Noche de estreno: Oscar 2016
Un repaso a los premiados en las principales categorías en los recientes premios de la Academia de Hollywood.
Berny
Prieto
Umberto
Eco -entre otras cosas un experto medievalista y bondólogo (es decir un
fanático de James Bond)- escribió, hace ya 52 años, una de las reflexiones más
importantes sobre la cultura de masas: Apocalípticos
e integrados.
Se
podría decir que -según Eco- los apocalípticos ven a la cultura de masas como
anticultura; ven en ella nuestra decadencia y la pérdida de nuestra autenticidad;
son la elite cultural.
Los
integrados, en cambio, son aquellos ingenuos que reciben con alegría y
esperanza (y casi sin ningún sentido crítico) esta cultura de masas. Eco
procuró a través de este libro una resolución efectiva y amigable entre estas
dos visiones.
No
obstante, para disfrutar plenamente de Hollywood es necesario ser -en acto o en
potencia- un integrado. La nouvelle vague
-Godard, Truffaut, Rivette, Chabrol, etc.- encontró y supo mirar con intrigada
y meticulosa pasión el arte secreto de John Ford, Hitchcock, Samuel Fuller,
Howard Hawks, Orson Welles y muchos otros. Estos grandes directores de
Hollywood fueron los creadores de una poderosa e intrigante mitología -que
inspiro, claro, la irreverencia intelectual y la vanguardia del cine de la nouvelle vague.
Así,
nuestra cultura -Justin Bieber, las telenovelas coreanas, o los premios Oscar- es
principalmente una cultura de masas, y solo un intelectual apocalíptico -elitista,
y de cierto modo vulgar y corriente- desdeñará a Hollywood y sus películas. Por
supuesto que existe basura, y mucha, y por esto mismo es necesaria una visión
crítica de la cultura de masas como insiste Eco. Mas, es válida también, una
visión que sepa disfrutar tanto la tranquila mirada de Ozu o Bresson, como
también, la furia shakesperiana de Mad
Max: Fury of the Road.
Creo
que lo más interesante de la ceremonia de los Oscar de este año fue el monólogo
inicial de Chris Brown y la actuación de Lady Gaga –que, claro, debió llevarse
el premio a mejor canción original en vez del falsete orquestado de Sam Smith: Wrinting on the Wall, la canción de Spectre es, tal vez, una de las peores
canciones Bond.
Pero
lo interesante para nosotros -además de la foto de La Paz en Spotlight- es que este año ha sido
posible ver en cartelera todas las que fueron nominadas a mejor película del
año.
The Revenant o “la pasión de Leonardo Di Caprio” no se
llevó el premio mayor. Iñarritu recibió su segundo Oscar consecutivo como mejor
director, y el arte de Lubezki recibió su tercera estatuilla consecutiva como
mejor cinematografía.
The Revenant es
una película tendenciosa y larga, y la agonía de Di Caprio es solo un divertimento
menor -Leonardo mereció el Oscar mejor
actor por su cómica y brillante actuación en The Wolf of Wall Street. Y si bien
la cinematografía es hermosa, la visión de Iñarritu -a diferencia de la
cósmica, terrible y audaz visión de Malick- hace de las imágenes de Lubezki,
algo irritantemente solemne y torpe.
La
violencia y la venganza de la película no producen una hilaridad histérica como
en Tarantino, ni la ansiedad moral de las películas de Scorsese. The Revenant es una hermosísima postal
llena de eventos desafortunados.
La
mejor dirección, creo, era para George Miller y Mad Max: Fury of the Road y no para Iñarritu. Esta película ganó
casi todas las categorías, digamos, técnicas. Y sin embargo, la épica de Miller
es más intrépida y polifacética que todas las películas nominadas. No solo por
la fría reflexión sobre la sociedad y la violencia, sino por la vibrante
experiencia cinemática: el movimiento, la acción y la sensualidad.
Spotlight,
ganadora de mejor película y mejor guion original es ante todo una buena
película por todo lo que no muestra y solo sugiere. La pedofilia, el horror y
encubrimiento sistemático, no son cuestiones pasadas, las heridas y los deseos
siguen vivos en tiempo presente. Aquí el periodismo se muestra como una clase
de sacerdocio. Algo sacrificado, ritual y tedioso. El estilo de Tom McCarthy en
Spotlight es sencillo; muestra un
Boston incoloro y gris, y a periodistas tan glamurosos como arqueólogos. La
verdad no necesita de adornos.
El
mejor guion original debió ser para los hermanos Coen que escribieron Bridge of Spies dirigida por Spielberg,
por la que -gracias a una encantadora y cómica frase-Would it help? (¿ayudaría?)- Mark Rylance ganó el Oscar como mejor
actor de reparto.
El
premio a mejor guion adaptado se lo llevó The
Big Short, un encantador collage de una desgracia planificada, con Ryan
Gosling hablándote de frente, y Selena Gómez explicándote finanzas; aunque lo
merecía más Phyllis Nagy por Carol, una
adaptación de la novela de Patricia Highsmith, El precio de la sal.
Carol,
dirigida por Todd Haynes, es una película sobre el amor de dos lesbianas en los
años 50 en New York. La hermosísima Cate Blanchett mereció el Oscar a mejor
actriz por su interpretación de Therese, un rostro frio y sosegado, un porte
elegante que recuerda a la sensual Katherine Hephburn.
La
película granulosa y texturizada, como el cine de los 50, es un homenaje a
Hollywood, pero sobre todo un drama valiente y político. El amor como
revelación y tristeza.
Brie
Larson, ganó en la categoría de mejor actriz por The Room, un pequeño drama que
trata sobre el secuestro y la realidad. La película, en sus mejores momentos,
recuerda la inocencia y la redención a través de la imaginación y el juego de La vida es Bella.
En
cuanto a mejor actor, Michael Fassbender, debía haber ganado el Oscar; repetir
el premio con Eddie Redmayne hubiera sido -aunque acertado- demasiado
repetitivo para la ceremonia en general. ¿No existen más talentos en Hollywood?
¿Por qué no nominar a Michael B. Jordan (por Creed) o Samuel L. Jackson?
Alicia
Vikander ganó el Oscar a mejor actriz de reparto por The Danish Girl, una película que le hubiera gustado a Christopher Isherwood
y que es, más o menos, una recreación dulce y sombría de Doctor Jekyll y Mister Hyde.
Ya
para acabar dejo The Martian y Brooklyn, ambas entretenidas pero sosas.
Algo así como para rellenar las nominaciones y el teatro. Las películas de
habla no inglesa, cada una con su peculiar arte y sofisticación, merecen otro
espacio. Ah… y si les gusta Amy Winehouse, busquen el documental ganador.
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