domingo, 20 de marzo de 2016

Sombras nada más

Aute entre dos hemisferios



Una reivindicación de los poetas no siempre considerados como tal. ¿Cómo no van a serlo los grandes cantautores?


Gabriel Chávez Casazola 

A veces, cuando cae en mis manos uno de esos libros de poesía inextricables, que parecen haber sido escritos, con toda deliberación, para no ser entendidos o, más aún, para no significar siquiera -arrogancia del signo vacío, desprovisto de sentido y de lector posible salvo algún iniciado, o mera pirotecnia verbal del artificio- entonces me acuerdo con agradecimiento de algunos poetas coloquiales que (re) aproximaron la poesía a la gente común y corriente en la segunda mitad del siglo pasado -como Benedetti o Sabines o Ángel González, despreciados por muchos de sus pares “cultos” y académicos-, y recuerdo también a ciertos compositores que guarecieron a la poesía bajo el alero de la música, preservando su antigua magia para el goce (o el desgarramiento) de,los hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Entre esos compositores ocupa un lugar especial el filipino-español y casi ecuatoriano Luis Eduardo Aute, además (o primero, cronológicamente hablando) pintor, también hombre del cine y poeta de “poemigas” y “animalhadas”, pero sobre todo aquella voz ronca y envolvente que a muchos nos ha acompañado desde hace más de cuatro décadas -en mi caso desde los tempranos 90 en Cochabamba-, para recordarnos que es preciso y, es más, resulta urgente reivindicar “el espejismo / de intentar ser uno mismo, / ese viaje hacia la nada / que consiste en la certeza / de encontrar en tu mirada / la belleza”.
Acabo de anotar que Aute es “casi ecuatoriano” y lo hice no solo porque su esposa haya nacido en Guayaquil y sus hijos tengan sangre de la tierra del Cotopaxi, sino sobre todo porque él mismo acaba de pedirlo.
“Háganme ecuatoriano”, ha dicho anoche, lunes 14 de marzo, en el conmovedor homenaje que acaba de recibir en Quito, en el Teatro Prometeo, en la inauguración del Festival Internacional de Poesía “Paralelo Cero”, que le ha distinguido con su máxima presea: la estatuilla “Poeta de los dos hemisferios”, publicándole además una antología de poemas y canciones preparada y prologada por el poeta Xavier Oquendo.
En realidad, de la mano de Oquendo y del encuentro que dirige hace ya ocho años, ha recibido el homenaje de decenas de poetas  de Ecuador y de otros 15 países del mundo que hemos querido reconocer su obra, no únicamente por su valor en sí misma; también como contribución a la defensa de la poesía con el precioso manto de la canción.

Como retribución de este gesto de cariño, nos ha bien pagado con algunas de sus composiciones cantadas guitarra en mano y a la vieja usanza. Haberlo escuchado cantar de esa manera y en ese entorno no tiene precio. Es una de esas pequeñas grandes recompensas de la poesía. Y ahora esta columna “autista” y apurada aquí se acaba, pues debemos darnos prisa: es que ya son las cuatro y diez.

1 comentario:

  1. Estoy de acuerdo contigo cuando dices: A veces, cuando cae en mis manos uno de esos libros de poesía inextricables, que parecen haber sido escritos, con toda deliberación, para no ser entendidos o, más aún, para no significar siquiera -arrogancia del signo vacío, desprovisto de sentido y de lector posible salvo algún iniciado, o mera pirotecnia verbal del artificio- entonces me acuerdo con agradecimiento de algunos poetas coloquiales que (re) aproximaron la poesía a la gente común y corriente en la segunda mitad del siglo pasado -como Benedetti o Sabines o Ángel González, despreciados por muchos de sus pares “cultos” y académicos...Súper importante esto!

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