domingo, 20 de marzo de 2016

Artículo

Las novias de Kafka

Se han publicado las cartas del escritor Checo a Milena y a Felice pero tuvo más de 12 novias o relaciones, a cinco de las cuales pidió en matrimonio.


Ricard Bellveser

Se acaban de reeditar las cartas que el escritor checo Franz Kafka (1883-1924) envió a su novia Milena Jesenská-Polák[1].
¿Por qué esta reedición, para qué, cual es su propósito? Se trata de una edición muy mejorable: no está ajustado el texto, ni es comparada, ni es erudita o filológica, sino que se ciñe a la transcripción, en muy bella traducción de Gauger al español, de las cartas que le envió entre 1920 y 1922.
Alianza ya las había publicado en 1998 y en 2010, a partir de la edición de 1952, en traducción de Juan Rodolfo Wilcock e hizo otras reediciones. Además, en internet se pueden descargar en abierto, incluida la edición íntegra que hizo Ignacio Darnande en 2006 para El perro y la rama, de Caracas.
Ahora bien, esta noticia sí nos sirve para refrescar la intensa vida amorosa de Kafka, un personaje tímido, un escritor genial, un fracaso como hombre y un personaje que buscaba en las mujeres y compañeras lo que probablemente no le podían dar. Cinco veces se comprometió en vano, probablemente porque él mismo se consideraba mentalmente incapaz para el matrimonio. La prueba es que a partir del momento en que decido casarme, no consigo dormir, mi cabeza arde noche y día, no me siento vivo y me tambaleo desesperado”, le confesó a Max Brod.
La vida amorosa del autor de La metamorfosis comienza en 1900 cuando tenía 17 años y pasaba muchos ratos en el bosque con la hija del administrador de Roztok, Selma Kohn. Ella, en carta a Max Brod, escribió “Nos enamoramos… Yo era bonita y él muy inteligente, y ambos tan divinamente jóvenes…”.
Su primera experiencia sexual fue en 1903, con una vendedora que trabajaba frente a su casa. Años después recordaría con detalle, “era verano y hacía un calor verdaderamente inaguantable”, se citaron y tras un raro y muy extraño periplo callejero con otro hombre de por medio “nos fuimos a un hotel del Kleinseite (en la margen oeste del río). Antes del hotel todo fue encantador, emocionante y ruin; en el hotel no cambiaron las cosas”. No la volvió a ver. ¿Por qué? Su hostilidad hacia ella quizá se debió al hecho “de que en el hotel ella hiciera algo ligeramente asqueroso (no vale la pena mencionarlo) y dijera algo ligeramente sucio (mejor no contarlo), pero el recuerdo persistió”.
En 1905 en el sanatorio de Zuckmantel tuvo una relación “sumamente satisfactoria” con una mujer mayor que él. “A decir verdad -confesaría años después a Felice Bauer- todavía no he intimado realmente con una mujer, exceptuando dos ocasiones: aquella vez en Zuckmantel (pero ella era una mujer y yo un niño), y aquella otra…”.
De vacaciones en Triesch, en agosto de 1907conoció a Hedgwig Weiler, una rubia muchacha judía de 19 años que estudiaba idiomas en la Universidad de Viena, “es de baja estatura, con mejillas invariablemente sonrojadas. Es muy corta de vista (…) esta noche he soñado con sus piernas cortas y rollizas, y por estos caminos tortuosos reconozco la belleza de una chica y me enamoro de ella”. A finales de septiembre ya le había escrito 11 cartas.
En 1911 se enamoró de la actriz Maria Tschissik. Pertenecía a una compañía judía de teatro muy modesta que iba de pueblo en pueblo. Ella, tenía una boca muscular, mejillas singularmente tersas y estaba casada. De vez en cuando Franz le enviaba flores “para aplacar mi amor un poco, aunque no sirvió de nada”. Él disimulaba para que no se notara su enamoramiento y por ello evitaba mirarla, aunque no siempre lo conseguía.
En julio del año siguiente se enamoró de la hija del conservador de la casa de Goethe en Leipzig. Era una chica hermosa y muy viva. Se citaron varias veces, de un modo irregular, “ella no me quiere, pero me tiene alguna estima”. Le hacía regalos aunque en las citas “la conversación se interrumpía y renacía. Unas veces andando especialmente aprisa, y otras particularmente despacio. Un esfuerzo por eludir a toda costa la evidencia de que no tenemos ni la más mínima cosa en común, ¿qué nos mantiene juntos a los largo de todo el parque? Mi obstinación solamente”.
Agosto de 1912 es una fecha clave porque conoció a Felice Bauer, el gran amor de su vida y cuya correspondencia Cartas a Felice es tan conocida. Una chica “huesuda, cara vacía que exhibía abiertamente su vacuidad, garganta desnuda. Blusa suelta de cualquier manera. Su ropa le prestaba un aire de domesticidad… Nariz casi rota, pelo rubio, más bien tieso, nada atractivo, barbilla fuerte”. Le escribió más de 500 cartas.
El año siguiente conoció a una suiza en el sanatorio del Dr. Von Hartungen de Riva, una menuda muchacha suiza, de aspecto italiano y unos 18 años a la que en principio no hizo caso pero con los días terminaron intimando, intimidad que apenas duró unos diez días porque ambos pensaron que no tenía futuro.
Su lugar lo ocupó Grete Block, una antigua amiga suya. Era una esbelta y vivaracha taquimecanógrafa de 21 años, algo llamativa y que mantenía una estrecha relación con Felice Bauer a cuyas espaldas Franz y Grete iniciaron un idilio en la misma fiesta de Berlín en la que anunció su matrimonio con Felice, que acabó con la concepción de un hijo que nació en verano de 1915. Quizá Franz no llegó a saberlo.
En 1919 conoció a Julie Wohryzek Tenía 27 años y era hija de un zapatero y oficial de la sinagoga de Praga. “Ni judía ni gentil, ni alemana ni no alemana, loca por las películas, poetas y comedias, con polvos faciales y velo, con una inagotable e irreprimible previsión de jerga picante, por lo general bastante ignorante, más alegre que deprimida: así es ella, aproximadamente”.
Ella le dejó explícito que no deseaba casarse ni deseaba tener hijos, aún así con el tiempo Kafka alentó las perspectivas de felicidad conyugal entre ambos y le propuso matrimonio. Se fueron a vivir juntos, publicaron las proclamas, pero dos días antes se echaron atrás.
Clave en su vida fue también Milena Josenká Polak. Su traductora al checo. Una mujer excepcional cuya biografía interesa tanto como la del propio Kafka. Tuvieron una relación intensa y tortuosa, porque ella estaba casada con un bestia y vivía en Viena. Es la receptora, junto a Felice, de la correspondencia, más extensa y meticulosa.
En Schelesen conoció a una muchacha de 19 años llamada Minze Eisner, convaleciente de una larga enfermedad. Mantuvo con ella una relación que se alargó por medio de una interesante correspondencia. En una de las carta ella le envió una foto y le pidió una de él a lo que contestó “si en tu recuerdo mis ojos son realmente claros, jóvenes y serenos, déjales que sigan siéndolo ahí, porque están mejor atendidos que conmigo”.
En 1923 conoció a Dora Dymant, de poco más de 20 años, que fue el último amor de su vida. Era una atractiva muchacha morena con la que se fue a vivir a Berlin-Steglitz y fue quien le acompañó en sus últimos momentos de vida.
¿Para cuándo la edición de la correspondencia con Hedgwig, Felice, Grete, Milena y Minze?



[1] 1Franz Kafka. Cartas a Milena. traducción de Carmen Gauger. Alianza Editorial, Madrid, 2015. Las Cartas a Felice las editó Nórdica en 2013 y las Cartas a los padres, La tempestad en 1992

1 comentario:

  1. Estupendo artículo.
    Desgraciadamente no vio cumplió el proverbio sobre que los infortunios del amor llevan aparejado el éxito.
    Afortunadamente pervive su obra y brilla el recuerdo de tan particular ser humano.
    Saludos.

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