Transparentes, depresivos e impotentes
Detalle y reflexión de los polémicos postulados del surcoreano Byung-Chul Han, un best seller en Europa.
Carlos
Decker-Molina
La
crisis económica y financiera tiene sus propias novelas, entre ellas hay unas
dos o tres que, por lo menos a mí, me satisficieron por su calidad. La mano invisible y El país del miedo de Isaac Rosa y En la orilla de Rafael Chirbes, finalista de la bienal Vargas Llosa.
Ambos
autores novelan la crisis, ya sea desde el enfoque de Rosa sobre el nuevo
concepto laboral de que se trabaja pero no se sabe por qué y para quien, hasta
la historia del lobo solitario de Chirbes que hipoteca su carpintería por una
historia de sueños rotos y vidas podridas en el pantano de la especulación.
No
me consta que Chirbes o Rosa hayan leído los tres ensayos de Byung-Chul Han, de
los que quiero ocuparme, como fuente de inspiración.
Byung-Chul
Han, un filósofo surcoreano que radica en Alemania, formula una crítica feroz
al neoliberalismo desde la filosofía. Son tres ensayos claros y brillantes,
algunos de sus puntos de vista pueden ser discutibles, pero ofrecen un nuevo
material de análisis.
Personalmente
comencé por el texto que aborda la súper transparencia de la sociedad actual, luego
seguí con la Sociedad del cansancio
y, finalmente, con la Agonía del Eros,
este último quizá el más discutible.
Gente de vidrio
Hay
una diferencia entre demanda y transparencia, la primera sirve para descubrir a
los políticos y desenmascararlos, en tanto que la transparencia implica un
espectador escandalizado que comienza a descreer de la política, no se trata
del ciudadano comprometido que demanda el cumplimiento de principios políticos
y mejor aún ideológicos.
La
transparencia deja de ser herramienta para ser un modo de vida. “La pérdida de
la esfera pública genera un vacío que acaba siendo ocupado por la intimidad y
los aspectos de la vida privada”, que no hacen a la política.
De
acuerdo al coreano la sociedad de la transparencia está poblada de espectadores
y consumidores sin color político ni ideológico, sin esa “no participación”, la
democracia del espectador, no funcionaría.
Byung-Chul
Han dice que la confianza es posible solo en el paréntesis entre conocimiento y
no conocimiento. Es decir, tener confianza implica no saber o no conocer una
parte, solo así se puede construir una relación de confianza con el otro (muy
aplicada en la diplomacia, por eso la vigencia del espionaje). Vuelvo al
filósofo: “La confianza hace que la acción sea posible a pesar de no saber. Si
hay una transparencia total, la confianza está demás.
La
sociedad actual inflada de transparencia ha eliminado el “no saber” y de paso
elimina la confianza y ha reducido la verdad a su mínima expresión porque lo
que importa es la “apariencia” que produce el espejismo de ser “la verdad”.
Ayer
la contradicción era entre “ser o no
ser”, el capitalismo nos propuso “el tener o no tener”, la democracia del
espectáculo plantea: “si no te exhibes no existes”. Según Byung-Chul Han “ser
ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o lo que tienes”.
El cansancio
En
su ensayo La sociedad del cansancio
(inesperado best seller en Alemania donde se publicó la primera edición)
analiza la interacción entre el discurso social y el discurso biológico a
partir de la permeabilización de ambos relatos, para denunciar un cambio de
paradigma que, según explica, está pasando inadvertido.
Byung-Chul
Han denuncia que “el esclavo de hoy es el que ha optado por el sometimiento”,
es una forma peculiar de transpolar la idea hegeliana de la dialéctica entre el
amo y el esclavo. Para el coreano la voluntariedad por el sometimiento es por
“la mera vida, frente a la vida buena” y a cambio de esa nada cede soberanía y
libertad.
Para
el marxismo la alienación es la síntesis del choque contradictorio entre el
explotador y el explotado. Solo la coerción lleva a alienación en una relación
de trabajo. En el neoliberalismo desaparece la coerción externa, no hay
explotación ajena, porque se cambia el significado de trabajo por “realización
personal u optimización personal”.
El
sujeto se ve en libertad de elegir desde su horario de trabajo, hasta la
residencia laboral a condición de su rendimiento, ello produce el sueño de ser
libre, por eso no llega a la alienación sino al embotamiento. “Uno se explota a
sí mismo hasta el colapso”, por eso las enfermedades de la sociedad actual no
son virales sino neuronales. Es decir las virales se expresaban por la
presencia del “otro” (virus) y en la sociedad ese encuentro con el otro
producía una síntesis dialéctica que significaba al avance, la creación de un
relato histórico.
La
sociedad globalizada, carece de relato histórico debido a que su enfermedad es
neuronal, el sujeto del cambio está agotado, deprimido y en el mejor de los
casos hiperactivo, es un “animal laborans” lanzado al único horizonte: el
fracaso.
Impotencia
Byung-Chul
Han va más allá y señala que el cansancio y la transparencia han eliminado el
Eros, su tercer ensayo. En una sociedad depresiva y cansada con sujetos
aislados, “aunque libres”, no excitan la fantasía.
El
filósofo señala que vivimos en una “sociedad horrible”. La depresión, el
cansancio y la falta del Eros se pueden superar retornando al Yo íntimo. En la
sombra se es más reflexivo y con la
distancia surge lo decoroso, tal vez más eficaz que la revolución, por lo menos
en esta etapa de “éxitos”.
El
sujeto en su aislamiento no “engendra al otro”. Si Eros es el que se dirige a
ese “otro” en la sociedad cansada y transparente ese “otro” se convierte en mercancía. El neoliberalismo elimina la
alteridad para someter todo al consumo, a la exposición como mercancía y el
Eros es remplazado por la pornografía o por los parámetros que “miden” para
encontrar la pareja “ideal” sin haberla visto ni una sola vez.
Con
toda seguridad no hay políticas del amor, pero las acciones políticas comunican
con el Eros, pues suponen el deseo mancomunado de otra forma de vida y apuesta
a la fidelidad de lo venidero. En la sociedad enferma de cansancio lo más
probable es que el encuentro entre dos sea el resultado de una ecuación y no de
la sublimidad de la diferencia.
Según
el filósofo todo depende del grado de exposición en el mercado. La exposición
en exceso convierte al hombre en mercancía. El que no se expone no existe y no
tiene derecho al amor. Es un ser de vidrio, cansado, impotente, etc.
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