Una antología reúne lo mejor de
la literatura boliviana para
niños
Los entretelones, detalles y objetivos en torno a la edición de la Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia, uno de los primeros libros de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, que se presentará en octubre.
Ilustración de Romanet Zárate. |
Martín Zelaya Sánchez
“Tras la luna de
esmeralda / por el camino va sola / la silueta de la chola / con su guagüita a
la espalda. // En su florida pollera / color de cielo estrellado / lleva a
vender al mercado / kantutas de primavera”.
Óscar Alfaro es uno de los mayores referentes de la
literatura infantil y juvenil de Bolivia, y Vendedora
de kantutas -de donde tomamos los anteriores versos- una de sus piezas
poéticas más enseñadas en primeria inicial, y más declamadas por lo niños de
primaria en el país, durante los años 70 y 80.
El escritor tarijeño fue además uno de los primeros
bolivianos en cultivar este género que aunque arrancó tardíamente -en relación
al resto de países de habla hispana- goza en los últimos lustros de un importante
auge en cuanto a cantidad y calidad de cultores y, lo más importante, ya ha
logrado generar, aunque no en la medida de lo deseable, costumbre de lectura en
no pocos estudiantes de al menos un par de generaciones.
Ésta -la formación de lectores del presente, pero sobre todo
a futuro- es una de las principales premisas por la que los miembros del Comité
Editorial de la Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (BBB) decidieron en
diciembre pasado -cuando emitieron la lista de obras elegidas para esta colección
impulsada por la Vicepresidencia- la inclusión de la Antología de literatura infantil y juvenil de Bolivia entre los 200
títulos que la componen. Realzar tanto a los precursores como a los noveles
autores de libros para infantes, es una de las motivaciones de Isabel Mesa,
antologadora y encargada del estudio introductorio de este que será uno de los
dos libros con los que se dará inicio a la BBB; el otro es la Antología de documentos históricos
fundamentales de Bolivia, a cargo de José Roberto Arce.
En la línea de Alfaro, y relativamente contemporánea suya,
en vida y producción, está Yolanda Bedregal, otra de las pioneras y que
cultivó, como la mayoría en su época, la poesía para niños. Una de sus piezas
más queridas y difundidas es La imilla: “Bailando
la imilla / carita de arcilla / kantuta parece / que, al aire, se mece. // Su
mantita linda / color de la guinda, / su faja amarilla / como el sol que
brilla. // Su pollera verde / bailando se pierde... / Baila, baila, imilla /
carita de arcilla”.
Precursores
Junto a Alfaro y Bedregal, Antonio Díaz Villamil, Beatriz
Schulze, Rosa Fernández, Hugo Molina Viaña, José Camarlingui y Elda Alarcón -cada
uno antologado con dos o tres piezas en verso y prosa- forman parte de la
primera parte del libro, es decir, son los considerados “fundadores” de la
literatura infantil.
Sobre la concepción y estructura de esta Antología, escribe Isabel Mesa: “es
importante para la literatura boliviana contar con una antología que permita
tener un panorama general de escritores, obras, géneros y corrientes dirigidos
al público infantil y juvenil. Si bien existen algunos emprendimientos de esta
índole, la mayoría se avocan a un solo género: el cuento. Por lo tanto, se hace
necesaria una compilación que ofrezca una variedad de géneros literarios en el
marco de una propuesta nacional, en la que escritores de distintas partes de
Bolivia estén presentes con obras de calidad, trascendencia e impacto en el
lector”.
En el estudio introductorio, la autora agrega: “esta
selección de obras tiene como primer criterio valorar la calidad literaria de
cada uno de los escritos. En segundo lugar, se ha considerado el impacto que
cada obra tuvo en los lectores y, por ende, su trascendencia en el tiempo.
Finalmente, y no ha sido menos importante, la reunión en una sola obra de
autores de distintas partes del país con ese talento especial para contar a los
niños y niñas bolivianas sobre la diversidad cultural que tiene Bolivia y el
mundo sin subestimar a su destinatario”.
Los consolidadores
del género
Para continuar con el repaso, rescatamos acá un extracto de El vuelo del murciélago barba de pétalo,
de Carlos Vera, autor considerado en un segundo grupo, dentro de la Antología:
“Como era domingo fui
con Adriana hasta las cabinas telefónicas para hablar con papá. Allí, como
siempre, nos atendió Tacho Limón, el hijo del señor César, el detective
privado. Adriana me tomó de la mano y me llevó hasta la cabina que estaba al
fondo. Tenemos que llamar desde aquí, así estamos seguros de que Tacho Limón no
escucha nada de lo que decimos, me dijo y yo tuve que acompañarla sin
contradecirle”.
Junto a Vera, en esta segunda tanda de exponentes de
literatura para menores -de acuerdo al planteamiento de Mesa-, están: Gaby
Vallejo, Gigia Talarico, Manuel Vargas, Giancarla de Quiroga, Rosalba Guzmán,
Aida Soria Galvarro, David Acebey y Claudia Adriázola; y cierran el libro
piezas de los “innovadores”: Liliana de la Quintana, Rosario Quiroga, Isabel
Mesa, Luz Cejas, Verónica Linares y Mariana Ruiz.
La antologadora explica sus razones para esta clasificación:
“la Antología se ha dividido de
manera cronológica en tres partes en las que se puede distinguir una primera
generación de pioneros, que se destacaron en poesía y teatro (1922-1979); una segunda
generación que desarrolla el cuento regionalizado, costumbrista y tradicional
(1980-1999),(y permite consolidar este tipo de obras como un género literario
por sí mismo); y una tercera que rompe con los esquemas tradicionales, que se
abre a temáticas distintas a lo exclusivamente nacional, pero que también mira
la diversidad cultural como una riqueza y un aporte al país (2000-2015)”.
Los renovadores
Para muestra, de la producción de la última tanda, va un
breve trozo de La abuela Grillo, de
Liliana de la Quintana:
“En
el mundo de los ayoreode, en la época de los antepasados, casi todos los seres
que conocemos no habían decidido aún ser animales o humanos”.
“En
esos primeros tiempos, cuando todos estos seres vivían juntos, llamaban abuela
al grillo más grande, a Direjná, que también tenía partes del cuerpo humano.
Esta señora grillo habitaba en lugares húmedos. Era la dueña del agua y no
resistía el calor. Por eso donde ella estuviera no había sequía, pues atraía la
lluvia y mantenía verdes los chacos o terrenos de cultivo y se producía comida
en abundancia. Los nietos llevaban una vida tranquila porque el agua nunca se
secaba”.
La Antología de
literatura infantil y juvenil de Bolivia se completa con varios anexos que
enriquecen el panorama y la visualización de este género en el país: una
selección de reseñas de las mejores novelas para niños y jóvenes, un cuadro
esquemático sobre autores y estudiosos no incluidos en la selección, y la
bibliografía de fuentes.
Dos apuntes más: como en toda publicación para los más
pequeños es esencial la parte visual, gráfica, y esta no es la excepción: cada
cuento, obra de teatro o novela (no así los poemas, por motivos de espacio)
cuentan con una ilustración a todo color exclusivamente plasmada para el libro.
Son en total 29 piezas que estuvieron a cargo de Romanet Zárate, Jorge
Dávalos y Paola Guardia; para muestra,
tres de estas adornan estas páginas.
Y para cerrar: como establece el reglamento de gestión
editorial de la BBB, en el caso de las antologías, si bien la responsabilidad
mayor recae en los antologadores, estos deben contar con un comité asesor de
especialistas que revise su propuesta y -con sugerencias de inclusión y
exclusión, debidamente argumentadas- ayude a validar y complementar el índice.
Esto ocurrió, por supuesto, en el caso que nos concierne
ahora, y por este motivo recogimos la opinión de los tres asesores de Mesa -Mariana
Ruiz, Manuel Vargas y Rosalba Guzmán- que se presenta en los recuadros de apoyo
adjuntos a esta nota.
--
Ilustración de Paola Guardia. |
Una herramienta muy
útil en alcance y valor
- A partir de su
experiencia en el comité asesor de la Antología
de literatura infantil y juvenil de Bolivia, ¿cómo define, describe este
libro?
- (Manuel Vargas): Es una buena y amplia muestra de textos
escritos por autores de las diferentes épocas de la historia del país. Refleja
los diferentes momentos y concepciones de lo que se entiende por literatura
infantil.
- (Rosalba Guzmán): Es, quizás, la antología que recoge los
textos de mejor calidad. Casi todos, sino todos, fueron premiados y/o
publicados en importantes editoriales nacionales e internacionales.
- (Mariana Ruiz): Esta Antología
es la primera en alcance, ambición e intención que se hace en Bolivia sobre
este género. Si bien existen otras, ninguna abarca la diversidad de géneros
(poesía, novela corta, cuento, teatro) en su totalidad, ni es tan completa en
su extensión temporal. Además, su intención es la de llevar calidad literaria y
representativa a todas las escuelas del país, convertirse en una herramienta
útil para los maestros y en un tesoro para los jóvenes lectores; no es poco, de
ninguna manera.
Hacia un estado de
situación del género
- Tomando en cuenta
los debates que definieron el contenido del libro, ¿se anima a dar un breve
diagnóstico del estado y las perspectivas de la literatura infantil y juvenil
en Bolivia?
- (Manuel Vargas): Yo expresé, dentro del grupo, mi
desacuerdo respecto de lo que se entiende por literatura infantil, pues esta
concepción parte de una necesidad u objetivo de compartimentar la literatura
por edades, por capacidades de comprensión (que no son iguales en cada sociedad),
por ciertas estructuras específicas de un subgénero, o por intereses
comerciales de las editoriales (en Bolivia esos intereses se diluyen porque el
mercado es incipiente).
Entiendo que debe darse más amplitud al concepto de
literatura infantil, como todo texto que el lector, niño o niña, puede
comprender y gustar, no solo de autores que conscientemente escriben y publican
“para niños“, sino también otros textos como los que corresponden a la
tradición oral en general, pero elaborada literariamente, así como textos de
autores “para adultos“. De lo contrario, la literatura se limitaría a un género
o subgénero, con el peligro de discriminar a uno u otro público: de o para
mujeres, de o para niños y jóvenes, de o para mayores... en otras palabras, no
puede haber una literatura “dirigida“ sino que parta de una realidad concreta,
inclusive de nuestra realidad oral, más que letrada.
- (Rosalba Guzmán): En Bolivia la literatura infantil es un
género que, pese a haber crecido considerablemente en cuanto a la proliferación
de escritores, aún no logra tener un lugar de reconocimiento en el público
adulto. Mientras esto no ocurra, es muy difícil que llegue a los niños.
Sin embargo, en los últimos años, a partir del trabajo
constante de la Academia Boliviana de Literatura Infantil, el Centro Simón I.
Patiño, el IBBY Bolivia y algunas otras instituciones, se ha dado mayor
importancia y motivación para los escritores, mediante encuentros nacionales e
internacionales, ferias especializadas y concursos.
- (Mariana Ruiz): El trabajo de edición de esta Antología ha demostrado que el material
es, comparativamente, escaso y de un nivel que deja mucho que desear, con
honrosas excepciones. La literatura infantil y juvenil boliviana surge
tardíamente, recién en los años 70 varios autores decidieron dedicar parte de
su obra a los niños. Los tirajes de estas pocas ediciones eran pequeños y el
alcance exiguo, generalmente eran/son los maestros quienes escriben, buscan
difundir y se esfuerzan en hacer llegar estas obras a los niños.
A partir de 2000 se da un cambio radical, hay nuevas
editoriales que se esfuerzan en producir material nacional, como La Hoguera,
3600, Kipus… Hay nuevos concursos que estimulan la producción y fomentan nuevos
autores de gran calidad. Con estos nuevos escritores, los temas se profundizan,
hay mucho rescate de la identidad nacional, nuevos personajes…Pero también hay
novelas que resuelven con acierto nuestra relación con la tecnología.
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