Alejarse hasta volver
Sobre Alberto de Villegas, estudios y antología, libro que será presentado esta noche en La Paz.
Antonio
Vera
1934.
Guerra del Chaco. Un hombre de 37 años muere aquejado por disentería. Otra amarga
ironía de ese sangriento conflicto: alguien va a la guerra con la candorosa
ilusión del honor y el heroísmo, pero muy lejos de esos ideales, sin disparar
un tiro, muere atacado por la fiebre y la diarrea. No lo mata una bala sino una
bacteria.
El
hombre se llama Alberto de Villegas y la historia cuenta que se alistó
voluntariamente, ansioso por llegar al frente. “Cuándo será el día feliz que
pueda combatir”, cuenta su amiga Ana Rosa Tornero que le dijo Villegas cuando
visitaron juntos la línea de fuego. Como todo lo que ocurrió en esa guerra, esa
frase y esa historia trunca parecen un delirante presagio, un síntoma
exacerbado.
Antes
de elegir con entusiasmo su destino trágico, Alberto de Villegas realiza un
recorrido que, si no fuera por su final, tendría la apariencia del laxo viaje
de placer de un culto intelectual de élite.
Temprano
lector de Baudelaire y Verlaine, del modernismo español y el latinoamericano,
colaborador desde sus 17 años en las páginas literarias de los periódicos
paceños, estudiante de derecho, precoz funcionario de Estado, diplomático, viajero
privilegiado por la Europa de las vanguardias, la experiencia de Villegas no
parece acercarse ni por asomo a la de otros intelectuales latinoamericanos que,
por esa época, están, por ejemplo, escribiendo Trilce, fundando el ultraísmo o gestando
el creacionismo.
De
Villegas, en ese sentido, parece asentarse en un gesto anacrónico: escribe y
lee desde el adornado pedestal modernista, aun cuando éste está punto de ser enviado
al desván por la irrupción de las vanguardias. Pero iluminada por la fría luz
de su desenlace, la historia de De Villegas y el trazo escritural que deja a su
paso pueden entenderse como la búsqueda de una voz propia, con la inevitable
carga de angustia y de imposibilidad que implica hacerlo desde Bolivia a
principios del siglo XX.
El
libro Alberto de Villegas, estudios y antología nos permite participar de ese
recorrido y abrir, como quien abre una herida, las mismas interrogantes. El
libro, primero de una prometedora colección titulada Prosa Boliviana, tiene la
impronta de un hallazgo pues muchos de los textos y fotografías publicados en
esta edición (esfuerzo conjunto de la Carrera de Literatura, el Instituto de
Estudios Bolivianos y Plural) fueron hallados en una caja que estuvo custodiada
por el Archivo de La Paz.
Ordenados
en secciones, la antología nos permite seguir el rastro a las distintas estaciones
que visita la escritura de De Villegas: la fascinación por el pasado colonial -cristalizada
en el magnetismo ficcional de Potosí- la forzada devoción por la historia y la
cultura europea (o por sus catálogos), el agudo seguimiento de la actualidad
política y cultural, y el entusiasmo idealizado por el glorioso pasado indígena
a partir de reseñas, semblanzas y otros textos periodísticos.
El
volumen ofrece también la reedición de Memorias del Mala Bar, una crónica
fragmentaria de un decadente bar privado que De Villegas instaló en pleno Prado
paceño, y que se convirtió en una suerte de núcleo pecaminoso de encuentro y
tertulia, al son de tangos y al calor de exóticos cock-tails.
Potosí,
la cultura occidental, la bohemia decadente, Tiwanaku son las marcas de una
ruta cuya continuidad ha quedado en el enigma. Cuando De Villegas muere estaba
escribiendo una novela que dejó inconclusa (y que se publica también en el
volumen).
En
su famoso ensayo sobre la literatura peruana, José Carlos Mariátegui dice: “Por
los caminos universales, ecuménicos que tanto se nos reprochan, nos vamos
acercando cada vez más a nosotros mismos”. Ese parece haber sido el destino
creador de De Villegas: alejarse hasta volver.
Uno
de sus últimos textos publicados es un obituario de Ricardo Jaimes Freyre en el
que enfáticamente se lamenta por la imagen final del poeta potosino: muerto
solo en una miserable habitación de Buenos Aires. Sin saberlo, De Villegas
estaba lamentando su propio final. Estaba poniendo el dedo sobre una herida que
todavía sangra.
Además
de la antología, el libro contiene ensayos que practican una lectura de la obra
de este genial autor de vida fugaz, escritos por Pedro Brusiloff, Ana Rebeca
Prada, Omar Rocha y Fredy Vargas.
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