domingo, 5 de abril de 2015

Nota de apertura

Hugo Mujica: En el hueco de la mano


Este martes 7 abril en el Espacio Patiño de La Paz -y el jueves 9 en Santa Cruz- se presentará la antología En el hueco de la mano (3600) del poeta argentino Hugo Mujica. La selección estuvo a cargo del autor de esta columna, quien comparte un extracto del prólogo.



Gabriel Chávez Casazola

1
Observa Lao-Tsé en el Tao Te King que es el vacío de las vasijas de arcilla, su oquedad, lo que permite que estas cumplan su misión (ofrecernos agua fresca); el vacío de una pared lo que hace posible entrar en la casa y habitarla (la casa toda es un vacío: la puerta, un vacío que da al vacío); y el vacío del centro de una rueda, su eje, el que permite que ella gire. Y así, del ser (you) depende el uso, / y del no-ser (wu), que cumpla su misión.
Leyendo la escritura de Hugo Mujica resulta inevitable interrogarse por el you y el wu de la poesía, por la tenue frontera entre lo dicho (la arcilla) y lo no dicho (el agua), entre el signo (la puerta) y el silencio (la casa).
Quizás en la mayor parte de la poesía el you y el wu están tan imbricados que el lector no piensa, no puede pensar en ellos separadamente. O, al menos, no en un primer instante, como no percibe por separado los radios y el eje cuando ve una rueda en movimiento. 
Hay relojes, sin embargo, que tienen una abertura en su centro (una grieta) que permite atisbar sus engranajes, comprender la lógica de su funcionamiento. Digo mal: no comprenderla, tan solo contemplarla, como un niño que mira a través de la cerradura (del ojo vacío de la cerradura) de un jardín secreto.
Como esos relojes, como ese jardín, es la poesía de Hugo Mujica. Algo del secreto movimiento del wu nos queda al descubierto en una grieta abierta en el you.
“Una grieta en un muro, para un creador, no es una grieta en un muro, es un tajo que le abre a la posibilidad de la creación, a la acogida de lo que en ese tajo se abre. De lo que pueda susurrar. Del destello de sentido que pueda donar”, escribe Mujica en el introito de Poéticas del vacío.
Podemos ver a través de su poesía porque su poetizar es un pensar, y su pensamiento, una poética. ¿Un pensar? Sí, pero tal vez no como tendemos a definirlo en Occidente. No un razonar, no un “comprender la lógica”. Un contemplar, como un niño por la grieta del jardín, resquebrajado -no perdido- en la memoria.
(El paraíso no fue perdido / lo perdido es el asombro.)

2
Como la casa o la vasija, la existencia tiene también su you y su wu. Estamos tan afanados en vivir (you) que olvidamos crear, que es lo que nos permite atisbar el wu, recibir sus destellos, dejarnos nombrar:
“Cada acto creador nos sitúa en ese allí que no es lugar: en la nada desde la que todo llega, en la escucha de lo que adviene buscando un nombre que le nombre en su ser (…) crear no es una manera de comprendernos, es la manera más radical de dejarnos crear”, anota Mujica al abrir Lo naciente.
La poesía de Hugo Mujica, en tanto pensar contemplativo, se aproxima a la filosofía. Y no hablamos aquí de una filosofía de la poesía, como en su obra ensayística, sino del antiguo y verdadero sentido de este quehacer (de este no-hacer): la pregunta por el origen, por el sentido.
Y sin embargo, nada más lejos de esta poesía que la densidad de la filosofía. Después de leerla, queda en nuestros labios el sabor del agua, no la conjetura por el vacío de la arcilla.  
(…) Los bordes se apagan y el adentro /despliega su vacío.

3
El sabor que deja el agua es la huella de su paso en nuestra boca -la huella que borrando traza- pero también la marca de su ausencia: se nace para albergar / una ausencia (…) / a veces somos nosotros esa / ausencia.
Después de visitar la poesía de Hugo Mujica quedan como dones (o como un mismo don) la plenitud y el vacío, palabras que son marcas lacerantes y silencios que nos reconcilian: algo así son las palabras, / o el silencio: su hebra que nos reúne.
Podría creerse que el destello del wu adviene en el silencio creador que abre esta poesía -cercana a la experiencia trascendente, como su autor- más que en ella misma: También el silencio / es huella, / huella y seña  / hacia lo sin nombre / hacia lo que solo / se escucha / en la renuncia / a nombrarlo. 
Y sin embargo, en el camino de regreso a la sed (durante la lectura), tantas revelaciones.
La voz, no el silencio, / es la desnudez de las palabras.

4
No renuncia al asombro del you esta poética, a conmoverse con los pequeños refocilos del ser, ante lo sin por qué ni para qué, / el puro existir, el milagro en toda su fragilidad y su transparencia: un perro que se acuesta junto a un hombre que muere, aterido de sí, en la calle; algún pájaro / blanco / dibujando gestos de / infinito; incienso que sube de la tierra; lágrimas / estelas / de una barca / hacia fiestas náufragas; un corazón con cenizas irisadas; una brasa en la memoria, un grillo / tras la ventana / o una flor / de las que se abren / cuando lo demás ya duerme.
También cierta desesperanza serena, acaso sabia (todo se perderá en el tiempo / como un barrilete / desatado / de la infancia) baña estos poemas que son, a su vez, ellos también, pequeños refocilos de el aquí de la muerte / y el allá de la vida.

5
¿Qué sería de la mano sin el hueco de la mano? ¿Dónde cabría el agua que tomamos de un arroyo, dónde la mano, el hombro, la nuca de los otros?  En el hueco de la mano está el wu de la mano. Podemos mecer el mundo en el hueco de la mano. Todo cabe en las manos vacías / y ese vacío es el don / y ese don es también todo.
Así, En el hueco de la mano, ha querido Hugo Mujica -uno de los poetas mayores de nuestro tiempo- titular esta antología que reúne poemas que he tomado de todos sus libros de poesía, publicados a lo largo de 30 años, desde Brasa blanca (1983) hasta Cuando todo calla (2013), ganador del Premio Casa de América.
Fragmentarios y, a la vez, totales, estos textos son un espejo sin azogue desde donde podemos mirar el adentro, el pequeño abismo que cada hombre es.
(…) Cuando la noche es luz / cerrar los ojos es el puente. Cerremos, pues, los ojos a las cosas del you y entreabrámoslos ante la grieta, el tajo, que aquí se abre.
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Hoja de vida


Hugo Mujica (Argentina, 1942). Uno de los mayores poetas en español de la actualidad. Estudió bellas artes, filosofía, antropología filosófica y teología. Esta variedad de estudios se plasma en una obra que abarca la filosofía, la antropología, la narrativa, la mística, la poesía y la indagación estética.
Su poesía completa (1983-2011), que abarca los diez libros publicados hasta entonces, fue recogida en Del crear y lo creado, tres volúmenes que incluyen tanto la poesía como sus ensayos, por la editorial Vaso Roto de México-España; a ellos le siguió su poemario Cuando todo calla, XIII Premio Casa de América de Poesía Americana, publicado por Editorial Visor.
Antologías de su obra se han publicado en 15 países, incluyendo traducciones al inglés, francés, italiano, griego, portugués, búlgaro y esloveno.
Una vida rica en experiencias le ha proporcionado a Mujica buena parte del material y la inspiración para sus libros: pasar la década de los 60 en el Greenwich Village como artista plástico; experimentar bajo el tutelaje de Timothy Leary con drogas y sus efectos con el proceso creador; compartir el mismo gurú con Allen Ginsberg; vivir siete años en silencio en un monasterio trapense donde comenzó a escribir.
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Poemas de Hugo Mujica


Ritual de lo inútil

como ver caer
una estrella
sin nombrar un deseo;

o como a quien no se le destinó
ningún destino salvo
la espera
de lo que pasará
                  sin llevarnos,

lo que miramos
sin ver
porque no es igual a nosotros.

ritual de lo inútil
o la esperanza extrema:

un niño ciego frente
a un espejo,
como si lo que uno es
                no hiciera falta para serlo.

Alba
quieto,

como no moviéndose
para que la sangre no rebase
la boca

quieto,

como sintiendo un pájaro
herido
en la palma de la mano

sin cerrar la mano
sin abrir los ojos.

hay una fe que es absoluta:

                      una fe sin esperanza.


Esculpido en los escombros

siempre queda
un rastro de todo
                      lo que pasa,

una taza de loza
con su asa quebrada,

una sábana raída
donde se hospedaron
los sueños
en los que se soportó la vida;

el esqueleto de
una casa 
o una tumba derrumbada.

toda ruina tiene algo de templo,

todo hombre
es el resto de un suicidio

la gota en el cáliz
              que no bebimos hasta el vacío.


Desierto azul

sobre el mar siempre
se refleja
          el cielo,

pero sobre el cielo
ningún mar.

desierto azul la mirada
del niño:

desde que tenemos
que morir
hasta la infancia nos falta.


Hay perros que mueren de la muerte de su amo

hay perros
que mueren de la muerte de su amo

cuerpos que no hacen el amor,
hacen el miedo

que no se agitan,
                    tiemblan.

y hay hombres
en los que muere dios
como una gota de lacre
sobre el pecho
           de un torso de mármol,

son los que lloran cuando creen
estar hablando,
o gritan soñando, pero al alba
olvidan el grito
con que encendieron la noche.

hay hombres en los que gime dios
por no encontrar un hombre
                                  donde morir de carne,

pero no llora como quien lo hace
solo,

llora como quien llora abrazado a un niño.

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