El cielo de las serpientes
Un extraordinario proyecto que, aunque tuvo un solo número, dejó huella entre los emprendimientos literarios de fines del siglo pasado.
Omar Rocha Velasco
El cielo de las
serpientes fue un esfuerzo monumental que se publicó en enero de
1994. El primer impulso -como dicen los responsables en la editorial llamada
Réquiem para los días venideros- fue dar a conocer un panorama de la poesía
contemporánea de Latinoamérica y, si bien les faltó abarcar algunos países,
cumplieron ese propósito parcialmente.
En efecto, esta “Gazeta” [Sic.] literaria de 67 páginas, ilustradas con “diseños
altoperuanos” provenientes del museo Amano, se dividió en dos partes, por un
lado el rescate de algunos textos presentados en el memorable I Encuentro de
Narrativa y Poesía, realizado en Copacabana del 18 al 20 de diciembre de 1992 -se
incluye textos de Antonio Cisneros, Cé Mendizábal, Humberto Quino, Blanca
Wiethüchter y varios otros escritores que participaron de esas humedecidas
jornadas- y, por otro lado, una muestra
de poesía cubana, uruguaya, chiapaneca y ecuatoriana. Además, la “Gazeta”
incluye el poemario de Julio Barriga El
fuego está cortado, “publicación costeada por Alejandra Echazú”.
Los responsables de tremenda publicación fueron los
cuatro “Jinetes del Apocalipsis”: Jorge Campero, Edmundo Mercado, Juan Carlos
Ramiro Quiroga y Rubén Vargas. Obviamente Rubén fue parte de la escritura de
los dos textos colectivos que abren la revista: la editorial y el poema El cielo de las serpientes, in memoriam
de Guillermo Bedregal, Edmundo Camargo y Jaime Saenz.
Éste es un texto sobre la poesía, la memoria, la
realidad y el viaje, temas que aparecen bajo el manto alegórico del apocalipsis
bíblico y la firme convicción en los poderes de la palabra “basta nombrar y
soñar”.
Todo encuentro es un sueño
porque todo es un poema
uno jamás sale del cuarto
basta con nombrar y soñar
los viajes no se realizan
las ciudades no existen
(…)
La “Gazeta” publicó el discurso de apertura del
Encuentro que estuvo a cargo de Jorge Campero, y que señala que el lugar
escogido no fue una casualidad, Copacabana es un santuario “y, por lo que a
nosotros nos toca, un espacio sagrado para la literatura, hoy por hoy más
relevante que la política o la fiebre democrática que en Bolivia sobrevive”.
Hacia el final marca que la intención del evento es el
diálogo, que el destino del poeta lo acerca a la sociedad y a sus
preocupaciones domésticas. “Escribir un poema o un cuento es entablar con el
mundo un lazo más fuerte que la amistad y más durable que el amor…”.
El invitado especial del encuentro fue el poeta
peruano Antonio Cisneros, cuya participación se dio en el acto central. Rubén
Vargas fue su interlocutor, realizó la presentación, luego Cisneros leyó sus
poemas y finalmente ambos conversaron.
La revista recoge estos tres momentos: en la
presentación, breve, Rubén destaca que la poesía de Cisneros es innovadora y
renovadora, entrega la posibilidad de un lenguaje que engrana la historia y la
vida cotidiana; además “ensambla” varios lenguajes” y tradiciones: coloquialismo,
poesía culta, siglo de oro y poesía anglosajona.
En el diálogo sostenido con el poeta luego de su
lectura, Rubén enfatiza este juego entre Historia -con mayúscula- e historias
cotidianas, como veta de lectura de, por lo menos, dos libros centrales de
Cisneros: Canto ceremonial contra un oso
hormiguero y Crónica del niño Jesús
de Chilca, además, menciona una dimensión religiosa en la poesía del peruano.
La muestra de poesía y cuento -sobre todo poesía- que
logró publicar este “culebrón literario” fue realmente impresionante, empezaron
con poesía Chimane y Mosetene, luego continuaron con las secciones “Cóctel
Nacional”, “Mojito, Cuba viene”, “Hojas de Parra”, “Candombe”, “Año nuevo
Chiapaneco” y “El Chimborazo”.
En estas páginas encontramos textos de Gilmar
Gonzáles, Carlos F. Mendizábal Rivera, Humberto Quino Márquez, Antonio Rojas,
Roberto Echazú, Marcela Gutiérrez, Alfonso Murillo, Roxana Sélum Yabeta, David
Mendoza Salazar, Wendy Guerra Torres, Elena Hernández Caballero, Agustín
Labrada Aguilera, Sonia Díaz Corrales, Nelson Simón Gonzáles, Damaris Calderón,
Margarita Kurt, Silvia Gallo, Marosa Di Giorgio, Hugo Achugar, Juan Carlos
Bautista, Gabriela Balderas y Ulises Estrella, entre otros.
La simple enumeración de nombres otorga la dimensión
del proyecto, cada uno de los autores es introducido con una pequeña nota que
lo sitúa, se menciona el país, los libros publicados, los premios obtenidos y
en algunos casos, se regala hasta una pequeña orientación de lectura.
Un detalle, además de las dos grandes partes que
componen la “Gazeta” y el poemario de Julio Barriga que publican como un plus,
los responsables introdujeron una pequeña tarjeta -además de la tarjeta de
suscripciones- que intentaba recoger información para el “1er. censo de
lectores de poesía”, un cuestionario que planteaba las siguientes preguntas:
¿usted lee poesía? (casi siempre, nunca). ¿Poesía de qué país le gustaría leer?
(escriba tres). ¿Qué poetas de su gusto personal le gustaría difundir o conoce?
(escriba tres). ¿Tiene producción propia que quiera difundir? (escriba tres).
Lamentablemente, “Producciones Poéticas El cielo de
las Serpientes” dio a luz solamente un número, sin embargo, bastante complejo,
abundante, pretencioso, maravilloso, ingenuo…
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