresarse.
El escritor que dibuja no
es el escritor que escribe, es más bien su otro, una especie de heterónimo de
sí mismo (saudade Pessoa) que bien
podría recitar a Borges “el que escribe es el otro”.
Franz Kafka, por ejemplo,
escribe su biografía en algunos de
los 44 dibujos que ha dejado (publicados en España por Sexto Piso en 2011).
Kafka, admirador del arte japonés y la obra de Van Gogh, añoraba la pintura de
la que creía era un lenguaje prístino para la expresión: “Mis dibujos no son
imágenes, sino una escritura privada”.
Dónde comienza el
escritor y dónde el pintor es cosa de sicoanálisis porque El pensador, dibujado en una carta a Felice Bauer en 1913, por
ejemplo, parece una reescritura de la
escultura homónima de Rodin en clave moderna (y burocrática). Pero Rodin,
inicialmente nombró a esta obra como El
poeta, la que, por este efecto podría bien ser un estudio escultórico de El pensador de Kafka.
Otro poeta dibujante es
el amado Federico García Lorca. Se recordará que este granadino compartió con
artistas del surrealismo español como Dalí o Buñuel.
La obra
plástica de Lorca es grande y compleja. En 1969 se habían catalogado más de 150
dibujos y una exposición en Madrid, en 1986, expuso 350 piezas producidas entre
1923 y 1936. Con herramientas del cubismo e incluso el futurismo, Lorca dibujó
sobre temas populares, personajes, retratos (Dalí, Neruda), la ciudad, a él
mismo, el amor, la luna y la muerte o, como en su poesía, la luna como símbolo
de la muerte.
Pero aunque
llegó a realizar dos exposiciones públicas en vida (1925 y 1927), en realidad y
lo mismo que para Kafka, Lorca también decía de sus dibujos: “son en mí una
cosa privada”.
Lorca, quien
además fue músico y coreógrafo, también añoraba el lenguaje de la pintura: “soy
mucho mejor pintor que poeta; sólo que me ha dado por hacer versos”, dicen le
dijo alguna vez a Juan Marinello.
En Lorca la perspectiva
visual es vasta y conforma un conjunto autónomo en su producción. Ello a pesar
de la relación de su arte pictórico con su poesía, por ejemplo, su Viñeta, con la que ilustró la primera
edición de su Romancero gitano (1928)
y que puede ser el dibujo más conocido de Lorca, como también su Autorretrato de Nueva York, hermosa
pieza con la que ilustra la primera edición en español de su Poeta en Nueva York (1940).
Hay que añadir, los
dibujos que prefiero de Lorca o aquellos en los que escribe poesía dibujando, como su poema Aire para tu boca.
Y como textos como este
hay que mirar y no leer, cierro con la primera estrofa del soneto A Carmela, la peruana, en el que me
cuesta saber si Lorca está escribiendo o dibujando:
Una luz de jacinto me
ilumina la mano
al escribir tu nombre de
tinta y cabellera
y en la neutra ceniza de
mi verso quisiera
silbo de luz y arcilla de
caliente verano.
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