jueves, 18 de septiembre de 2014

La palabra teleférica

¿Gringos o extraterrestres?

Una triste y siniestra crónica de la actualidad con el estilo y humor inconfundibles del escritor paceño.



Juan Pablo Piñeiro

Cuando desapareció el avión malayo a principios de este año surgieron muchas hipótesis que intentaron encontrar una explicación al desafortunado siniestro. Mi madre afirmaba que había leído ciertas informaciones que daban cuenta de que existía una alta probabilidad de que los extraterrestres fueron los responsables de dicha desaparición. Yo, casi automáticamente, le respondí que más parecía obra de los gringos. Los gringos me dan menos miedo que los extraterrestres, me dijo.
La respuesta me dejó totalmente confundido. Al principio pensé que se trataba de una opinión estrictamente personal, pero después, preguntando por ahí, me di cuenta de que mucha gente pensaba como mi madre. ¿Pero por qué? le pregunté un poco angustiado. Es que no se sabe cómo son, y por lo mismo no sabemos lo que nos pueden hacer, me respondió categóricamente. Me quedé pensando.
Pienso que este dilema hay que tomarlo con pinzas y debemos meditar con calma todo lo que implica. En primer lugar cuando digo gringos, no me refiero ni a los ciudadanos de Estados Unidos ni a los turistas que andan con sus chuspas andinas por la ciudad. Cuando digo gringos me refiero a los seres siniestros  de alma cochambrosa que manejan los hilos del mundo, refugiados en el anonimato que les confieren las multinacionales. Nadie sabe quiénes son, y por lo tanto, no sabemos cómo son.
Está claro que su desmedido poder está amparado por los mercados de armas, de medicinas, de drogas, de energía y de alimentos. Mercados cuyo monopolio es ostentado por ellos mismos. No importa quién ocupe la silla presidencial del monstruo del norte, porque siempre actuará de la misma manera, defendiendo intereses bajo la bandera de la ideología.
Si algún día, por alguna retorcida necesidad, eligen a Mickey Mouse como presidente, el ratón estaría igual de dibujado que el actual mandatario o que todos los anteriores. Aquí lo que importa es la plata y nada da más plata que el narcotráfico, la guerra y el terrorismo.
Por otro lado cuando digo extraterrestres me refiero a todos los seres que no viven en el planeta Tierra, sin discriminar la galaxia o el planeta de donde provienen. Revisando la historia de la humanidad, en general no existen quejas muy importantes sobre el comportamiento de nuestros compañeros de universo. Muchas culturas narran agradables encuentros y diversos intercambios de información a lo largo de los años.
El siglo XX fue quizás el siglo en el que más extraterrestres fueron denunciados por malos tratos, sobre todo en las llamadas abducciones. Se imprimió con fuerza, a lo largo y ancho del mundo, la idea de que los seres de otros planetas nos visitaban en platillos voladores y hacían gala de un cerebro voluminoso. Comenzó a cundir el temor de que muchos ciudadanos en especial norteamericanos eran secuestrados para ser sometidos a intervenciones quirúrgicas con fines experimentales. Una vez abducidos los ciudadanos eran devueltos a su vida cotidiana, advirtiendo a los demás sobre este peligro.
Si comparamos el proceder de los extraterrestres con el de los gringos, a primera vista resalta el hecho de que los extraterrestres cuando secuestran ilegalmente a algún ciudadano, después lo devuelven sano y salvo. Cuando los gringos secuestran a alguien, no vuelve, y si vuelve no está sano ni salvo. Por otro lado, es sospechoso que después de siglos de buena convivencia con los seres de otros mundos, casualmente se hayan empezado a tener denuncias sobre su proceder en la misma época en que los gringos habían tomado las riendas del mundo. Quién sabe si los platillos voladores en verdad están fabricados en algún lugar de Nebraska y piloteados por algún agente de la CIA maquillado y disfrazado. Yo creo que nadie se sorprendería.
En pocas palabras, creo que existen muchos argumentos para demostrar que más miedo dan los gringos que los extraterrestres. Quizás el principal es que con nuestros compañeros de universo seguramente sabríamos de entrada a qué atenernos en caso de que nos visiten inamistosamente, en cambio con los gringos no sabemos a qué atenernos y podemos esperar cualquier cosa.
Si un día vienen las naves espaciales a invadir nuestra atmósfera, al mero estilo de Hollywood, por lo menos conoceremos de entrada sus intenciones. Seguramente pelearemos, pero sabremos contra quien. En cambio con los gringos no sabemos nada. Simplemente sospechamos que  son especialistas en formar grupos armados alrededor del mundo, que son sus agentes los que radicalizan la ideología, y finalmente que su ejército es el que invade las tierras que albergan a los terroristas. Un negocio redondo. Para ellos la muerte de miles de ciudadanos en las torres gemelas es un costo asumible a comparación de los billones de dólares que ganaron gracias a ese “acto terrorista”.
Los gringos dan miedo porque controlan y manejan la información, y son capaces de todo. Como un cruel ejemplo, casualmente mientras escribo esto, estoy viendo a Carlos Sánchez Berzaín en CNN. Ha sido presentado como un analista político y especialmente como un exiliado político, para comentar la dictadura en la que está sumido supuestamente nuestro país. El presentador parece haber olvidado la sangre que tiene este cochambroso señor entre las manos.
A mí en Sorata, me contaron de primera mano cómo el exministro empuño una ametralladora y disparó contra el pueblo desarmado desde un helicóptero en septiembre de 2003. Pero allá, los gringos lo consideran un perseguido político. No me sorprende. Por eso les tengo miedo. Porque todavía no alcanza mi imaginación para calibrar el alcance que tienen los planes secretos de los gringos en caso de que se desate una catástrofe en el mundo.
Naturalmente que si les falta agua, por ejemplo, vendrán a matarnos sin pretextos para llevarse el agua. A ellos no les importa nada. Por eso no me sorprende que los extraterrestres no aparezcan en grande todavía. Deben estar temblando de terror en algún confín del universo. Yo los entiendo.


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