Bellatin “made in La Paz”, o la historia de una gesta editorial
La novela Flores de Mario Bellatin se editará en pocas semanas en La Paz, mediante un novedoso sistema de pre venta, con el que se garantizarán los fondos para la producción de un tiraje reducido pero de alta calidad estética.
Martín
Zelaya Sánchez
Todo
círculo debe cerrarse. El pasado sábado 5 de julio ocurrió un singular
encuentro que fue reflejado de esta manera en la edición de LetraSiete del
jueves 10 de ese mes:
“Mario
Bellatin toma una marraqueta paceña en Cochabamba, la pellizca con dos dedos de
su única mano, pone un trozo de jamón y una rebanada de queso encima y traga el
pedazo ayudado por un tibio café con leche”.
“El
autor peruano-mexicano se ve cansado en el tercer día del Encuentro de
Escritores Iberoamericanos, y no lo oculta. Por sus gestos y palabras, y por la
amena desfachatez que lo caracteriza se nota, claro, que prefiere una charla
informal de desayuno antes que una entrevista”.
“Mientras
le traen los huevos revueltos y la taza de café se multiplica por dos o tres,
la charla transcurre -junto al escritor Antonio Vera que tercia en la mesa-
entre viejos recuerdos de su viaje a La Paz en el ya lejano 2000, y otros
detalles…”.
Lo
cierto es que esos detalles, sin que el que esto escribe lo sepa, eran nada
menos que la reafirmación tácita de un trato logrado de manera casi instantánea
la noche anterior (me atrevo a decir que debió ser el más veloz acuerdo
editorial que se recuerde en el país, y nada menos con un escritor de los quilates de Bellatin):
entre vinos y canapés en los jardines del Palacio Portales, Antonio había
logrado que Mario -sí, nada menos que el famoso autor de Salón de belleza- aceptara publicar (reeditar) un libro suyo en una
edición exclusiva para Bolivia, en la novedosa Perra Gráfica Taller.
Es
así que en pocas semanas Flores, una
estupenda y premiada novela breve verá la luz en una edición artesanal,
exclusiva, de pocos ejemplares numerados y con un arte de cubierta e interiores
a cargo de la artista Paola Guardia.
“La
obra de este imprescindible autor latinoamericano -comenta Vera, cuya novela Tampoco es sudoku inauguró el sello de
Perra Gráfica- es inubicable en La Paz. No sé qué ocurre en Cochabamba y en
Santa Cruz, pero personalmente recorrí la última Feria del Libro y comprobé que
ninguna librería ofrecía un solo título de Bellatin. Alguna vez fue posible
comprar el volumen Obra reunida
publicado por Alfaguara, en la que se reúnen 13 novelas, pero esos ejemplares
hace rato que se agotaron”.
Y
es por esto que comprobamos que aparte de buen escritor (Tampoco es sudoku es muy recomendable), Antonio tiene un gran
olfato y tacto. “Por ello -continúa-
cuando estuvo en Cochabamba, le propusimos hacer la edición boliviana de uno de
sus libros. Acordamos hacerlo con Flores,
una impactante obra que en 2004 recibió uno de los premios más importantes de
la literatura mexicana, el Xavier Villaurrutia”.
El texto
Tras
el referido desayuno de la Llajta, en
una breve entrevista para este suplemento, Mario compartió algunas de sus
premisas a la hora de escribir: “lo que me importa es una palabra, una
escritura… no me importa la literatura, los contenidos, ni siquiera los
personajes. Me interesa tener una escritura que sea de una manera particular,
propia, esa ha sido siempre mi búsqueda y los libros han sido como pretextos,
como puntas de iceberg que me permiten ver en qué punto está el proceso de
afinación de esa escritura”.
Y
así es, nadie puede negar –le guste o no su estilo y su propuesta- que si algo
distingue los textos del autor de Underwood
portátil. Modelo 1915 es su originalidad e inimitable impronta: basta leer
atentamente uno de sus relatos o nouvelles
para después reconocer al primer o segundo párrafo cualquier texto suyo; y ojo,
esto lejos de hablar mal, dice mucho y bien. Veamos el inicio de la referida Flores:
“Recuerdo
cuando acudí donde un anciano y reputado médico homeópata. Me llevó mi padre,
yo era un niño. En ese tiempo ya usaba una mano ortopédica. El médico la asió
para tomarme el pulso. Yo estaba tan intimidado que no hice nada para sacarlo
de su error. El honorable médico atenazó con fuerza la muñeca de plástico. Pese
a todo, en ningún momento me dio por muerto. Al contrario, mientras iba
contando las supuestas pulsaciones le dictaba en voz alta a su ayudante la
receta que curaría todos mis males”.
(Del
diario del Premio Nobel de Física, 1960)
“Existe
una antigua técnica sumeria, que para muchos es el antecedente de las
naturalezas muertas, que permite la construcción de complicadas estructuras
narrativas basándose en la suma de determinados objetos que juntos conforman un
todo. Es de este modo como he tratado de conformar este relato, de alguna forma
como se encuentra estructurado el poema de Gilgamesh. La intención inicial es
que cada capítulo pueda leerse por separado, como si de la contemplación de una
flor se tratara”.
Los mismos caminos
Mario
lo hizo, Antonio lo hizo, y juntos lo volverán a hacer. ¿Por qué crees -le
preguntamos a Vera- que Bellatin, más allá de conocerte de un anterior
encuentro en Bolivia, haya aceptado sin reparo alguno editar su obra en una
emprendimiento, aunque muy interesante, aún incipiente y poco conocido?
“Creo
que sobre todo -contesta- porque le propusimos emprender un proyecto semejante
al de su primer libro, que rompa de alguna manera con las reglas de juego del
mercado editorial”.
Bellatin
es autor de más de 30 títulos que han sido publicados por las principales
editoriales en español y que en la mayoría de los casos han sido traducidos al
francés, inglés, alemán y portugués. No obstante, a diferencia de la mayoría de
escritores de su nivel y éxito, no se dio a conocer por haber ganado algún
prestigioso concurso, o por ser ahijado de algún narrador o editor famoso.
“En
1986 con su primera novela lista, Mujeres
de sal, decidió inventarse como escritor. Imprimió bonos de preventa,
vendió frenéticamente 800 ejemplares de un libro que aún no existía, escrito
por un autor que no existía, y así reunió el dinero para publicarlo en una
editorial que estaba en sus inicios”, cuenta Vera.
Después,
solo fue preciso esperar y la calidad del texto hizo el resto. Más de una casa
editora de prestigio de inmediato se interesó por su obra.
Admirador
desde siempre de Bellatin, Antonio Vera -narrador y profesor de literatura-
recordó la audaz idea del mexicano-peruano y a inicios de este año la reprodujo
junto a Perra Gráfica, a la hora de lanzar su primera novela.
Daniela
Rico, directora del Taller cuenta: “en los dos primeros libros que sacamos Tampoco es sudoku y Estéril, una antología de cómic de Marco Tóxico (ambos con un
tiraje de 350 ejemplares) la preventa permitió financiar el costo de impresión
y además remunerar a quienes participaron en todo el proceso creativo: el
autor, el ilustrador de la tapa, el diagramador, los impresores de la tapa...
Es decir que las ediciones de Perra Gráfica se asumen no como un negocio
editorial, sino como una asociación temporal entre el creador y los
productores, cuyo fin es generar lectores a la espera de que salga el libro”.
Tampoco es sudoku se lanzó en
abril, agotó su edición y prepara una segunda para el próximo año. Estéril que se presentó el 24 de
octubre, va por el mismo camino.
“Esta
misma metodología -agrega Rico- se seguirá con la edición boliviana de Flores. El autor, Perra Gráfica Taller y
Mano de Mono Ediciones (sello de Paola Guardia, encargada de la ilustración e
impresión de la tapa y de los interiores) se han asociado para producir la
novela”.
Todo
círculo debe cerrarse, decíamos. Y así será, pero antes del punto final,
Daniela tiene tres importantes anuncios:
“El
costo de preventa de Flores será de
100 bolivianos, y luego de su presentación, se venderá a 150”.
“La
edición constará de ejemplares numerados. La tapa y las ilustraciones
interiores serán impresas a mano, en serigrafía, con obras creadas
especialmente para el texto por Paola Guardia”.
“Se
pueden hacer pedidos o reservar ejemplares a través de Perra Gráfica Taller:
2489220, 795 34134, 61226028, la página de Facebook de Perra Gráfica o el mail peces.verdes@gmail.com”.
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Flores: la incesante construcción de un
espacio paralelo
Antonio Vera
En
julio de este año, Mario Bellatin (México, 1960) participó del Encuentro de
Escritores Iberoamericanos organizado por el Centro Simón Patiño de Cochabamba,
en el que estuvieron también Jorge Eduardo Benavides, José Ovejero, Juan Pablo
Piñero, Homero Carvalho y Claudia Peña.
La
noche que intervino Mario, en los recargados salones del palacio que nunca pudo
ser habitado, leyó un texto que reconstruye las circunstancias en las que
escribió Salón de belleza, una de sus
novelas más leídas.
Vivía
en Lima y era principios de los 90: la atiborrada capital peruana era un
amasijo de caos político y cadáveres desmembrados. Estudiaba teología y
filosofía, y compartía largas charlas, llenas de tensión sexual, con su amigo
el filósofo travesti Guisseppe Campuzano.
En
medio de una crisis emocional profunda y tras tomar algunas decisiones
radicales, Bellatin escribe un libro a partir de la pregunta respecto a la
convivencia entre la belleza y la muerte.
Si
algo quedó claro para quienes escucharon a Bellatin, en los barrocos salones de
Portales, es que la escritura en su caso no es un entretenimiento pasajero,
sino la huella o la forma misma de una profunda experiencia de búsqueda.
“Lo
que parezco buscar en un texto -dice Bellatin en Condición de las flores- es la posibilidad de transitar por un
espacio paralelo de la realidad, sometido a reglas propias”.
Así,
una de las historias –paralelas- que articula los fragmentos narrativos de Flores gira en torno a una pareja de
científicos alemanes cuyo prestigio y sentido profesional se basa en un
descubrimiento: las malformaciones congénitas provocadas por un fármaco
consumido por mujeres embarazadas para evitar las náuseas y la ansiedad propias
de los primeros meses de gestación.
Olaf
Zumwelde es el hombre que, años después de estremecer al mundo científico con
su investigación, se dedica, junto a su asistenta Henrriette Wolf, a certificar
a las víctimas para determinar si deben ser indemnizadas por los laboratorios
Grünewald, creadores y comercializadores del medicamento.
La
antesala del consultorio del doctor Zumwelde está atestada de hombres y mujeres
a los que les falta uno o varios miembros y que exhiben sus malformaciones ante
los doctores buscando clasificar dentro del grupo de víctimas remunerables. Sin
embargo, el proceso se ha pervertido. No sólo ha surgido una estrecha amistad
entre Zumwelde y el creador de la droga, sino que el consultorio, gracias a la
fría sagacidad de la doctora Wolf, se ha convertido en un filtro para lograr
que los sujetos a recibir una indemnización sean cada vez menos.
Así,
el relato sugiere que existe un oscuro contubernio respecto a cómo el campo
científico pretende reparar sus errores o, si se quiere, encubrir sus crímenes.
Una voz narrativa desapasionada se hace la pregunta: “¿Habrá mecanismos creados
especialmente para olvidar esos errores, para hacer posible que toda la
comunidad científica retroceda, de pronto, frente a sus convicciones?”.
Lo
que ocurre luego en Flores es el
despliegue de una serie de fragmentos narrativos que, como lo anuncia el
epígrafe, pueden contemplarse de forma independiente y, al mismo tiempo,
parecen sugerir una secreta unidad. De hecho, la tensión narrativa del relato
no radica la sucesión causal de historias, la sorpresa o el suspenso que
provocan, sino en el desconcertante enigma respecto a su unidad. La imagen de
la contemplación de una flor es por ello central: cada pétalo, cada color, cada
pequeña estructura conformando misteriosa y naturalmente, una incontestable
unidad.
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