sábado, 12 de septiembre de 2015

Cafetín con gramófono

El cielo de las serpientes


Un extraordinario proyecto que, aunque tuvo un solo número, dejó huella entre los emprendimientos literarios de fines del siglo pasado.



Omar Rocha Velasco

El cielo de las serpientes fue un esfuerzo monumental que se publicó en enero de 1994. El primer impulso -como dicen los responsables en la editorial llamada Réquiem para los días venideros- fue dar a conocer un panorama de la poesía contemporánea de Latinoamérica y, si bien les faltó abarcar algunos países, cumplieron ese propósito parcialmente.
En efecto, esta “Gazeta” [Sic.] literaria de 67 páginas, ilustradas con “diseños altoperuanos” provenientes del museo Amano, se dividió en dos partes, por un lado el rescate de algunos textos presentados en el memorable I Encuentro de Narrativa y Poesía, realizado en Copacabana del 18 al 20 de diciembre de 1992 -se incluye textos de Antonio Cisneros, Cé Mendizábal, Humberto Quino, Blanca Wiethüchter y varios otros escritores que participaron de esas humedecidas jornadas- y, por otro lado,  una muestra de poesía cubana, uruguaya, chiapaneca y ecuatoriana. Además, la “Gazeta” incluye el poemario de Julio Barriga El fuego está cortado, “publicación costeada por Alejandra Echazú”.
Los responsables de tremenda publicación fueron los cuatro “Jinetes del Apocalipsis”: Jorge Campero, Edmundo Mercado, Juan Carlos Ramiro Quiroga y Rubén Vargas. Obviamente Rubén fue parte de la escritura de los dos textos colectivos que abren la revista: la editorial y el poema El cielo de las serpientes, in memoriam de Guillermo Bedregal, Edmundo Camargo y Jaime Saenz.
Éste es un texto sobre la poesía, la memoria, la realidad y el viaje, temas que aparecen bajo el manto alegórico del apocalipsis bíblico y la firme convicción en los poderes de la palabra “basta nombrar y soñar”.

Todo encuentro es un sueño
porque todo es un poema
uno jamás sale del cuarto
basta con nombrar y soñar
los viajes no se realizan
las ciudades no existen
(…)

La “Gazeta” publicó el discurso de apertura del Encuentro que estuvo a cargo de Jorge Campero, y que señala que el lugar escogido no fue una casualidad, Copacabana es un santuario “y, por lo que a nosotros nos toca, un espacio sagrado para la literatura, hoy por hoy más relevante que la política o la fiebre democrática que en Bolivia sobrevive”.
Hacia el final marca que la intención del evento es el diálogo, que el destino del poeta lo acerca a la sociedad y a sus preocupaciones domésticas. “Escribir un poema o un cuento es entablar con el mundo un lazo más fuerte que la amistad y más durable que el amor…”.  
El invitado especial del encuentro fue el poeta peruano Antonio Cisneros, cuya participación se dio en el acto central. Rubén Vargas fue su interlocutor, realizó la presentación, luego Cisneros leyó sus poemas y finalmente ambos conversaron.
La revista recoge estos tres momentos: en la presentación, breve, Rubén destaca que la poesía de Cisneros es innovadora y renovadora, entrega la posibilidad de un lenguaje que engrana la historia y la vida cotidiana; además “ensambla” varios lenguajes” y tradiciones: coloquialismo, poesía culta, siglo de oro y poesía anglosajona.
En el diálogo sostenido con el poeta luego de su lectura, Rubén enfatiza este juego entre Historia -con mayúscula- e historias cotidianas, como veta de lectura de, por lo menos, dos libros centrales de Cisneros: Canto ceremonial contra un oso hormiguero y Crónica del niño Jesús de Chilca, además, menciona una dimensión religiosa en la poesía del peruano.
La muestra de poesía y cuento -sobre todo poesía- que logró publicar este “culebrón literario” fue realmente impresionante, empezaron con poesía Chimane y Mosetene, luego continuaron con las secciones “Cóctel Nacional”, “Mojito, Cuba viene”, “Hojas de Parra”, “Candombe”, “Año nuevo Chiapaneco” y “El Chimborazo”.
En estas páginas encontramos textos de Gilmar Gonzáles, Carlos F. Mendizábal Rivera, Humberto Quino Márquez, Antonio Rojas, Roberto Echazú, Marcela Gutiérrez, Alfonso Murillo, Roxana Sélum Yabeta, David Mendoza Salazar, Wendy Guerra Torres, Elena Hernández Caballero, Agustín Labrada Aguilera, Sonia Díaz Corrales, Nelson Simón Gonzáles, Damaris Calderón, Margarita Kurt, Silvia Gallo, Marosa Di Giorgio, Hugo Achugar, Juan Carlos Bautista, Gabriela Balderas y Ulises Estrella, entre otros.
La simple enumeración de nombres otorga la dimensión del proyecto, cada uno de los autores es introducido con una pequeña nota que lo sitúa, se menciona el país, los libros publicados, los premios obtenidos y en algunos casos, se regala hasta una pequeña orientación de lectura.
Un detalle, además de las dos grandes partes que componen la “Gazeta” y el poemario de Julio Barriga que publican como un plus, los responsables introdujeron una pequeña tarjeta -además de la tarjeta de suscripciones- que intentaba recoger información para el “1er. censo de lectores de poesía”, un cuestionario que planteaba las siguientes preguntas: ¿usted lee poesía? (casi siempre, nunca). ¿Poesía de qué país le gustaría leer? (escriba tres). ¿Qué poetas de su gusto personal le gustaría difundir o conoce? (escriba tres). ¿Tiene producción propia que quiera difundir? (escriba tres).

Lamentablemente, “Producciones Poéticas El cielo de las Serpientes” dio a luz solamente un número, sin embargo, bastante complejo, abundante, pretencioso, maravilloso, ingenuo…

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