Boletín del Conjunto Nuevos Horizontes (II)
El autor continúa con su reseña histórica y descriptiva del impreso del grupo Nuevos Horizontes.
Omar Rocha Velasco
El Boletín del Conjunto Teatral Nuevos Horizontes se
publicó en Tupiza entre julio de 1956 y agosto de 1961, los responsables fueron
Cecilio del Callejo, secretario de redacción y Arturo Martínez, secretario administrativo.
Como órgano de difusión este boletín sirvió para dar a
conocer las actividades del grupo, publicar obras de teatro, interactuar con la
comunidad de forma directa, hablar sobre el “teatro en el mundo”, publicitar y
recibir noticias del ámbito cultural en Bolivia, sin embargo, es muy importante
preguntarse sobre cuál era la concepción de teatro que tenían, qué era lo que
propugnaban como arte y cómo se manifestaba eso en las páginas de ese boletín,
que el mismo Liber Forti imprimía en su linotipia y que llegó a 50 números en
cinco años. Aquí algunas ideas al respecto.
Creían en la universalidad del teatro y del arte en
general, la idea fuerza era que a través del teatro se podía lograr un cierto
acercamiento entre los seres humanos. Se esforzaron mucho por llegar a los
niños y a los jóvenes (el boletín muestra un recorrido que da a conocer los
afanes por visitar colegios, por organizar grupos, por presentar y discutir
obras en espacios estudiantiles, etc.), si ellos vivían y se educaban en esas
“formas universales” que solo el teatro podía otorgar, las cosas podían
cambiar.
Un recuadro aparecía cada cierto tiempo en el boletín,
recordando al público y a los responsables para quienes trabajaban:
“[trabajamos] para esa humanidad futura que palpita a nuestro lado: los niños
(…)”.
La concepción del estatuto universal del teatro hizo
que el boletín recoja en sus páginas obras, reseñas, reflexiones y noticias de
diversa índole y procedencia; un claro ejemplo de concretización de estas ideas
acerca del teatro está en un recuerdo que Liber Forti relata a Juan Manuel
Fajardo en una de las pocas entrevistas que dio:
“(…) te doy
un dato, un muchacho cordobés Pablo Jiménez, que hizo el Primer Festival
Internacional de Teatro en Caracas, preparó una obra de Ionesco, y se vino de
gira por las minas de Bolivia, y qué crees, me dice: ‘El mejor público para
Ionesco, son los mineros bolivianos, sí, el teatro del absurdo; encuentran un
punto común y se cagan de la risa, se ríen de las situaciones absurdas que
plantea la obra; se ríen, no se mortifican, es el niño, la ingenuidad del niño,
la pureza del alma y lo recalcitrante del análisis del problema’. Obras que se
dicen para ‘entendidos’, provocan espontáneas reacciones”.
Ionesco en las minas, he ahí un ejemplo de la
concreción de la idea general de la universalidad del teatro.
Una de las rúbricas que guió el accionar del grupo
Nuevos Horizontes fue “por el arte y la cultura para el pueblo”, en efecto,
esta concepción se alejaba insistentemente del arte “elitista” y para elegidos.
Si se había optado por “hacer” teatro había que
hacerlo con y junto a obreros, empleados y estudiantes. La idea era que no se
podía ser indiferente ante los problemas sociales que aquejaban a Bolivia y el
mundo. El teatro se concebía como una especie de “caja de resonancia” en la que
se recogía y se amplificaba “el drama, ternura y esperanza del pueblo”.
Por eso era una expresión artística fundamental. En el
boletín número cinco esta idea se expresa a través del artículo “El arte es el
pan del alma”, firmado por R. González Pacheco: “[el arte] es el sueño sin el
cual no hay vida humilde que aliente. Nace del desinterés y solo pueden gozarlo
los desinteresados. (…) Y parar la obra, plantarla. Y si el burgués no la paga,
que no la pague. Que nuestro salario no es de sucios y hediondos pesos, sino de
ideal y de ensueño. ¡Abajo el burgués!”.
El arte era una forma de ejercer la libertad propia
del ser humano, esa libertad que se perdía por acción del Estado, la burguesía
y el fascismo. Las formas de organización tenían que ver con la asamblea, la reunión, la resolución consensuada.
El posicionamiento político era el del anarquismo, como corriente de pensamiento
y métodos organizativos, que busca el cambio social.
La idea era luchar, difundir y “enamorar” a la gente
de la libertad, quienes promueven esa libertad son los anarquistas a través del
teatro. En este marco, uno de los aspectos fundamentales del boletín fue dar a
conocer la labor realizada por Liber Forti, asesor cultural de la Federación de
Mineros de Bolivia, parte fundamental de la Central Obrera Boliviana.
El empeño mayor en esos años fue lograr que cada sindicato
minero tenga su radioemisora y, además, lograr que se cree y consolide el
Sindicato de Trabajadores del Arte, también afiliado a la COB. El sindicato era
la única forma de organización que expresaba lo que el pueblo -en este caso los
mineros- quería.
Este boletín (y la revista Horizontes que merecerá
otro espacio en esta columna) es el testimonio de uno de los gestos más
auténticos del arte en Bolivia. Sin mayores aspavientos es uno de los pocos
casos en los que la distancia entre lo que se piensa, dice y hace es mínima,
algo muy difícil de conseguir.
Termino con unas palabras de Lupe Cajías, estudiosa
del grupo Nuevos Horizontes, que da testimonio de una visita a Tupiza: “Quedan
las últimas huellas de la casa, el piso de ladrillo maltratado y los
empapelados rotos. Tiene dos patios y al fondo la famosa sala La caverna. Con
su piso de piedra conservaba en 1992 los últimos vestigios de afiches y un
letrero enmohecido, casi cincuentenario: ‘Nuevos Horizontes de Tupiza presenta
El zoológico de cristal, de T. Williams’ (abajo casi roto y no se descifran las
borrosas letras). Al lado oeste, un letrero roto, en el cual solo se distingue
la palabra ‘Horizontes’ en rojo y amarillo (…)”.
Este fragmento hace que sea inevitable hablar de la
ruina y su doble función simbólica: en efecto, por un lado la ruina es resto,
imagen de lo ido y lo perdido; sin embargo, por otro lado, es edificación y por
tanto esperanza. El que edifica cumple, la ruina es un vestigio de edificación,
un atisbo de grandeza, de posibilidad y horizonte.
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